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El 'milagro alemán' pierde fuelle: la desigualdad se dispara en el país
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"es el país más desigual de europa"

El 'milagro alemán' pierde fuelle: la desigualdad se dispara en el país

Cada vez más estudios alertan sobre el posible final de la economía social y los riesgos que esto supone no solo para la estabilidad, sino también para el propio crecimiento

Foto: Un vagabundo pide limosna junto a una papelera en una zona peatonal de Dortmund, Alemania. (Reuters)
Un vagabundo pide limosna junto a una papelera en una zona peatonal de Dortmund, Alemania. (Reuters)

“En Alemania se vive mejor que en muchos otros estados, puesto que las condiciones de vida en el país son más justas. Alemania se ocupa de los más débiles y le da a todo el mundo una oportunidad. Muchos creen que Alemania es así. Sin embargo, los hechos muestran otra realidad. Alemania es, en muchos aspectos, el país más desigual de Europa. Casi en ningún otro lugar de Europa los salarios, el patrimonio y las oportunidades están tan desigualmente repartidos".

Este es uno de los primeros y provocativos párrafos de 'Lucha por la distribución. Por qué Alemania es cada vez más desigual', el último y reciente libro de Marcel Fratzscher, presidente del Instituto para la Investigación Económica (DIW), uno de los centros de análisis económico de referencia de la primera economía europea. En su obra, Fratzscher ofrece un análisis bastante más crítico y pesimista sobre la economía germana que la imagen de la que suele gozar la locomotora económica de la UE fuera de sus fronteras.

Alemania sigue siendo, sin duda, una potencia económica y exportadora, pero las crecientes desigualdades amenazan con acabar con lo que queda de la celebrada economía social de mercado, modelo nacido tras la Segunda Guerra Mundial y corresponsable del conocido como milagro económico germano de posguerra. Según el director del DIW, si Alemania no corrige su rumbo, la ya enorme brecha existente entre la parte más rica de la sociedad alemana y sus clases medias y pobres podría suponer en un futuro no muy lejano serios problemas para el crecimiento y la productividad del país.

Según la OCDE, el 10% más rico posee el 60% del patrimonio privado de Alemania

Uno de los últimos informes sobre desigualdad de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) acaba con las posibles sospechas de que un marcado posicionamiento ideológico izquierdista se esconde tras la tesis del libro de Fratzscher: según el informe, Alemania se encuentra en efecto en el grupo de estados miembro de la OCDE con una mayor concentración de la riqueza: el 10% más rico de la población posee el 60% del patrimonio privado del país, mientras que el 40% más pobre prácticamente no tiene nada. Cifras que colocan a Alemania más cerca del modelo económico estadounidense que del escandinavo, pese a la situación geográfica del país.

La OCDE viene advirtiendo desde hace tiempo de que la creciente desigualdad está teniendo un caro precio para el mundo industrializado: según los autores del mencionado informe, la desigualdad, en constante aumento desde 1985, ha provocado que 19 países de la OCDE dejasen de crecer casi un 5% entre 1990 y 2010. Como apunta el propio Marcel Fratzscher, al igual que ocurre con un excesivo igualitarismo, una excesiva desigualdad también tiene un impacto negativo en el crecimiento y en la productividad de las economías. Alemania tampoco escapa a esa espiral.

Con más de cinco millones de desempleados (un 12% de la población activa) y un importante remanente de parados de larga duración, Alemania recibió a principios de este siglo el título de “enfermo de Europa”. El entonces Gobierno federal rojiverde del canciller socialdemócrata Gerhard Schröder introdujo un paquete de medidas popularmente conocido como Agenda 2010 que, fundamentalmente, recortaba el gasto público, endurecía el acceso a los programas de ayuda social y flexibilizaba el mercado laboral.

Un tercio de trabajadores precarios

Más de 10 años después, la cifra de desempleados está por debajo de los tres millones de personas y la tasa de paro, levemente por encima del 6% de la población activa. Desde 2010, se han creado alrededor de tres millones de puestos de trabajo. La recuperación del mercado de trabajo en Alemania es una realidad. Sin embargo, también lo es el fenómeno del trabajador pobre. Llama la atención, por ejemplo, que el crecimiento del PIB y de las cifras de exclusión social sean realidades paralelas en la actual Alemania.

Como apuntan estadísticas recientes de la Oficina Federal de Empleo, oficialmente más de tres millones y medio de personas cuenta con un subempleo, un 'minijob' o cualquier otro trabajo de pocas horas a la semana y, por tanto, poco o insuficientemente remunerado. Es lo que economistas alemanes califican de “ocupación atípica”; un eufemismo que parece querer evitar el concepto de 'trabajo precario'. Fratzscher va incluso más allá y apunta que más de un tercio de todos los trabajos en Alemania son temporales o parciales, de forma que las cifras de ocupación atípica en la locomotora económica europea superan la media de los países industrializados.

“La Agenda 2010 fue una reforma dura pero necesaria. Ha contribuido a prácticamente reducir a la mitad el desempleo e integrar a muchas personas en el mercado laboral”, asegura Marcel Fratzscher a El Confidencial. “Sin embargo, estas reformas están inacabadas porque olvidaron ayudar a las personas más desprotegidas a acceder a una buena educación. Uno de los mayores problemas para los olvidados de la Agenda 2010 es que muchos no cuentan con una formación profesional o ni siquiera con un título escolar”.

Los sectores altamente especializados y orientados a la exportación ofrecen trabajos bien remunerados y seguros; mientras, sectores lastrados por la baja productividad acumulan precariedad

Las reformas de corte neoliberal introducidas por el Gobierno de Schröder hace más de una década parecen haber dualizado el mercado laboral alemán: los sectores altamente especializados y orientados a la exportación de bienes como la maquinaria, los productos químicos o los automóviles ofrecen trabajos bien remunerados y seguros; mientras, sectores como el de servicios, lastrados por la baja productividad y con muchos trabajadores poco cualificados, son los que acumulan la precariedad, los peores sueldos y la mayor pobreza laboral. Allí se concentra la bautizada como ocupación atípica. Muchos de los trabajadores del sector servicios en Alemania (muy poco sindicalizado y, por tanto, con poca o nula capacidad de negociación colectiva) dependen, no en vano, de las ayudas sociales del Estado para completar sus salarios.

Esa dualización del mercado laboral no deja de ser una expresión más de la creciente desigualdad que lastra la economía germana y que, según Fratzscher, comienza a tener ya un impacto político en la mayor economía europea. “El creciente extremismo político en muchos países industrializados, también en Alemania, es con seguridad en parte resultado de la creciente desigualdad. Para partidos de extrema derecha como Alternativa para Alemania (AfD), es incluso importante que cada vez más personas dependan del Estado. En Alemania oriental, por ejemplo, la mitad de los hogares reciben ayudas públicas. En ese escenario de dependencia, no es difícil para los populistas atizar los miedos. Precisamente eso está ocurriendo con el tema de los refugiados en Alemania, pues muchas personas se preguntan si podrán seguir recibiendo en el futuro suficiente apoyo del Estado”, apunta Marcel Fratzscher a El Confidencial.

La entrada con fuerza de los derechistas de AfD en el tablero político alemán, que pone en peligro los equilibrios tradicionales del sistema de partidos del país, parece ser así una señal del silencioso desgaste sufrido por la clase media alemana; al fin y al cabo, la estabilidad política depende de una clase media fuerte, fenómeno que va inevitablemente unido a la cohesión social a través de la contención de la desigualdad. Un reciente estudio del DIW apunta, por ejemplo, que las clases medias de Estados Unidos y Alemania se hunden a un ritmo muy similar. Analistas políticos a ambos lados del Atlántico ya trazan de hecho paralelismos entre fenómenos políticos aparentemente tan dispares como el candidato republicano a la Casa Blanca Donald Trump y los derechistas alemanes de AfD.

¿Causas de la desigualdad?

Las críticas a la explosiva tesis ofrecida en su último libro por Marcel Fratzscher no se han hecho esperar: economistas liberales la critican por catastrofista. Sin embargo, Fratzscher no está solo: hace tiempo que voces de la economía, la religión, la política y el sindicalismo vienen alertando de la creciente desigualdad en el reparto de la riqueza en el país. “Mientras los ricos acumulan cada vez más patrimonio, un tercio de la población adulta en Alemania es demasiado pobre para ahorrar o incluso tiene deudas”, dijo el pasado 1 de mayo Reiner Hoffmann, presidente de la Confederación de Sindicatos Alemanes (DGB), la mayor organización sindical del país.

Para Fratzscher, las causas de la creciente desigualdad en Alemania están claras: gran carga impositiva sobre las rentas del trabajo e insuficiente gravamen a las rentas del capital, insuficiente inversión en educación, poca movilidad social debida en parte a un sistema educativo que marca demasiado pronto el futuro sociolaboral de los jóvenes, enorme pero ineficiente redistribución de la riqueza a través de transferencias sociales financiadas con un sistema impositivo muy mejorable, así como falta de igualdad real de oportunidades, entre otras muchas razones.

Fratzscher ofrece una receta alejada del paradigma tradicional de la izquierda: un Estado más delgado pero más eficiente a la hora de distribuir la riqueza

Paradójicamente, para combatir la desigualdad, el presidente del DIW ofrece una receta que se aleja del paradigma tradicional de la izquierda: en lugar de un Estado más grande y una burocracia más enrevesada, Fratzscher apuesta por un Estado más delgado pero también más eficiente a la hora de redistribuir la riqueza.

“El mensaje central de mi libro es muy simple: la enorme desigualdad es dañina económica y socialmente; sin embargo, la solución no está en una mayor redistribución, sino en más igualdad de oportunidades”, apunta el economista. “A los políticos de izquierda les gusta la parte del libro que critica la desigualdad, pero rechazan la solución. Mientras, los políticos liberales y conservadores no tienen problema alguno con la desigualdad, pero apuestan por una mayor igualdad de oportunidades. Y ahí está el dilema: temo que se acaben imponiendo las voces que quieren más impuestos y más redistribución sin que ello vaya a garantizar una mayor igualdad y un mejor acceso a la educación para las personas socialmente más débiles”.

Más allá de las discusiones sobre cuál es la receta contra la creciente desigualdad, el diagnóstico que Fratzscher hace del actual modelo económico alemán es simplemente demoledor: “La economía social de mercado, que aseguraba la protección social de todos, ya no existe. La nueva economía de mercado alemana muestra su auténtico rostro a través de una gran desigualdad. Alemania se encuentra en un momento crucial. Solo podremos mantener nuestro liderazgo si cuidamos y conservamos nuestro capital más importante: las personas”.

“En Alemania se vive mejor que en muchos otros estados, puesto que las condiciones de vida en el país son más justas. Alemania se ocupa de los más débiles y le da a todo el mundo una oportunidad. Muchos creen que Alemania es así. Sin embargo, los hechos muestran otra realidad. Alemania es, en muchos aspectos, el país más desigual de Europa. Casi en ningún otro lugar de Europa los salarios, el patrimonio y las oportunidades están tan desigualmente repartidos".

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