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En la lista negra: así viven los periodistas pro-OTAN amenazados de Serbia
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acoso, intimidaciones y agresiones

En la lista negra: así viven los periodistas pro-OTAN amenazados de Serbia

Aquellos que denuncian la connivencia entre mafias, ultranacionalismo y corrupción política son hostigados sin descanso. Los más amenazados tienen que vivir bajo protección

Foto: Partidarios del ultranacionalista serbio Vojislav Seselj en una protesta en Belgrado, el 24 de marzo de 2016 (Reuters)
Partidarios del ultranacionalista serbio Vojislav Seselj en una protesta en Belgrado, el 24 de marzo de 2016 (Reuters)

Por razones de seguridad, para entrevistar a Jelena Milic no solo hay que haberla conocido con anterioridad, sino que se debe contactar con un determinado número, muy privado, establecer la cita en el último minuto y esperar hasta que llegue el sí. Porque Milic ya no es una mujer libre de moverse con soltura. Desde hace poco más de una semana, delante de su residencia en Belgrado, estacionan un vehículo lleno de agentes que la observan de cerca y la acompañan cuando sale. Siempre. Son sus escoltas, los que le puso la policía tras una lluvia de amenazas que empezaron a llegar el año pasado y se intensificaron en las últimas semanas. La razón son las ideas que promueve.

“Fue una decisión del ministerio de Interior. Me llamó el ministro y me dijo que tendría escolta. Yo no la pedí, pero la acepté porque no me siento a salvo. Poco antes había presentado una denuncia, la enésima. En el último año, junto con mi abogado, habré presentado 10 ó 12; todas, por las amenazas que me han hecho. ¿Por qué me odian? Odian todo de mí”, explica.

Jelena Milic es excéntrica, habladora, controvertida. Pelirroja, alta y delgada, Jelena Milic fue miembro de las Madres de la Resistencia en Serbia, en los años locos de Slobodan Milosevic, oponiéndose a éste. Hoy tiene cuarenta y tantos y gruñe un poco: es una ferviente defensora de sus ideas, apoya la Organización del Tratado del Atlántico del Norte (OTAN), critica la “creciente putinización” de los Balcanes -en referencia a la influencia de Rusia en la región- y no escatima en reproches contra el primer ministro serbio, el nacionalista Alexander Vucic. Es directora del Centro de Estudios Euro-Atlánticos (CEAS), un centro de análisis geoestratégico, participa con frecuencia en conferencias europeas e internacionales como analista, y se considera, afirma, pacifista y apolítica.

Más allá de la simpatía que se tenga (o no) por las opiniones de esta mujer, el tema es que el de Milic no es un caso aislado en Serbia. Más bien lo contrario. Periodistas, intelectuales, opositores políticos y analistas que se ocupan de temas considerados sensibles en el país -crimen organizado, corrupción, política, crímenes de las guerras de los 90 y cada vez más también la presencia de la OTAN y de Rusia en la región- son acosados en Serbia. Más aún cuando se acercan citas puntuales, como las elecciones parlamentarias adelantadas que el país celebra el próximo 24 de abril.

La Comisión Europea, por ejemplo, dice en su informe anual de progreso sobre Serbia [para la Adhesión a la Unión Europea] de noviembre de 2015: “No se ha hecho ningún progreso en el último año (…). No hay plena libertad de expresión (…). La violencia y las amenazas contra periodistas siguen preocupando”. Y añade la CE: “Varios periodistas han sido puestos bajo protección, pero sin que se eliminaran las causas que llevaron a que se tomaran dichas medidas“.

Impunidad para los agresores

En esta línea coincide Human Rights Watch (HRW), que en su informe de 2015 afirma: “las amenazas, las intimidaciones, las agresiones y otras formas de interferencias políticas” son frecuentes. Y más aún. Según la Asociación de Periodistas Independientes de Serbia (NUNS), hubo 34 ataques verbales y físicos contra los informadores en 2015. “Los actos de humillación del Gobierno contra periodistas fueron récord el pasado año”, afirma el secretario de NUNS, Svetozar Rakovic. El pasado 16 de enero, una escena de este tipo llegó a la prensa internacional: la reportera Tamara Bojic estaba hablando ante la cámaras de su canal, haciendo una crónica meteorológica en la ciudad de Novi Sad, cuando un desconocido se acercó a ella enseñándole una pistola. En este contexto, en enero pasado, centenares de periodistas serbios salieron a la calle durante varios días en 15 ciudades del país.

Según Vladimir Todoric, responsable de las Relaciones Internacionales del Partido Demócrata (DS) -de centro-izquierda, creado en 1989, poco antes de la desintegración de Yugoslavia-, una situación similar es la que enfrentan los opositores políticos. “En Serbia, ser un periodista, un intelectual o un opositor que critica el Gobierno equivale a correr serios riesgos. A finales de marzo, varios líderes de DS fueron agredidos en la calle por desconocidos, en pleno día”, denuncia, argumentando que, a pesar de que incluso haya un vídeo, ningún atacante ha sido responsabilizado por los hechos

Agresión contra líderes del Partido Democrático de Serbia

Según varios analistas, a pesar de que el telón de fondo es un gobierno nacionalista en el poder, el de Vucic, y que haya aún heridas abiertas del pasado -los juicios en La Haya contra varios criminales de guerra serbios, como el de Radovan Karadzic o el de Ratko Mladic, cuyo veredicto debería producirse este año- hay aspectos nuevos y viejos en esta situación. Se amalgaman corrupción y una clase política todavía poco dada a aceptar críticas, una influencia de los poderes económicos desmedida en algunos aspectos y la repercusión que todavía tienen algunas retóricas ultranacionalistas sobre las franjas más humildes del país. Vucic, por ejemplo, rechaza todas las acusaciones que han sido hechas contra él, pero aun así portales de investigación como el reconocido "Balkan Insight" han denunciado repetidas agresiones por parte de miembros de su Gobierno.

Una nueva ley para regular los medios de comunicación fue aprobada hace dos años, pero los observadores consideran que todavía no ha sido implementada adecuadamente. Y, además de ello, una práctica nueva pero cada vez más común son los insultos de tabloides y blogs pro-gubernamentales contra periodistas e intelectuales que investigan de manera independiente, relacionado con el creciente sensacionalismo de los medios. Algo que, en última instancia, termina siendo 'periodistas que atacan otros periodistas'.

Stevan Dojčinović, editor jefe del portal Krik, tuvo una experiencia de este tipo. Una mañana de marzo se despertó y encontró que en las páginas de un tabloide llamado Informer lo tildaban de “espía francés” con tendencias sadomasoquistas, después de que su diario publicara reportajes sobre la fortuna de la familia de Vucic, y sobre el alcalde de Belgrado, Sinisa Mali. Su caso provocó la repulsa de las organizaciones de informadores independientes, que incluso lanzaron una campaña de defensa a su favor. También se creó el hashtag podrziKRIK# (apoyen a Krir). Similares denuncias han llegado también de parte de BIRN y Center for Investigative Journalism Serbia (CINS).

placeholder Captura de pantalla del video en el que un individuo saca un arma delante de la reportera serbia Tamara Bojic
Captura de pantalla del video en el que un individuo saca un arma delante de la reportera serbia Tamara Bojic

"Puta, traidora, antipatriota"

Milic recibió la escolta después de haber sido objeto durante casi un año de repetidos ataques verbales en redes sociales y en algunas páginas webs. Su nombre incluso apareció en una lista en Internet, con un lema revelador por sí mismo: “Las 30 personas que más odian a Serbia”. La página de su organización sufrió un severo ataque contra su servidor de internet. Y en febrero pasado también publicaron fotografías de ella y de su hija adolescente, acompañadas de insultos y amenazas de muerte.

“Me llamaron puta, traidora, antipatriota, pagada por [el controvertido multimillonario y muy activo en el espacio post-comunista, George] Soros. Nadie, sin embargo, fue arrestado. Nadie en todo este año. Es eso lo que ocurre en este país, la libertad de expresión y de prensa no está garantizada y la cosa va a peor”, afirma, Milic.

La analista dice que sus agresores fueron identificados y son viejos conocidos de las fuerzas del orden, relacionados con el ala nacionalista de la derecha más extrema que hay en Serbia. Por ello, desde que su caso se hizo conocido, la llamaron numerosos colegas, pero ella se ha negado a dar entrevistas a la mayoría de los medios serbios. Entre otras razones, dice, pues le preocupa que se revelen detalles de su seguridad que pongan en riesgo la vida de sus hijos.

No es la única en esta situación. En su reporte, HRW cita, entre otros, el caso (también condenado por la OSCE) de Davor Pasalic, editor de la agencia FoNet News, quien en julio de 2014 fue brutalmente golpeado por desconocidos que lo llamaron ‘fascista croata’; Druga Strana, periodista de Teleprompter, quien sufrió ataques cibernéticos tras criticar la respuesta del Gobierno ante las inundaciones de ese mismo año, y Srdjan Skoro, antiguo editor del diario Vecernje Novosti, quien fue despedido de su puesto en circunstancias similares. Otro caso célebre es el de Brankica Stankovic, conocida periodista de investigación del canal de televisión B92, quien está bajo protección desde 2009 tras revelar oscuros nexos entre la clase política, aficionados de fútbol del equipo Partizan y crimen organizado, y que recientemente ha manifestado su voluntad de que se le retire la escolta por lo difícil que es ejercer su labor en esas condiciones.

“Otra novedad son hoy las herramientas que pone a disposición la tecnología que amplifican el fenómeno”, razona Milic. “No sé qué ocurrirá ahora. Vivo en la incertidumbre. La diferencia con el pasado es que ahora esta gente puede difundir tu cara, dónde vives, dónde almuerzas, y esa información se extiende con una velocidad increíble entre un indeterminado número de personas. Así es internet”, considera. En un mundo ya en estado perenne de ciberguerras, Milic es, de alguna forma, una víctima 3.0.

Por razones de seguridad, para entrevistar a Jelena Milic no solo hay que haberla conocido con anterioridad, sino que se debe contactar con un determinado número, muy privado, establecer la cita en el último minuto y esperar hasta que llegue el sí. Porque Milic ya no es una mujer libre de moverse con soltura. Desde hace poco más de una semana, delante de su residencia en Belgrado, estacionan un vehículo lleno de agentes que la observan de cerca y la acompañan cuando sale. Siempre. Son sus escoltas, los que le puso la policía tras una lluvia de amenazas que empezaron a llegar el año pasado y se intensificaron en las últimas semanas. La razón son las ideas que promueve.

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