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Erdogan se impone a los golpistas: "Ahora vamos a limpiar el Ejército"
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EL GOBIERNO ISLAMISTA GANA EL PULSO

Erdogan se impone a los golpistas: "Ahora vamos a limpiar el Ejército"

Las verdaderas causas de la asonada turca van a ser difíciles de precisar. Una cosa sí parece segura: que el presidente va a utilizar lo sucedido en su favor

Foto: Erdogan durante una comparecencia a los medios en la noche del golpe. (Reuters)
Erdogan durante una comparecencia a los medios en la noche del golpe. (Reuters)

Recep Tayyip Erdogan ha ganado el pulso que le echaron anoche algunos sectores del Ejército turco. Y sale muy reforzado, anunciando medidas contundentes contra los golpistas y afirmando que su líder pagará "delante de toda la nación" por lo acontecido. El mandatario turco, que se encontraba en uno de los peores momentos de su popularidad, llegó a decir ayer que el golpe de estado había sido una "bendición" porque le permitirá ampliar las purgas que lleva desarrollando en las Fuerzas Armadas, vinculadas de forma tradicional con un cierto laicismo entroncado con la herencia de Mustafá Kemal.

Como sucede a veces en Turquía, resulta difícil saber con certeza qué sucedió anoche en las calles de las principales ciudades del país. Alrededor de las nueve, efectivos de la Jandarma (“Gendarmería”), un cuerpo militar pero que depende del Ministerio del Interior, cerraron los dos puentes sobre el estrecho del Bósforo en Estambul mientras cazas de la fuerza aérea sobrevolaban Ankara a baja altura. Cuando miembros del Ejército comenzaron a detener a policías y empezaron a verse tanques circulando por diferentes puntos del país, a todo turco mayor de 20 años le quedó claro lo que estaba sucediendo: se estaba produciendo un golpe de Estado. No en vano, las fuerzas armadas turcas han derrocado a los respectivos gobiernos cuatro veces en el último medio siglo, la última de ellas en fecha tan reciente como 1997.

Foto: Partidarios de Erdogan sobre un tanque abandonado en Ankara. (Reuters)

El golpe siguió un esquema clásico: además de desplegar tanques en lugares visibles, como los aeropuertos de Estambul y Ankara, efectivos militares tomaron el edificio de la radiotelevisión pública turca, la TRT, y obligaron a la presentadora a leer un comunicado, que afirmaba que un “consejo de paz” había tomado el control del país, y proclamaba la ley marcial y el toque de queda.

El guion sonaba demasiado familiar, por lo que miles de turcos corrieron a sus casas a esperar noticias, para evitar acabar como aquellos civiles tiroteados por soldados de gatillo fácil tras la asonada de 1980. Todo el país se conectó a la televisión y a las redes sociales. Y ese fue el momento en el que los golpistas perdieron la iniciativa.

Pasada la medianoche, Erdogan compareció en directo en la cadena CNN Türk, apareciendo vía Skype en el teléfono de uno de los presentadores, para pedir a los ciudadanos que se resistieran a la asonada. “No les dejaremos el terreno”, dijo Erdogan, quien instó al pueblo turco a salir a retomar las plazas y los aeropuertos. “Este movimiento [militar] no es parte de la cadena de mando. El comandante en jefe soy yo”, aseguró.

Cientos de miles de personas recibieron en sus teléfonos móviles un mensaje de las sedes locales del Partido Justicia y Desarrollo (AKP) de Erdogan, llamándolos a reunirse y proteger los edificios de la formación. Poco después, los altavoces de las mezquitas en Estambul y otros lugares emitieron, no llamadas a la oración, sino llamamientos a la resistencia.


Pocas horas después, miles de personas se habían reunido frente al aeropuerto Atatürk de Estambul, frente a los puentes del Bósforo, en las plazas de Estambul y Ankara. Algunas se colocaban frente a los tanques, otras dialogaban o discutían con los soldados, sin que los tiros al aire les hiciesen retroceder. En algunos casos, los manifestantes escalaban los tanques y desarmaban a sus ocupantes. Resultaba obvio que los soldados tenían órdenes de no disparar. Y por encima de todo, en cada escenario, un grito se repetía: “¡En el nombre de Alá! ¡Alá es grande!”.

[Álbum: Todas las imágenes del levantamiento militar]

La situación fue escalando en dramatismo: hubo explosiones en el Parlamento, un helicóptero de combate mató a 17 personas en un ataque contra una academia de policía, y al menos seis civiles murieron y un centenar resultaron heridos en los enfrentamientos con el Ejército y los saqueos.

Un denominador común unió a quienes salieron a la calle contra los golpistas: sus gritos de 'Ala es grande'


El Gobierno turco se apresuró a buscar un culpable: una presunta facción del ejército vinculada a la “organización terrorista de Fethullah Gülen” y el “estado paralelo”. Para entender el alcance de la acusación, hay que entender quién es Gülen y su postura hacia las fuerzas armadas turcas.

El movimiento de Fethullah Gülen es una especie de Opus Dei musulmán orientado, como este, a la búsqueda de influencia política a través de la formación de elites. Así, igual que la institución fundada por Escrivá de Balaguer, tiene una importante red de empresas y centros educativos que han conseguido agrupar a millones de seguidores. También ha mostrado un especial celo en colocar a sus miembros en el seno de las instituciones, pero, a diferencia de aquella, se ha esforzado sobre todo en los servicios de inteligencia policiales y de la Jandarma, y en la judicatura. Hay una grabación en la que se escucha a Gülen instando a sus seguidores a infiltrarse en las instituciones y tomarlas desde dentro. Por ello, los ‘fethullahçis’ se contaron entre los colectivos más represaliados tras el golpe de Estado de 1997, de orientación marcadamente secularista, y Gülen se vio obligado a exiliarse en Pensilvania, donde continúa residiendo.

Durante muchos años, el ejecutivo de Erdogan y los seguidores de Gülen fueron estrechos aliados. Los fiscales ‘fethullahçis’ fueron quienes amañaron las pruebas incriminatorias para condenar a toda la cúpula del Ejército, acusándola -precisamente- de golpismo. Tras la brutal purga conocida como ‘caso Ergenekon’, durante mucho tiempo se consideró que el ejército estaba desactivado como árbitro político en el país. Los nuevos mandos militares, conscientes de la situación, eran mucho más dóciles y acomodaticios con el Gobierno islamista que sus antecesores.

El enfrentamiento entre Gülen y Erdogan se produjo a raíz del conflicto kurdo: el entonces primer ministro turco había iniciado, por conveniencia política, unas negociaciones secretas con la guerrilla kurda del PKK que Gülen rechazaba de plano. Cuando los fiscales gülenistas trataron de procesar al jefe del servicio de inteligencia, Hakan Fidan, un hombre de Erdogan, la ruptura se consumó. El mandatario turco trató de cerrar las instituciones educativas del movimiento Gülen, y este respondió de forma audaz: ordenando el arresto y procesamiento de numerosas personas del entorno de Erdogan por corrupción.

Si Erdogan hubiese dudado entonces, habría caído. En lugar de eso, calificó las operaciones policiales de “golpe de Estado encubierto”, llevó a cabo una gigantesca purga de aquellos funcionarios responsables de estos procesos judiciales, sustituyéndolos por otros más afines, y tildó al movimiento Gülen de “estado paralelo”. Poco después, este pasaría a ser etiquetado oficialmente de “organización terrorista de Fethullah Gülen”. Desde entonces, la guerra entre ambos ha sido encarnizada.

Es posible que, efectivamente, exista un sector del ejército infiltrado por los gülenistas que sea responsable de la intentona del viernes, como último recurso para acabar con Erdogan. Sin embargo, conociendo las relaciones de Gülen con los militares, y sabiendo que a menudo en Turquía las culpas se atribuyen más por conveniencia política que por afán de justicia, no tenemos ninguna razón para creer que el actual Gobierno turco tenga siquiera por un momento la intención de decir la verdad, aun en un caso tan grave.

El enfrentamiento de Erdogan con el 'Opus Dei' islamista de Gülen no siempre fue así: ambos conspiraron contra la élite laica militar


Puede ser, entonces, que se trate de una facción de las fuerzas armadas preocupada por el devenir del país, y que estuviese tratando de deshacerse del Ejecutivo islamista. Ese sería el caso, además, de todos los antecedentes golpistas en Turquía, y explicaría que un helicóptero de la fuerza aérea haya disparado contra la sede del MIT, el servicio de inteligencia turco, totalmente reformado por Erdogan en los últimos años para asegurar su lealtad.

Pero hay una tercera posibilidad, apuntada por muchos turcos según iban desarrollándose los acontecimientos: que todo se trate de un guion orquestado por ese mismo servicio secreto, con la connivencia de unas fuerzas armadas ya domesticadas. No hay que subestimar el poderoso símbolo que un golpe de Estado tiene en las cabezas del grupo de población que vota por Erdogan, los mismos que se opusieron al derrocamiento del islamista Mohamed Morsi en Egipto y que, en algunos casos, fueron represaliados por los militares en 1997. Así, el pueblo turco, echándose a las calles, habría triunfado donde fracasó el egipcio, salvando la “democracia” y reabriendo el aeropuerto para que su líder Erdogan pudiese aterrizar triunfalmente.

Que esta teoría esté ya circulando como un reguero de pólvora por las redes sociales turcas no es de extrañar: a los turcos, como a todas las sociedades del Mediterráneo oriental, les encantan las teorías de la conspiración. Pero es que la historia demuestra que, en Turquía, las conspiraciones existen: hoy sabemos que los supuestos disturbios contra los negocios y viviendas de ciudadanos griegos en septiembre de 1955, que culminaron en el exilio de casi toda la población griega de Estambul (el oscuro episodio que los griegos conocen como 'Septemvriana'), fueron en realidad organizados por el servicio secreto turco. Y en fecha más reciente, el propio Hakan Fidan fue grabado en secreto en unas conversaciones filtradas en internet, en las que proponía un atentado de falsa bandera contra soldados turcos para justificar una intervención militar en Siria. Por poner solo dos ejemplos entre muchos.

Según este argumento, entonces, Erdogan, o alguien de su entorno, habría preparado toda la operación con el propósito de disparar su popularidad en un momento de horas bajas, cuando ante la calamitosa situación económica del país se ha visto obligado a capitular ante el boicot económico impuesto por Vladimir Putin. Así, como salvador de la democracia turca, podría convocar -y ganar- un referéndum popular sobre una nueva constitución que consagre el cambio de sistema político desde el actual modelo parlamentario hacia un presidencialismo fuerte. Y de paso, deshacerse de unos cuantos enemigos: a su regreso a Estambul, ya en el mismo aeropuerto, habló de la necesidad de “limpiar el Ejército”.

Acuérdense de todo ello cuando Erdogan empiece a hablar de la necesidad de que Turquía adopte el modelo presidencialista en un referéndum. Lo hará, sin duda: incluso si él no está detrás del intento de golpe de Estado, sería estúpido si no aprovechase el momento.

Recep Tayyip Erdogan ha ganado el pulso que le echaron anoche algunos sectores del Ejército turco. Y sale muy reforzado, anunciando medidas contundentes contra los golpistas y afirmando que su líder pagará "delante de toda la nación" por lo acontecido. El mandatario turco, que se encontraba en uno de los peores momentos de su popularidad, llegó a decir ayer que el golpe de estado había sido una "bendición" porque le permitirá ampliar las purgas que lleva desarrollando en las Fuerzas Armadas, vinculadas de forma tradicional con un cierto laicismo entroncado con la herencia de Mustafá Kemal.

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