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Las autoridades uzbekas aseguran que el país está volviendo a la normalidad tras las revueltas de la semana pasada.
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Las autoridades uzbekas aseguran que el país está volviendo a la normalidad tras las revueltas de la semana pasada.

Kirguizistán reforzó la vigilancia en su frontera con Uzbekistán para controlar el flujo de centenares de uzbekos que huyen de su país por la violencia, informó

Foto: Las autoridades uzbekas aseguran que el país está volviendo a la normalidad tras las revueltas de la semana pasada.
Las autoridades uzbekas aseguran que el país está volviendo a la normalidad tras las revueltas de la semana pasada.

Kirguizistán reforzó la vigilancia en su frontera con Uzbekistán para controlar el flujo de centenares de uzbekos que huyen de su país por la violencia, informó un portavoz del Servicio de Fronteras kirguís. El control se ha redoblado en el sector kirguís de Karasu, una ciudad ubicada a ambos lados de la línea fronteriza que separa las dos repúblicas, dijo el portavoz a la agencia Interfax. Tras la desaparición de la URSS en 1991, una parte de Karasu fue incorporada a Uzbekistán y el resto quedó del lado kirguís. Desde el pasado sábado, la situación es muy tensa en ambos sectores de Karasu por la llegada de refugiados y heridos procedentes de Andizhán, a 35 kilómetros de distancia.

El pasado viernes en Andizhán el Ejército uzbeko disolvió violentamente una rebelión armada, seguida de mítines y desórdenes, en los que murieron, al menos, 500 personas según fuentes no oficiales. El pasado sábado, en el sector uzbeko de Karasu también se registraron desórdenes, fueron incendiados varios vehículos de la policía, una comisaría, la inspección fiscal y los puestos fronterizos y de aduanas.

Los refugiados restablecieron al menos dos puentes destruidos sobre el río Sharijansáy, cuyo cauce coincide con la línea fronteriza, y varios centenares ellos lograron entrar al sector kirguís. Según Zhánsh Rustenbékov, ministro interino de Kirguizistán para Situaciones de Emergencia, actualmente en el territorio kirguís se encuentran 537 ciudadanos uzbekos, que han sido instalados en tiendas de campaña y que podrían recibir la condición oficial de refugiados.

Situación normalizada

Las autoridades de Uzbekistán aseguran que la situación en el este del país se normaliza, mientras la ciudad de Andizhán, epicentro de la revuelta de la semana pasada, entierra a sus muertos, cuyo número exacto se desconoce. Según informaron fuentes médicas locales a la agencia rusa "Interfax", en el depósito de cadáveres de Andizhán hay 75 cuerpos de personas muertas durante la reciente rebelión. "Todas esas personas opusieron resistencia armada a las fuerzas del orden y fueron muertas en los tiroteos", dijo la fuente.

Añadió que actualmente se lleva a cabo la identificación de los cadáveres y que entre ellos "pueden estar los de criminales que huyeron de la cárcel", cuyo asalto en la madrugada del viernes marcó el comienzo de los trágicos sucesos que colocaron a Andizhán en el foco de la atención mundial. Entre tanto, defensores de derechos humanos declararon con anterioridad que durante los disturbios en esa ciudad del este de Uzbekistán y los enfrentamientos con las fuerzas del orden perecieron unas 500 personas y otras 2.000 resultaron heridas.

La ciudad permanece totalmente cerrada para le prensa extranjera después de que los últimos periodistas rusos fueron obligados a desplazarse a la capital uzbeka, Tashkent. Uno de los últimos en abandonar Andizhán fue el corresponsal del diario "Kommersant", que publica hoy su reportaje desde el lugar de la tragedia. Testigos le contaron que miles de mujeres, ancianos y niños estaban congregados en la plaza en la tarde del viernes, cuando varios carros blindados abrieron fuego de ametralladoras. Unos afirmaban que el número de víctimas ascendía a mil o incluso a dos mil personas, otros consideraban que no llegaba a mil.

También los rehenes que habían tomado los sublevados, unas 20 personas entre policías y funcionarios públicos, incluido el fiscal de la ciudad, fueron acribillados a tiros, aseguraban. Lo que sí vio con frecuencia el corresponsal fueron automóviles "Daewoo Tico" con la puerta trasera abierta que transportaban cadáveres al cementerio. Durante el fin de semana el centro de atención se desplazó a la frontera uzbeko-kirguís, a la ciudad de Kara-Suu, adonde se lanzaron miles de personas para huir al vecino país.

Kirguizistán reforzó la vigilancia en su frontera con Uzbekistán para controlar el flujo de centenares de uzbekos que huyen de su país por la violencia, informó un portavoz del Servicio de Fronteras kirguís. El control se ha redoblado en el sector kirguís de Karasu, una ciudad ubicada a ambos lados de la línea fronteriza que separa las dos repúblicas, dijo el portavoz a la agencia Interfax. Tras la desaparición de la URSS en 1991, una parte de Karasu fue incorporada a Uzbekistán y el resto quedó del lado kirguís. Desde el pasado sábado, la situación es muy tensa en ambos sectores de Karasu por la llegada de refugiados y heridos procedentes de Andizhán, a 35 kilómetros de distancia.