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El hombre más poderoso de Turquía
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FETHULLAH GÜLEN, EL PEOR ENEMIGO DE ERDOGAN

El hombre más poderoso de Turquía

Fethullah Gülen, líder del movimiento Hizmet, está detrás de las recientes operaciones anticorrupción que amenazan con hundir al Gobierno de Erdogan

Foto: Fethullah Gülen, antiguo aliado de Erdogan y líder del movimiento Hizmet en una imagen de archivo (Reuters).
Fethullah Gülen, antiguo aliado de Erdogan y líder del movimiento Hizmet en una imagen de archivo (Reuters).

“Nunca he imaginado ser, o deseado que me eligieran, como alguien importante para el mundo. Siempre he tratado de ser un humilde servidor de Dios y un humilde miembro de la humanidad. Sin embargo, no soy indiferente a la apreciación de la gente amable”. Así se definía a sí mismo el teólogo turco Fethullah Gülen en una entrevista con la revista Foreign Policy, que acababa de designarle, para su propia sorpresa, “el intelectual más influyente del mundo”. Era el año 2008, y casi nadie, fuera de Turquía, había oído hablar de este personaje. Pero cuando esta publicación convocó a sus lectores a votar para elegir a los principales pensadores del mundo, los seguidores de Gülen se movilizaron en masa, y lograron auparle al primer puesto, por abrumadora mayoría.

El episodio da una idea del poder real de Gülen. Este erudito islámico vive en un exilio autoimpuesto en EEUU, desde donde controla una organización religiosa que cuenta con millones de miembros en Turquía, y miles en otros países del mundo. El llamado movimiento Hizmet (“Servicio”, en turco) posee toda una red de empresas, medios de comunicacióny, especialmente, escuelas y centros educativos donde, entre otras cosas, se enseña la particular cosmovisión elaborada por Gülen.

El movimiento Hizmet, una organización religiosa que cuenta con millones de miembros en Turquía y miles en otros países, posee toda una red de empresas, medios de comunicación y especialmente escuelas y centros educativos donde, entre otras cosas, se enseña la particular cosmovisión elaborada por Gülen

El movimiento predica la tolerancia y el diálogo interreligioso, y su discurso siempre ha sido favorable a la apertura democrática de las sociedades musulmanas. Su condena expresa del terrorismo lo convirtió en un importante interlocutor de las autoridades estadounidenses tras el 11-S. “El islam aborrece y condena absolutamente el terrorismo y toda actividad terrorista. He declarado repetidamente que es imposible que un verdadero musulmán sea un terrorista, ni un terrorista puede ser visto como un musulmán verdadero”, ha dicho Gülen en alguna ocasión.

Sin embargo, los miembros del Hizmet no ocultan su deseo de restringir la libertad de expresión en materia religiosa, y de perseguir todo comentario que pueda ser considerado “blasfemo”. “De puertas para adentro es un movimiento mucho más conservador de lo que pretende. La segregación de sexos, por ejemplo, es total”, explica a El Confidencial un profesional europeo que ha realizado servicios logísticos para la comunidad.

Pero el Hizmet podría tener un lado mucho más controvertido. El movimiento ha saltado a la palestra estos días, puesto que se cree que se encuentra detrás de las operaciones anticorrupción lanzadas por la fiscalía turca en las últimas dos semanas, que amenazan con hundir al gobierno del primer ministro Recep Tayyip Erdogan. La mayoría de los imputados están relacionados de una u otra forma con el Partido Justicia y Desarrollo (AKP) de Erdogan, incluyendo a los hijos de tres ministros en activo, que se han visto forzados a dimitir. El discutible manejo de la situación por parte del Gobierno -cuya primera reacción fue cesar a un centenar de mandos policiales y responsables de la investigación- ha provocado asimismo la renuncia en cascada de varios miembros prominentes del partido, que rechazan las maniobras obstruccionistas de Erdogan.

placeholder Seguidores de Erdogan reunidos ayer para aclamarle en el aeropuerto de Estambul (Reuters).

La cofradía es la mayor entidad que gobierna Turquía”

Uno de los que cree que el inductor de las operaciones policiales no es otro que Gülen es el periodista de investigación Ahmet Sik, quien, según su propia versión, fue represaliado por el movimiento. “Esta cofradía es la mayor entidad que gobierna el país, porque controla a la policía y a la judicatura”, explica Sik. En 2010, este reportero preparaba un libro titulado El ejército del imán, en el que denunciaba la infiltración de miembros del movimiento Gülen en el seno de la institución policial, basándose en pruebas aportadas por otros agentes no afines a la cofradía. Sin embargo, antes de su publicación, la policía realizó una redada tanto en casa del periodista como en la editorial, donde incautó el manuscrito. Sik se encontró de repente sentado en un tribunal, acusado de colaborar con una supuesta organización golpista llamada Ergenekon, cuyo juicio se celebraba por aquella época.

El movimiento Gülen decidió otorgarle su apoyo, y los votos de sus millones de seguidores fueron cruciales para las tres victorias electorales de Erdogan. Los intereses de ambos coincidían: la modernización del tejido económico, la promoción de una sociedad cada vez más religiosa, y sobre todo, el sometimiento del ejército al poder civil

“Se nos juzga porque somos periodistas que nos oponemos al Gobierno. Y la característica común a todos en este proceso es que somos reporteros que hemos tratado de investigar a la cofradía Gülen”, asegura Sik, quien en el momento de su detención denunció al movimiento con unas dramáticas palabras: “Quien les toca, se quema”. El reportero pasó más de un año en la cárcel, hasta que un juez determinó su libertad con cargos, que todavía no han sido levantados. Durante su estancia en prisión, una versión light de su manuscrito fue publicada en internet por uno de sus amigos. Pero aunque muy crítica con el Hizmet, no contaba nada que no hubiese sido ya publicado anteriormente.

“Es cierto que los fragmentos que se han publicado después de mi arresto no contienen nada nuevo, pero eso es porque no pude terminar mi investigación. Estaba a punto de conseguir unos documentos que probaban la mayor conspiración de la historia en el seno del Estado turco. Y el gobierno conoce estos papeles”, aseguraba a El Confidencial hace unos meses, tras su salida de la cárcel. En aquel momento, Sik ya afirmaba que existía un enfrentamiento entre Erdogan y Gülen. Por eso, asegura, el año pasado el primer ministro denunció al Hizmet, sin mencionarlo por su nombre, pero asegurando que eran “un estado dentro del estado”. “Para decir eso, Erdogan se basaba en dichos documentos. Algún día, espero, saldrán a la luz”, comenta.

La marcha hacia el exilio

El movimiento de Gülen, igual que el resto de organizaciones religiosas de Turquía, fueron relegadas a un perfil muy bajo durante las décadas de prominencia secularista. Sin embargo, su actividad floreció tras la llegada al poder del islamista Necmettin Erbakan en 1996, con el Fazilet Partisi (“Partido de la Virtud”). Pero corrían otros tiempos: un año después, el Ejército perpetró lo que se conoce como el “golpe posmoderno”, que aunque se llevó a cabo sin derramamiento de sangre, acabó con algunos islamistas prominentes en prisión, y con el partido ilegalizado y el Ejecutivo disuelto. El propio Erdogan, por aquella época alcalde de Estambul, fue encarcelado durante diez meses por leer un poema religioso que, según la corte, “atentaba contra los principios seculares del estado”. Ante semejante clima político, Gülen optó por exiliarse en Pensilvania, donde continúa viviendo.

placeholder Una imagen aérea del complejo Golden Generation Worshio, donde reside Gülen en Pensilvania (Reuters).

Tras la ilegalización, los moderados del partido islamista se reagruparon y fundaron el AKP. Cuando esta formación promovió al muy piadoso Abdullah Gül al cargo de presidente, el movimiento Gülen decidió otorgarle su apoyo, y los votos de sus millones de seguidores fueron cruciales para las tres victorias electorales de Erdogan, las dos últimas con mayoría absoluta. Los intereses de ambos coincidían: la modernización del tejido económico del país, la promoción de una sociedad cada vez más religiosa, y sobre todo, el sometimiento del ejército al poder civil.

Por ello, el gobierno de Erdogan no dudó en promover los procesos conocidos genéricamente como caso Ergenekon. Oficialmente, estos macrojuicios juzgaban una presunta conspiración en la que elementos armados pretendían cometer una serie de actos desestabilizadores que permitiesen justificar un golpe de estado contra el Ejecutivo del AKP. En muchos casos, las pruebas eran más que dudosas, cuando no abiertamente falsas (como la acusación contra el general retirado Çetin Dogan, basada en documentos supuestamente hallados en su domicilio, en los que se hacía referencia a compañías que no existían en el momento de los hechos o eventos que todavía no habían sucedido). Eso no impidió que el enloquecido fiscal Zekeriya Öz, considerado cercano a Gülen, llevase los procesos hasta el final, con catorce condenas a cadena perpetua y penas que sumaban cientos de años de prisión.

La chispa del enfrentamiento entre Erdogan y Gülen

“El movimiento y el Gobierno trabajaron juntos por los mismos objetivos hasta 2011, cuando el Ejecutivo comenzó a apartarse de sus principios democráticos”, admitió recientemente al autor de este artículo Murat Aksit, vicesecretario de la Unión de Periodistas y Escritores, vinculada al Hizmet. La realidad podría ser algo más prosaica: la mayoría de los observadores creen que la alianza se rompió cuando los llamados Tribunales Especiales, que hasta ese momento habían estado juzgando los crímenes golpistas del ejército y los grupos paramilitares, trataron de procesar al nuevo jefe de la inteligencia turca, Hakan Fidan, un leal a Erdogan, por presunto abuso de poder. Desde entonces, el desencuentro no ha hecho más que crecer.

placeholder Policías antidisturbios turcos se enfrentan a opositores en el centro de Estambul (Reuters).

“Se afirma que la cofradía controla un 10% de los votos de Turquía. Si eso es verdad, Erdogan necesita esos votos”, considera Sik. Ese es el motivo por el que el enfrentamiento se mantuvo alejado de la luz pública hasta hace muy poco. Sin embargo, el primer ministro, poco amigo de las críticas, se tomó muy mal que Gülen cuestionase el enfrentamiento abierto con Israel en 2010 tras el incidente de la Flotilla de Gaza, en el que murieron nueve turcos. El teólogo tampoco se privó de criticar el manejo de las protestas antigubernamentales del pasado verano, que dejaron un saldo final de seis muertos a manos de la policía, decenas de manifestantes lisiados o mutilados, cientos de heridos de diversa consideración y miles de detenidos (además, un agente de policía murió al caer por un puente mientras perseguía a unos sospechosos, y al menos seis se suicidaron debido a la extrema presión de la situación).

Si la ofensiva judicial no es suficiente, algunos medios turcos han asegurado que la cofradía podría tener en su poder varios vídeos sexuales en los que aparecen al menos cuarenta diputados del AKP, obtenidos por los servicios de inteligencia de la policía leales a Gülen

El primer ministro y sus seguidores reaccionaron a las críticas de Gülen acusando a la cofradía de haber orquestado las protestas (en connivencia con el ‘lobby de interés’ judío, el Gobierno estadounidense, Israel, Irán, la guerrilla kurda del PKK, los radicales secularistas, varios grupos armados marxistas y hasta la aerolínea Lufthansa, según afirmó uno de los asesores de Erdogan, Yigit Bulut). En ese contexto, probablemente el Ejecutivo turco pensó que estaba asestándole un golpe fatal a la cofradía cuando el pasado noviembre anunció su intención de clausurar las llamadas “escuelas preparatorias” o dershaneler, una red de instituciones educativas preuniversitarias que, en muchos casos, están en manos de los gülenistas. Gülen expresó su “profunda pesadumbre” por la decisión gubernamental, e instó a sus seguidores a defenderlas “de forma civilizada”.

Lo que Erdogan y los suyos no esperaban es que la semana pasada, varios fiscales turcos, encabezados por el ya famoso Zekeriya Öz, lanzarían una vasta operación policial contra miembros de su entorno cercano, a los que se acusa de haber aceptado comisiones y sobornos a cambio de autorizar construcciones urbanísticas. La operación, dice la fiscalía, se basa en una investigación realizada a lo largo de catorce meses, en la que Öz asegura haber acumulado pruebas incriminatorias más que suficientes contra los imputados.

Si eso no es suficiente, algunos medios turcos han asegurado que la cofradía podría tener en su poder varios vídeos sexuales en los que aparecen al menos cuarenta diputados del AKP, obtenidos por los servicios de inteligencia de la policía leales a Gülen. Apenas quedan tres meses para las elecciones locales, que en esta ocasión son consideradas críticas. Los crecientes escándalos, que ayer ya provocaron una oleada de protestas violentas en varias ciudades de Turquía, podrían llegar a destruir al Gobierno de Erdogan, con o sin vídeos subidos de tono. Dada la debilidad de la oposición en Turquía, el ganador absoluto de la partida, por ahora, no parece otro que Fethullah Gülen.

“Nunca he imaginado ser, o deseado que me eligieran, como alguien importante para el mundo. Siempre he tratado de ser un humilde servidor de Dios y un humilde miembro de la humanidad. Sin embargo, no soy indiferente a la apreciación de la gente amable”. Así se definía a sí mismo el teólogo turco Fethullah Gülen en una entrevista con la revista Foreign Policy, que acababa de designarle, para su propia sorpresa, “el intelectual más influyente del mundo”. Era el año 2008, y casi nadie, fuera de Turquía, había oído hablar de este personaje. Pero cuando esta publicación convocó a sus lectores a votar para elegir a los principales pensadores del mundo, los seguidores de Gülen se movilizaron en masa, y lograron auparle al primer puesto, por abrumadora mayoría.

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