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Los húngaros se preparan para vivir su particular 'día después'
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EL BARRO CONTIENE MERCURIO Y ARSÉNICO, SEGÚN GREENPEACE

Los húngaros se preparan para vivir su particular 'día después'

Los mapas ya señalan donde se encuentra Kolontár. Esta localidad húngara se ha convertido, junto a Devecser, en el epicentro de la catástrofe que ha teñido

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Los húngaros se preparan para vivir su particular 'día después'

Los mapas ya señalan donde se encuentra Kolontár. Esta localidad húngara se ha convertido, junto a Devecser, en el epicentro de la catástrofe que ha teñido de rojo Hungría y que amenaza a Serbia y Rumanía. Sus 855 habitantes, en su mayoría agricultores, lloran por un “pueblo muerto”, y temen los efectos en su salud de la riada de 600.000 metros cúbicos procedentes de una reserva de desechos de la fábrica MAL Zrt, dedicada al aluminio.

Este viernes, los habitantes de ambas localidades celebraron su primera reunión con el destacado letrado húngaro György Magyar, que les recomendó presentar una querella conjunta. El abogado cifró en 35 millones de euros el primer cálculo de la catástrofe.

El barro rojo se compone de aluminio y de hidróxido sódico (sosa cáustica), entre otros elementos como óxido de hierro, aluminio, silicio, calcio, sodio y titanio, además de pequeñas cantidades de cromo, níquel, plomo o manganeso. El Gobierno húngaro ha cuantificado en un año el tiempo que tardará en limpiar el desastre. Por el momento, se ha anunciado el enorme esfuerzo de retirar dos centímetros de tierra en los cuarenta kilómetros cuadrados afectados por la riada tóxica.

La pesadilla comenzó el lunes. La ruptura de la presa se llevó por delante siete vidas y dejó decenas de heridos. El lodo ha producido quemaduras muy graves en la piel de aquellos que han sufrido su contacto. El profesor Paul Younger, de la Universidad de Newcastle, aseguró, en declaraciones a la BBC que el barro puede compararse a los productos de limpieza de la cocina. Un contacto prolongado puede tener graves consecuencias en la piel.

Por eso Younger indicaba que aunque la presencia de ciertos elementos hacía pensar en cáncer en animales, este extremo no ha sido comprobado en humanos. “No estamos ante un escenario en el que podamos decir que todos vamos a morir. No es como un vertido de cianuro”. Sin embargo, Greenpeace frena el optimismo de este especialista. Los resultados del análisis del barro indicaron elevados índices de arsénico y mercurio.

Julio Barea de Greenpeace España habló con El Confidencial sobre los problemas derivados del vertido. “Hay que estar atentos a lo que ocurrirá en el momento que se seque esta contaminación, ya que por el polvo quedará en suspensión atmosférica. Lo mejor sería aislar la zona y retirar a todo el que no esté trabajando por allí perfectamente equipado”, indica. “La limpieza no va a ser tan sencilla como la pintan, este problema no creo que se solucione en doce meses”, añade.

El Ejecutivo magiar indicó  que la reconstrucción de la zona afectada por esta “catástrofe natural” llevará años y ha prometido que todos los afectados tendrán una casa antes del invierno. Para paliar los efectos de la contaminación se vertió yeso al río Marcal, lo que provocó el descenso en su toxicidad. Además, también se reclamó ayuda técnica de la Unión Europea y se solicitó la ayuda de entre 3 y 5 expertos en gestión de vertidos tóxicos, limpieza y reducción del impacto ambiental.

Sin embargo, el mundo no pudo evitar conmocionarse con la llegada del lodo al Danubio, aunque fuese con una toxicidad más limitada. El PH del agua contaminada del Danubio es de 9, inferior a los 13 puntos detectados en el Marcal, que vio como fallecía toda su fauna en 40 kilómetros. El PH aún está lejos de los niveles normales de entre 6,5 y 8,5. Sin embargo, el Ejecutivo aseguró este viernes que “ha tomado las riendas del vertido” y descarta el riesgo de catástrofe fluvial.

Los mapas ya señalan donde se encuentra Kolontár. Esta localidad húngara se ha convertido, junto a Devecser, en el epicentro de la catástrofe que ha teñido de rojo Hungría y que amenaza a Serbia y Rumanía. Sus 855 habitantes, en su mayoría agricultores, lloran por un “pueblo muerto”, y temen los efectos en su salud de la riada de 600.000 metros cúbicos procedentes de una reserva de desechos de la fábrica MAL Zrt, dedicada al aluminio.

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