Es noticia
¿Estado palestino o una Andorra en Oriente Próximo?
  1. Mundo

¿Estado palestino o una Andorra en Oriente Próximo?

Es inevitable y tan seguro como la llegada del Mesías. Tarde o temprano habrá un Estado palestino. O incluso dos: uno en Cisjordania y otro en

Foto: ¿Estado palestino o una Andorra en Oriente Próximo?
¿Estado palestino o una Andorra en Oriente Próximo?

Es inevitable y tan seguro como la llegada del Mesías. Tarde o temprano habrá un Estado palestino. O incluso dos: uno en Cisjordania y otro en Gaza. O tal vez ninguno, pero sí dos nuevas confederaciones: Egipto con Gaza y Jordania con Cisjordania, aunque esta última solución, favorecida por la ultraderecha israelí, tiene menos posibilidades.

 

Si saliera adelante la idea de un Estado palestino en territorio cisjordano (conocido también como el West Bank, o Judea y Samaria), conectado con una Gaza previamente expurgada de todo rastro de Hamás -lo cual es ya de por sí muy difícil de imaginar hoy día- habría que definir puntos esenciales sobre los que el consenso político ha sido hasta ahora casi imposible: una capital, Jerusalén, que los israelíes consideran como su propia capital, eterna, unida e indivisible (este es el asunto más espinoso y el que puede arruinar todos los demás acuerdos).

Unas fronteras, cuyo trazado, kilómetro más o menos a partir de las fronteras de 1967, se está definiendo desde el comienzo de la década de los noventa con innumerables mapas analizados en las sucesivas conferencias de paz. Una población que se tiene que concretar bien sobre la presencia humana actual o bien con el añadido que supondría la incorporación parcial y voluntaria de aquellos refugiados palestinos que se vieron obligados a abandonar sus casas como consecuencia de las diferentes guerras o de la ocupación. Unos refugiados, por cierto, que ni israelíes ni palestinos quieren tener cerca.

Lo trascendental es que por primera vez el líder de la derecha y primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, ha admitido la creación de un Estado palestino. Presionado por Obama, se ha visto obligado a pronunciarse por la llamada Solución de los Dos Estados, pero cuidándose mucho de no enfadar demasiado a su electorado y a sus aliados de Gobierno. Por eso ha puesto por delante una serie de condiciones que convertirían a ese futuro Estado palestino en un pseudoestado, en una Andorra medioriental: sin ejército, desmilitarizado, con su espacio aéreo controlado por Israel, sin elementos extremistas, por supuesto, y no autorizado a mantener ningún tipo de contacto con Irán, Siria y otros países considerados peligrosos para la seguridad del vecino judío.

En su trascendental discurso de este domingo en la Universidad Bar Ilan, un feudo del pensamiento conservador israelí, el primer ministro Netanyahu no respondió a la demanda fundamental planteada por el presidente Obama. No prometió congelar las colonias en territorio palestino y en Jerusalén Oriental, a pesar de que esas colonias -con 300.000 habitantes ya- constituyen el principal obstáculo para la viabilidad de un Estado palestino. Y exigió que los palestinos, y el mundo árabe en general, reconozcan a Israel como el Estado Judío que tiene derecho a existir al lado de ese futuro Estado palestino. Ambas partes siguen jugando el mismo y antiguo juego: se exigen el mutuo reconocimiento, y todo sigue igual, dejando que el tiempo actúe a favor de los intereses de cada uno. Israel, con su política de hechos consumados, continúa  con sus colonias ilegales y su expansión territorial, y la Autoridad Palestina disfruta hasta donde puede de su mermado poder y de su papel de víctima... So far, so good.

¿Quién representa al pueblo palestino?

Acabo de regresar de Israel. Dos semanas de encuentros con intelectuales, politólogos, sociólogos, periodistas… también con colonos ultranacionalistas, palestinos y árabes israelíes cuyo equipo de fútbol ha ganado por vez primera la Liga israelí. Todos sueñan con la paz. Todos esperaban con interés el discurso de Netanyahu para saber si la Casa Blanca tendrá que apretar mucho más las tuercas a Jerusalén en el futuro. Todos creen que Europa  tiene muy poco que decir o que aportar en la solución al conflicto de Oriente Medio (y es por nuestra culpa y nuestra desunión) y que Estados Unidos sigue siendo el único socio fiable y seguro. Más o menos conservadores, más o menos fundamentalistas, todos los expertos coinciden en un lamento: incluso en la mejor de las coyunturas, incluso si Netanyahu hubiera prometido este domingo una nueva ronda de negociaciones para cerrar definitivamente un acuerdo de paz, el drama es que no hay interlocutor válido y respetado universalmente del lado palestino.

El presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abbas, no pinta nada más allá de las cuatro paredes de la Mukata de Ramallah, y es ignorado no sólo por Hamás sino también por las guerrillas disidentes de Al Fatah. No manda sobre su propia gente, y se le considera corresponsable o tolerador de la corrupción rampante que domina aún en la Autoridad Palestina. Viendo el mausoleo de lujo que se ha construido para Arafat y el desarrollo urbanístico de algunos barrios de Ramallah, uno puede barruntar dónde han ido a parar algunas de las ayudas europeas..

Segundo problema. Todos los israelíes lamentan el abandono unilateral de Gaza en el 2005. Salieron de allí sin encomendarse ni a Dios ni al diablo, se convocaron elecciones y ganó Hamás. ¿Quién puede garantizar que no vaya a ocurrir algo parecido en Cisjordania? Los Kassam de Hamás pueden alcanzar Ashkelón o Beersheva, pero un misil casero desde las afueras de Jerusalén Oriental puede golpear, sin problemas, el Muro de las Lamentaciones o la Sinagoga Central en la calle King George.

Tercer Problema: Irán. Los israelíes creen que el mundo no es consciente del peligro que representa el régimen de los ayatolás, que en estos días está demostrando claramente su aprecio por la libertad de manifestación y de prensa. Ellos saben que Teherán tiene una sucursal en Gaza y probablemente otras incipientes en Cisjordania, convenientemente azuzadas por la presencia de colonos israelíes ultranacionalistas que llevan años alimentando la violencia y chantajeando al gobierno israelí. Los think tanks israelíes creen que la diplomacia no funcionará con Irán -como ha pretendido Europa- y que puede haber una acción israelí contra algún punto estratégico iraní, pero no antes de finales de año -plazo que también se ha impuesto Obama para intentar abrir un diálogo directo- y, siempre, previa consulta con las autoridades estadounidenses.

Es inevitable y tan seguro como la llegada del Mesías. Tarde o temprano habrá un Estado palestino. O incluso dos: uno en Cisjordania y otro en Gaza. O tal vez ninguno, pero sí dos nuevas confederaciones: Egipto con Gaza y Jordania con Cisjordania, aunque esta última solución, favorecida por la ultraderecha israelí, tiene menos posibilidades.

Israel Barack Obama Gaza