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¿Qué tienen en común Deliveroo y Danone? Los dos pilares de la nueva era financiera
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DE LAS EMPRESAS A LA REGULACIÓN

¿Qué tienen en común Deliveroo y Danone? Los dos pilares de la nueva era financiera

En un lado, un directivo sostenible que no dio resultados económicos. Al otro, una promesa 'tech' tiembla ante los riesgos ESG. Son dos caras de la misma moneda

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En los primeros meses de 2021, el mercado ha presenciado dos casos relevantes con tintes ESG (medioambiente, entorno social y gobernanza), y tienen más en común de lo que se pueda pensar a simple vista. Por un lado, está la destitución impulsada por accionistas de Danone del CEO y presidente, Emmanuel Faber. Era un gran predicador del capitalismo social, pero Faber no estaba dando resultados corporativos. Por otro lado, Deliveroo ha tenido que rebajar el precio de su salida a bolsa este miércoles, solo para después sufrir un desplome del 26%. La empresa, miembro de la llamada ‘nueva economía’, achacó esta decisión a la “volatilidad” del mercado, pero la medida también vino precedida por el rechazo de algunos inversores de renombre (Aberdeen, Aviva, M&G…) por el trato a los ‘riders’.

Danone y Deliveroo parecen dos casos opuestos. La ineficacia del ESG contra las exigencias de los factores extrafinancieros. Sin embargo, son dos caras de la misma moneda: sin dinero no hay ESG, y sin ESG no hay dinero. Por ejemplo, en el caso de Danone, tanto BlueBell como Artisan (los dos fondos que impulsaron la salida del directivo) tienen una fuerte posición de apoyo en sostenibilidad, siendo ambos firmantes de los principios de inversión responsable (PRI). De hecho, Artisan hace un exhaustivo desglose a nivel público sobre cómo lleva a cabo sus valoraciones en materia de ESG. Faber era conocido por sus avances en este ámbito, pero para estos dos fondos no fue suficiente. El ESG no compensó la baja evolución bursátil de Danone, la pérdida de competitividad y la caída en innovación y mercadotecnia.

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Con Deliveroo, no obstante, se da el caso contrario (pero a la vez complementario). Para empezar, hay que entender ciertas métricas puramente financieras que afectan a la aplicación de comida a domicilio. Como en gran parte de los debuts de las grandes ‘startups’, Deliveroo salió a bolsa sin ser rentable. Esto es más fácil de explicar a un puñado de inversores especializados que a cientos de partícipes en el mercado (y eso que la compraventa de acciones en manos de inversores ‘retail’ no empieza hasta el miércoles que viene). Un chasco para la Bolsa de Londres, que recién salida del Brexit esperaba con esta operación poder colgarse la medalla de la innovación frente a otras plazas como Nueva York o Ámsterdam. Con todo, también es cierto que el sector ha estado expuesto a fuerte volatilidad. La competidora de la británica, DoorDash, cae un 25% desde su salida a bolsa en diciembre.

Sin embargo, como bien refleja el rechazo de varios fondos a la salida a bolsa, el ESG afecta directamente todos esos parámetros financieros. El modelo de negocio de Deliveroo está basado en esa relación con los ‘riders’, que al final vienen a equivaler a su materia prima, el alma del servicio por el que cobra su aplicación. La propia empresa lo dejó claro en el folleto de su salida a bolsa, donde admitió el riesgo de verse forzada a asumir "gastos adicionales en el salario de los 'riders' [como el coste de beneficios adicionales y contribuciones a la Seguridad Social]". Avisando de que el grupo podría verse arrastrado a más peleas legales en materia laboral por la reclasificación de los ‘riders’, Deliveroo ya avisó en el folleto de que si se viese “obligado a hacer cambios en la forma en la que operamos con los ‘riders’ en varios de los mercados en los que opera la marca, o en mercados clave, esto podría afectar" su habilidad "de continuar operando en estos mercados" e incluso "requeriría cambios materiales” en su modelo. De hecho, otras grandes marcas del nuevo mundo de las aplicaciones, como los taxis de Uber o los pisos vacacionales de Airbnb, hicieron consideraciones similares en sus documentos de salida a bolsa sobre los riesgos regulatorios a que estaban expuestas por su forma de operar en la sociedad. La nueva economía, que tanto predica la diversidad y ‘felicacia’ en las campañas de 'marketing', tiene mucho por hacer en materia de ESG.

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Y es que no encarar el ESG puede derrumbar el modelo de negocio. Por ejemplo, en España, no paran de llover las sentencias que dictaminan que los repartidores de Deliveroo, así como otros competidores como Glovo, son en realidad ‘falsos autónomos’, obligando a las plataformas a dar de alta en la Seguridad Social a estos repartidores y abonar las cuotas del periodo en que se encontraban en servicio. Se trata de un golpe que va más allá de la mala imagen corporativa: la negligencia social es un riesgo material.

Son muchas las voces que se esfuerzan por poner el énfasis en ese mensaje: en el ESG no se pierde dinero, todo lo contrario, se gana más porque se hace un mejor control de riesgos. La nueva regulación sobre la divulgación que deben hacer los productos de inversión sobre ESG que se empezó a aplicar el 10 de marzo en la Unión Europea está muy enfocada en que las firmas publiquen cómo los gestores implementan la sostenibilidad en sus métodos de evaluación de riesgos, no solo en revelar sus objetivos de inversión sostenible y si están involucrados o no en la promoción de características ambientales o sociales (como es el caso, por ejemplo, de los fondos temáticos o de la inversión de impacto).

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Los esfuerzos de la UE por legislar en materia de sostenibilidad (tanto en divulgación de información financiera por parte de gestoras y empresas como en la taxonomía verde) están orientados a que el continente alcance sus objetivos de emisiones cero a tiempo. Tirando de la inversión, las autoridades buscan reorientar el foco económico para salvar el modelo productivo de su fecha de caducidad. No hay más que ver la pata del ESG que ha elegido el bloque para impulsar la taxonomía: el medioambiente, antes que el entorno social. El cambio climático o el agotamiento de los recursos básicos ya están empezando a hacer estragos. Más allá de la agenda de la UE y de contribuir a un futuro mejor, al inversor también le toca preguntarse si cree que los esfuerzos llegarán a tiempo y si quiere hacer algo por protegerse ante las amenazas a su cartera.

Pero no hay que olvidar el caso de Faber. Pensar en ESG sin pensar en las preocupaciones financieras del día a día de los agentes económicos no es realista, y la UE lo sabe. Si la regulación en divulgación de los productos financieros está entrando en vigor de forma tan desordenada, es precisamente por la oleada de cuestionamientos que han llegado tanto desde el sector público como del privado sobre la nueva batería de leyes que prepara el bloque en este ámbito, obligando a las autoridades a volver a repasar algunas de sus propuestas. En general, y más allá de la regulación de los gestores de fondos, sigue habiendo muchos debates abiertos, como el etiquetado que se dará a las distintas energías en la transición o si instituciones avaladas por su neutralidad financiera, como el Banco Central Europeo, deben posicionarse frente al ESG o no. Son debates que están arraigados, en parte, en el mismo escollo que encontró Danone: cómo lograr salvar los objetivos de sostenibilidad de medio y largo plazo sin afrontar disrupciones económicas que no se puedan asumir hoy. A menudo, los propios gestores se encuentran con esta dicotomía: cuando una posición de la cartera resulta no ser tan sostenible como se había creído, pero deshacer la inversión en ese momento supondría incurrir en pérdidas si el precio de la compañía no acompaña la operación. ¿Qué prima entonces: la integridad ESG o los objetivos financieros? Ambos pilares son importantes, y, a la vez, ambos son urgentes.

En los primeros meses de 2021, el mercado ha presenciado dos casos relevantes con tintes ESG (medioambiente, entorno social y gobernanza), y tienen más en común de lo que se pueda pensar a simple vista. Por un lado, está la destitución impulsada por accionistas de Danone del CEO y presidente, Emmanuel Faber. Era un gran predicador del capitalismo social, pero Faber no estaba dando resultados corporativos. Por otro lado, Deliveroo ha tenido que rebajar el precio de su salida a bolsa este miércoles, solo para después sufrir un desplome del 26%. La empresa, miembro de la llamada ‘nueva economía’, achacó esta decisión a la “volatilidad” del mercado, pero la medida también vino precedida por el rechazo de algunos inversores de renombre (Aberdeen, Aviva, M&G…) por el trato a los ‘riders’.

Inversores Danone Deliveroo Banco Central Europeo (BCE)
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