Es noticia
Los tentáculos de Rusia en los Balcanes
  1. Mundo
serbia, montenegro y la república srpska

Los tentáculos de Rusia en los Balcanes

Montenegro mira hacia la OTAN y Rusia reacciona. Sus últimos movimientos en los Balcanes se remontan a la anexión de Crimea, que dio paso a las sanciones de EEUU y la UE contra Moscú

Foto: Ciclistas se reflejan en una ventana del 'Putin bar', en Novi Sad, Serbia, el 10 de octubre de 2014 (Reuters).
Ciclistas se reflejan en una ventana del 'Putin bar', en Novi Sad, Serbia, el 10 de octubre de 2014 (Reuters).

La revuelta empezó como una protesta contra Milo Djukanovic, el primer ministro montenegrino, en el poder desde hace décadas y no exento de sospechas de todo tipo -tanto, que años atrás incluso una fiscalía italiana lo investigó por tráfico de tabaco-. “Milo, ladrón”, gritaban los manifestantes en Podgorica, la capital, en lo que pronto se transformó en una trifulca de calado mayor. Acabó, el pasado 25 de octubre, con decenas de heridos en enfrentamientos entre los manifestantes y la policía. Fue entonces cuando, desde el Gobierno de Djukanovic, se procedió a acusar a Rusia de estar detrás de la protesta; esto, porque han aumentado los indicios que apuntan a que Montenegro podría entrar en la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y Rusia, que posee allí un pequeño bastión, se opone. "Hubo ese tipo de declaraciones (…) pero nosotros reaccionamos diciendo que son bastante extrañas", respondió entonces el portavoz del Kremlín, Dmitri Peskov, a lo que el Gobierno de Montenegro siguió insistiendo, manteniendo así incendiaria una situación que no se ha calmado aún.

La sucesión de los hechos estuvo, pues, en sintonía con lo que suele ocurrir cuando la OTAN se acerca a un país próximo a Rusia, o que Rusia considera próximo -caso de Montenegro, una nación muy extraña, donde usan el euro sin estar en la Unión Europea, pero también viven, invierten o van de vacaciones miles de rusos-. Pero la novedad es que ahora, debilitada por las sanciones europeas y estadounidenses a causa del conflicto en Ucrania y preocupada por mantener su peso geoestratégico, Rusia mueve ficha en países donde su presencia le permite asomarse al Mediterráneo. En particular, aquellos países en los cuales ya tiene proximidad histórica, cultural y religiosa (ortodoxa), lo que incluye en los Balcanes a las eslavas Serbia, Montenegro y República Srpska (RS), la entidad que forma parte de Bosnia y Herzegovina.

En el caso de Montenegro, Rusia ha repetido en diversos contextos y circunstancias que ve con muy malos ojos la entrada de Montenegro en la OTAN, a pesar de ser el país balcánico el promotor. “La inhóspita cara de Montenegro”. Así se titulaba en abril de 2014 un largo artículo del diario progubernamental ruso 'Rossiiskaya gazeta', en el que se hacía un recuento de todo lo que Moscú ha invertido en estos años en el país y se criticaban los anhelos de 'euroamericanización' de Montenegro. “Después de la separación de Montenegro de Serbia en 2006, fue el dinero ruso el que permitió que una empobrecida provincia yugoslava se transformara en un campeón europeo en lo que concierne a inversiones y a ofrecer una vida lo suficientemente confortable”, se leía en el periódico. En esta misma línea, otro informe, titulado 'Montenegro: el precio de la integración europea', a cargo de la Universidad Estatal de Moscú, sugería que, para persuadir a la UE de que están combatiendo el crimen y la corrupción, los montenegrinos empezarán a “alejar a las compañías rusas y expropiar a las propiedades rusas” en el país.

Más aún. Incluso el Ministerio de Relaciones Exteriores de Moscú, en una nota oficial, calificó el anhelo de Montenegro de entrar en la OTAN como “muy decepcionante” y “contrario a las profundas relaciones de amistad y entendimiento entre las personas de ambos países (Montenegro y Rusia)”, en el comunicado emitido en relación a un viaje de Djukanovic a EEUU.

La 'putinización' de Serbia

Los últimos movimientos de Rusia en los Balcanes forman, en verdad, parte del pasado reciente. Se remontan al periodo posterior a la anexión rusa de Crimea y a la guerra en el Este ucraniano, que dieron paso a las sanciones de Estados Unidos y la Unión Europea contra Moscú. En esta óptica se tiene que leer también la serie de gestos entre Serbia y Rusia, ocurridos a partir del otoño de 2014. En concreto, la participación como 'huésped de honor' del presidente ruso, Vladímir Putin, en el fastuoso desfile militar celebrado en octubre de 2014 en ocasión del 70 aniversario de la liberación de Belgrado de las tropas nazis gracias a la ayuda del ejército de la Unión Soviética. Ocasión que Putin aprovechó para criticar a la UE, y en particular a EEUU, por su actuación en Ucrania, y recalcar su interés en mantenerse bien anclado en los Balcanes. Interés que, a diferencia de lo que ocurre en Montenegro, ha sido correspondido.

“Como en el pasado, Rusia ve a Serbia como un aliado cercano”, dijo Putin. “Serbia también considera a Rusia una gran aliada, y Serbia no pondrá en entredicho sus principios morales a causa de algunas actitudes negativas hacia Rusia”, le respondió un eufórico presidente serbio, Tomislav Nikolic, en la misma ceremonia. “Se trata de la 'putinización' de Serbia”, dijo entonces a esta periodista la analista serbia Jelena Milic.

Empezó así a hablarse de ejercicios militares conjuntos entre Rusia y Serbia, asunto al que la prensa serbia y regional dedicaron varias investigaciones, lo que terminó por suscitar la atención de Bruselas. Así, mientras la UE hacía lo suyo en el Mediterráneo -también bajo una buena dosis de secreto-, la portavoz de la Alta Representante de Política Exterior y Seguridad de la UE (Federica Mogherini), Maja Kocijancic, intervino sobre la cuestión. “En las actuales circunstancias” una misión conjunta ruso-serbia envía “una señal equivocada”, dijo Kocijancic. “Esperamos que Serbia actúe en sintonía con sus obligaciones fijadas por el proceso de adhesión a la UE”, añadió. Era agosto de este año.

A finales de octubre, el primer ministro serbio, Aleksandar Vučić, viajó de nuevo a Moscú acompañado por ocho ministros, oficialmente para firmar una serie de acuerdos bilaterales. Este encuentro se sumó a otros contactos entre las administraciones serbia y rusa mantenidos en el último año, en una tendencia que se ha hecho imposible de ignorar. Pues, además, como en otras ocasiones, Vučić se volvió a reunir con Putin el 29 de octubre. Todo mientras Kosovo -al que Serbia, con el apoyo ruso, se niega a reconocer como país independiente- daba un paso clave para su entrada en la Unión Europea, a través del Acuerdo de Estabilización y Asociación con la UE, ratificado por el Parlamento kosovar el 2 de noviembre.

“Serbia no tiene intención de entrar en la OTAN”, dijo el martes 3 de noviembre el embajador serbio en Rusia, Slavenko Terzic, según publicó la agencia Tass, en una pieza en la que también afirmaba que “la mayoría de los montenegrinos están en contra de entrar en la OTAN”. Esta situación está llevando a paradojas tan curiosas como que Serbia vaya a usar en los próximos días armas rusas para ejercicios militares en los que participará junto a fuerzas de la OTAN en Alemania, según informó la prensa local. Y, de igual modo, el país mantiene relaciones con los aliados de Rusia, como Azerbaiyán. Tanto que en 2011 incluso se erigió un monumento en honor del difunto Heydar Aliyev, el controvertido primer presidente del país después de la etapa soviética, en el parque Tasmajdan en Belgrado.

Un líder secesionista

En la esfera de los países balcánicos bajo la ‘órbita rusa’ hay, no obstante, también un tercer actor, que cada día está más presente y que quizá también es el más problemático. Se trata del líder de la entidad de mayoría serbia de Bosnia y Herzegovina, Milorad Dodik, el presidente de Republika Srpska (RS), quien también es un proclamado opositor a la entrada de esa entidad en la UE y en la OTAN.

Seguro de su continuidad en el poder, Dodik -quien, antes de ser presidente, fue primer ministro de ese territorio entre 1998 y 2001 y entre 2006 y 2010- lleva más de un año afirmando que va a celebrar un referendo para la escisión de RS de Bosnia y Herzegovina, algo que está provocando temblores en toda la región y en Europa. Esto porque Dodik -quien administra una zona con serios problemas económicos y por tanto necesita elementos de distracción- ya ha pasado de la teoría a la práctica y ha declarado que el próximo 15 de noviembre se llevará a cabo un referendo; se preguntará a los ciudadanos si aceptan deslegitimizar la autoridad del alto representante impuesto por la ONU en el país, establecido a través de los acuerdos de Dayton hace 20 años. A lo que luego, en 2016, seguiría un segundo referendo, esta vez claramente secesionista, según indicó Dodik, quien también mantiene contactos constantes con Putin.

La revuelta empezó como una protesta contra Milo Djukanovic, el primer ministro montenegrino, en el poder desde hace décadas y no exento de sospechas de todo tipo -tanto, que años atrás incluso una fiscalía italiana lo investigó por tráfico de tabaco-. “Milo, ladrón”, gritaban los manifestantes en Podgorica, la capital, en lo que pronto se transformó en una trifulca de calado mayor. Acabó, el pasado 25 de octubre, con decenas de heridos en enfrentamientos entre los manifestantes y la policía. Fue entonces cuando, desde el Gobierno de Djukanovic, se procedió a acusar a Rusia de estar detrás de la protesta; esto, porque han aumentado los indicios que apuntan a que Montenegro podría entrar en la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y Rusia, que posee allí un pequeño bastión, se opone. "Hubo ese tipo de declaraciones (…) pero nosotros reaccionamos diciendo que son bastante extrañas", respondió entonces el portavoz del Kremlín, Dmitri Peskov, a lo que el Gobierno de Montenegro siguió insistiendo, manteniendo así incendiaria una situación que no se ha calmado aún.

Montenegro OTAN
El redactor recomienda