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Invertir en infraestructuras o cómo construir un futuro más sostenible
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BAJO CRITERIOS ESG

Invertir en infraestructuras o cómo construir un futuro más sostenible

En la era de la longevidad las infraestructuras sustentables serán la hoja de ruta del transporte, la construcción o la digitalización

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Quizás no se repara en su enorme valor porque son servicios que nos acompañan las 24 horas del día. Al ducharnos, al hablar por teléfono, al comprar en un ‘e-commerce’, al tirar la basura o al irnos de vacaciones. Algunos los tenemos casi de serie y nos dan calidad de vida; otros son voluntarios y nos ayudan a progresar y a disfrutar de cosas.

Hablamos de activos de infraestructuras que contribuyen a construir un planeta mejor y más sostenible como energías renovables, gestión del agua y de residuos, conectividad 5G, transporte, salud, centros de datos… Activos de infraestructuras ligados a las megatendencias que ya están cambiando la forma en la que nos relacionamos, consumimos y trabajamos como lo son el cambio climático y demográfico, la urbanización de las ciudades y la disrupción digital. En definitiva, áreas críticas para el bienestar de la sociedad que requieren de una apuesta decidida por parte de gobiernos, empresas e, incluso, las personas.

Un informe de la OCDE estima que hasta 2030, las necesidades de inversión en infraestructuras de energía, transporte, agua y telecomunicaciones, sin tener en cuenta las consideraciones climáticas, alcanzarán nada menos que los 6,3 billones de dólares al año. El transporte y la energía representan, respectivamente, el 43% y el 34% de las necesidades de inversión. De estas, en torno al 65% corresponde a las economías emergentes.

La OCDE estima que hasta 2030, las necesidades de inversión en infraestructuras alcanzarán los 6,3 billones de dólares al año

Los gobiernos son quienes impulsan las infraestructuras, pero dado el volumen ingente de las inversiones, no cuentan con recursos suficientes para llevar a cabo la construcción y el mantenimiento de las mismas. Por ello se transfiere su desarrollo al sector privado a través de concesiones de larga duración que pueden aportar potencialmente ingresos recurrentes, estables y crecientes a la empresa concesionaria, y privatizaciones.

A largo plazo, firmas de inversión como M&G consideran que invertir en infraestructuras es "una opción muy atractiva". Según la ONU, para 2050 cerca del 70% de la población mundial vivirá en las ciudades, lo que obliga a una reurbanización de las mismas, con un cambio de modelo de construcción que pasa por la industrialización del sector y mayores necesidades de gestión de residuos, agua, tráfico o comunicaciones.

Para entonces, en el planeta seremos 8.000 millones de personas, de las que el 20% serán mayores de 60 años, casi más del doble de la actualidad, según el documento World Population Ageing. La era de la longevidad supone una oportunidad para empresas vinculadas a infraestructuras de ‘real estate’ (residencias para la tercera edad, hospitales) y ocio (turismo). Con este nivel de población y ante el cambio climático, el mundo necesitará un 50% más de energía, un 40% más de agua y un 35% más de alimentos, señala un informe de PwC.

Una inversión para el largo plazo

Y mientras se produce este cambio demográfico, las infraestructuras sostenibles serán la hoja de ruta del transporte y la construcción, y la digitalización demandará infraestructuras de comunicación potentes para hacer realidad los habilitadores de la Industria 4.0 (Inteligencia Artificial, ‘Big Data’, Internet de las Cosas, ‘Cloud’, ‘Blockchain’).

Pero no solo gobiernos y empresas pueden participar en este proceso, también los ciudadanos pueden contribuir a construir ese mejor planeta invirtiendo, por ejemplo, en fondos de inversión en infraestructuras como el M&G (Lux) Global Infrastructure Fund. Se trata de un fondo 100% renta variable concebido para el largo plazo que invierte en activos que cuidan de las personas y ayudan al estado de bienestar como infraestructuras sociales (hospitales, residencias o colegios) y digitales o en evolución (comunicación por satélite, torres de datos o medios de pago). La cartera también está compuesta por infraestructuras más tradicionales que dotan al fondo de inversión de un carácter defensivo como agua, transporte y energía. “La fiabilidad y el uso consistente de estos activos y negocios podrían aportar flujos de caja igualmente fiables y estables a las empresas que los poseen y los operan”, afirma el gestor del fondo de inversión, Alex Araujo.

"Las infraestructuras cotizadas sufren una volatilidad y unos retrocesos típicamente menores que el conjunto del mercado"

La evaluación de cuestiones medioambientales, sociales y de gobernanza corporativa (ESG por sus siglas en inglés) es una parte integral del proceso de inversión sostenible. Los fondos especializados buscan centrarse en empresas con negocios sólidos y duraderos, con elevadas barreras de entrada, lo que significa que son altamente competitivas, y que buscan generar flujos de caja crecientes y, en consecuencia, de repartir dividendos.

Este es uno de los aspectos clave del M&G (Lux) Global Listed Infrastructure Fund que, si bien se pueden acumular los dividendos en el fondo, el inversor obtiene unos ingresos periódicos. “Las infraestructuras cotizadas ofrecen beneficios para el inversor como, por ejemplo, sufren una volatilidad y unos retrocesos típicamente menores que el conjunto del mercado, así como el potencial de una rentabilidad por dividendo superior”, señala Araujo.

El M&G (Lux) Global Listed Infrastructure Fund está compuesto por alrededor de 45 empresas cotizadas y gestiona más de 250 millones de euros (a 30 de septiembre de 2020). La estabilidad y sostenimiento en el tiempo de los ingresos de las compañías que componen la cartera han hecho que en los tres años de funcionamiento de este fondo la rentabilidad anual se sitúe en el 6% frente al 0,4% del sector Morningstar RV Sector Infraestructura.

Quizás no se repara en su enorme valor porque son servicios que nos acompañan las 24 horas del día. Al ducharnos, al hablar por teléfono, al comprar en un ‘e-commerce’, al tirar la basura o al irnos de vacaciones. Algunos los tenemos casi de serie y nos dan calidad de vida; otros son voluntarios y nos ayudan a progresar y a disfrutar de cosas.

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