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La receta de Merkel para Alemania: más gasto social y menos reformas estructurales
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La receta de Merkel para Alemania: más gasto social y menos reformas estructurales

España, Grecia, Portugal, Francia e Italia recortan gasto social y aplican reformas estructurales siguiendo el "Diktat" de Berlín. Mientras, Merkel hace lo contrario de forma silenciosa pero progresiva

Foto: Angela Merkel, durante la ceremonia de apertura de la Feria Tecnológica de Hanover (Reuters).
Angela Merkel, durante la ceremonia de apertura de la Feria Tecnológica de Hanover (Reuters).

"Todos los Estados miembros deben comprometerse con las reformas estructurales y la consolidación fiscal para corregir los problemas de raíz". Esta frase de la Canciller alemana, Angela Merkel, podría haberse pronunciado ayer. U hoy mismo. Pero la canciller la soltó en Bruselas en noviembre de 2012, cuando en la Eurozona caían chuzos de punta.

Ahora la situación ha mejorado y la estabilidad se ha afianzado. Pero el ajuste presupuestario y las reformas para mejorar la competitividad de las economías siguen siendo dos conceptos fetiche que se repiten sin excepción en todas las apelaciones de Merkel a sus socios. Como un mantra. Es la vía de Berlín hacia la recuperación.

Por esta senda han desfilado, en primer lugar, los países que tuvieron que ser rescatados. Grecia (cuyo nuevo Ejecutivo cuestiona ahora los ajustes y reformas pactados por sus antecesores) y, con similar dolor pero menos aspavientos gubernamentales, Irlanda, Portugal y España. Pero también otros en dificultades, incluidas la segunda y tercera mayores economías de la Eurozona, Francia e Italia.

Pese a sus reticencias iniciales y su recurso a la soberanía nacional, París y Roma han acabado ajustándose, a su manera, al paso que marca Berlín a falta de una alternativa consolidada (al menos en el Viejo Continente) a las propuestas de la canciller.

placeholder Miembros del partido conservador CSU bebiendo cerveza en una fiesta tradicional de Baviera (Reuters)
Miembros del partido conservador CSU bebiendo cerveza en una fiesta tradicional de Baviera (Reuters)

Merkel, poniendo a su país de paradigma, asegura que sobre esos dos pilares se asienta el éxito de la locomotora alemana. Que reformas y ajustes explican tanto la rápida recuperación de la economía alemana tras el mazazo de la crisis financiera internacional de 2008 como la solidez actual de sus fundamentales. Y no duda en esgrimir ante Europa las cuentas de su Gobierno.

Si los presupuestos estatales de Alemania (que incluyen los federales, los de "Länder" y municipios, y la caja de la Seguridad Social) están en números verdes desde 2012, los presupuestos federales (que llevaban cuatro décadas cerrando en rojo) prevén para este año un ligero superávit. Los del año pasado ya lo lograron, aunque de forma inesperada, gracias al viento de cola que supuso el aumento del empleo, el desplome del crudo y la caída de los intereses de la deuda.

Además, a Merkel le gusta recordar que fue en su primera legislatura, en los compases iniciales de su primera "gran coalición" de conservadores y socialdemócratas, cuando se aprobó la reforma constitucional de 2009 que incluyó en la Ley Fundamental el denominado "freno de la deuda", un instrumento que luego han adoptado, a instancias de Berlín, otros países europeos, como España.

En el caso alemán, el freno de la deuda obliga al Gobierno federal a no incurrir en déficit superiores al 0,35% del PIB a partir de 2016, tras un período de progresiva adaptación. El fiel aliado de la canciller en esta batalla contra el endeudamiento, el ministro de Finanzas Wolfgang Schäuble, lo ha logrado. Incluso antes de tiempo.

placeholder El primer ministro griego, Alexis Tsipras, en un encuentro con Angela Merkel (Efe).
El primer ministro griego, Alexis Tsipras, en un encuentro con Angela Merkel (Efe).

El pilar ausente

Pero la apuesta de Merkel, como ella no se cansa de repetir, se basa en dos pilares, y en torno al segundo, el de las reformas, se está haciendo más bien poco en Alemania. Eso es lo que empiezan a criticar crecientemente economistas, empresarios y políticos de ideología liberal de la mayor economía europea. Muchos de ellos aplaudieron en un primer momento a la canciller, pero ahora se sienten traicionados.

De poco vale decir que Alemania ya acometió importantes ajustes en la pasada década con la controvertida Agenda 2010, una batería de reformas estructurales y recortes en las prestaciones sociales que implementó a partir de 2004 el anterior canciller, el socialdemócrata Gerhard Schröder. El ministro de Economía, Sigmar Gabriel, señaló recientemente que este paquete era "un paseo estival" comparado con las condiciones pactadas en los rescates griegos. Y la propia Merkel ha repetido en varias ocasiones que la política de reformas es un proceso continuo que nunca acaba.

Las advertencias contra la deriva de Merkel comenzaron al poco de arrancar su tercera legislatura. El acuerdo de gobierno que firmaron en noviembre de 2013 el bloque conservador de Merkel y el Partido Socialdemócrata (SPD) apostaba, a nivel europeo, por combinar "reformas estructurales para lograr una mayor competitividad" y "una estricta y sostenible consolidación presupuestaria", pero tenía otros planes para Alemania.

Otra sensibilidad: en nombre de la "justicia social" que exigían los socialdemócratas para entrar en el Ejecutivo, Merkel aceptó incluir en el programa conjunto una serie de mejoras de los beneficios sociales, y hasta cuestiones a las que se había opuesto frontalmente con anterioridad.

Uno de los temas estrella fue, por polémica y consecuencias, la introducción del salario mínimo interprofesional. Curiosamente, el debate sobre su puesta en marcha en Alemania coincidió en gran medida con las peticiones de Berlín, sobre todo a los países del sur de la eurozona, de flexibilizar su mercados laboral para combatir el paro. El primer suelo salarial general de la historia de Alemania (8,5 euros/hora) ha obligado a revisar las condiciones laborales de unos 3,7 millones de trabajadores, según los cálculos del Ministerio de Trabajo. Pero hay mucho más.

En el último año y medio, el Gobierno alemán ha rebajado a 63 la edad de jubilación para aquellos con 45 años cotizados y ha mejorado las pensiones para algunas madres jubiladas. También ha actualizado las cuantías de varios tipos de prestaciones sociales y ha ampliado las ayudas a las personas mayores dependientes. Además, ha subido las pensiones este año (un 2,1% en el oeste y un 2,5% en el este) claramente por encima de la inflación –que cerró el año pasado con un aumento del 0,9%–, poniendo fin a años de contención. Schäuble anunció recientemente que las partidas sociales seguirán en los próximos años llevándose entre el 51 y el 52% del presupuesto federal.

placeholder Mariano Rajoy, Angela Merkel y Francoise Hollande, durante un encuentro de jefes de estado europeos. (Reuters).
Mariano Rajoy, Angela Merkel y Francoise Hollande, durante un encuentro de jefes de estado europeos. (Reuters).

Marcha atrás en las reformas

Las críticas a esta reorientación de la política económica doméstica se repiten desde que arrancó la tercera legislatura de Merkel. Los "cinco sabios", un consejo de expertos independientes que asesora al Gobierno, achacó a estas medidas el estancamiento de la economía alemana a mediados del año pasado, cuando la locomotora estuvo a punto de entrar en recesión. La industria y la patronal, como era previsible, también han criticado abiertamente estas medidas. Hasta el ala liberal de la CDU, el partido de Merkel, las ha considerado dañinas para la economía nacional.

El más demoledor a este respecto es el "Barómetro de reformas", publicado este abril por el Instituto de la Economía Alemana (IW), un conocido centro de estudios liberal que realiza con carácter anual este informe en colaboración con otras instituciones europeas. Su introducción al capítulo alemán no deja lugar a las dudas: "En los últimos años el Gobierno alemán ha exigido a sus socios europeos más celeridad con las reformas. Esto tenía buenas razones, ya que muchos debían poner a punto sus políticas de reformas. Pero se puede asimismo constatar que la política del Gobierno alemán no se puede ver como un ejemplo para sus socios. Ya en 2013 pisó el Gobierno el freno de las reformas. Y en 2014 ha puesto la marcha atrás".

Alemania se ha podido permitir este cóctel de consolidación del presupuesto y gasto social gracias a una beneficiosa combinación de diversos factores internos y externos. Por un lado, la tasa de desempleo está próxima a valores mínimos históricos y las cifras de población con trabajo se mueven en cifras récord desde la reunificación del país. La tasa de paro cayó en marzo hasta el 6,8%, la menor en 24 años, lo que llevó el número de desempleados por debajo de la barrera psicológica de los tres millones. Además, Alemania superó por primera vez los 43 millones de ocupados en 2014, lo que supone algo más de la mitad de la población total. Con un mercado laboral en ebullición, los ingresos tributarios de la mayor economía europea se han disparado, incluso por encima de sus previsiones del Ejecutivo.

Un segundo factor es el derrumbe de los intereses que debe pagar Alemania por colocar su deuda. Si los tipos comenzaron a caer en los albores de la crisis de la deuda, ya que los bonos alemanes se percibían como un valor refugio en tiempos tormentosos, el desplome de la inflación en la zona euro y la artillería desplegada por el Banco Central Europeo con su programa de compra de deuda han llevado los títulos soberanos a mínimos históricos. El Tesoro alemán lleva colocando deuda a corto plazo a tipos negativos desde 2012 y, en los últimos meses, también deuda a medio plazo. A principios de abril colocó deuda a dos años por valor de 3.290 millones de euros a una tasa de interés del -0,28 %.

Un reciente estudio del Instituto para la Economía Mundial (IfW) estimaba que Alemania se ha ahorrado, debido a la caída de los tipos de su deuda, unos 80.000 millones de euros entre 2009 y 2014. Y agregaba que de aquí a 2030 se va a ahorrar la misma cantidad. El mayor ahorro, según este cálculo, se va a producir este año, debido a los efectos del Plan Draghi y la baja inflación. En total, unos 20.000 millones de euros que las arcas públicas alemanas no van a tener que desembolsar.

Pero ¿hasta cuándo?

Efectivamente, las cuentas le cuadran a la canciller y le permiten no predicar con el ejemplo. La pregunta en boca de muchos es: ¿hasta cuándo? El propio IfW advertía de los riesgos que intuye para la economía alemana en la próxima década. Entonces confluirán un brusco aumento de los intereses de la deuda alemana, de regreso a sus valores promedio (entre el 3 y el 4,5% entre 1999 y 2008), y un fuerte repunte de las jubilaciones, que reducirán los ingresos vía impuestos al trabajo y elevarán el montante total destinado a pensiones. Varios organismos, entre ellos la OCDE, ya han advertido a Alemania del "reto" político que supone el cambio demográfico en una de las poblaciones más envejecidas del mundo.

"Todos los Estados miembros deben comprometerse con las reformas estructurales y la consolidación fiscal para corregir los problemas de raíz". Esta frase de la Canciller alemana, Angela Merkel, podría haberse pronunciado ayer. U hoy mismo. Pero la canciller la soltó en Bruselas en noviembre de 2012, cuando en la Eurozona caían chuzos de punta.

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