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Relevo a los mandos de Danone: Faber vs Friedman o los límites del capitalismo social
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Relevo a los mandos de Danone: Faber vs Friedman o los límites del capitalismo social

La caída de Emmanuel Faber como máximo dirigente de Danone evidencia que las políticas sociales corporativas tienen un encaje difícil si no van acompañadas de resultados

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A Emmanuel Faber, los mercados financieros le tributaron una de esas despedidas de las que pocos orgullos pueden salir ilesos. El repunte próximo al 6% llegaron a registrar este lunes las acciones de Danone -aunque posteriormente rebajado por debajo del 3%- representa la última prueba de que a los inversores el veterano directivo les resultaba una figura sumamente molesta y su adiós es visto como una oportunidad para relanzar el negocio del gigante francés de los lácteos. Incluso, firmas de análisis como Oddo se animaron a elevar su recomendación sobre la compañía a raíz de la destitución de Faber.

Esta reacción tampoco puede resultar sorprendente. El veterano directivo, consejero delegado de Danone desde 2014 y también presidente desde finales de 2017, había concentrado en torno a su figura las críticas de un creciente grupo de accionistas, encabezados por Artisan Partners y Bluebell Capital Partners, que le achacaban los nulos rendimientos de la compañía, de apenas el 4% anualizado durante sus 7 años de gestión, menos de la mitad que sus grandes competidores Nestléy Unilever.

Aunque ha sido 2020 el año en que el mercado ha reflejado más severamente sus dudas sobre el grupo, plasmadas en un descenso de las acciones del gigante galo del 24,6%, lo cierto es que las debilidades de Danone presentan un trasfondo que tiene poco de coyuntural. Una cartera de productos escasamente renovada en los últimos años, a pesar de las presiones que se empezaban a percibir sobre sus negocios principales, es uno de los principales puntos en el debe de Faber, que no ha sabido responder a la creciente competencia en lácteos ni a la pérdida de pujanza de los productos para bebés en un mundo con unas tasas de natalidad en descenso, lo que se ha traducido en una sensible pérdida de cuota de mercado. Una situación que ha forzado a la compañía a ejecutar dolorosos ajustes.

Danone no ha sabido gestionar su cartera para adaptarse a la creciente competencia

Es por eso por lo que en el mercado se entendía desde hace tiempo la llegada de un nuevo consejero delegado como un paso crucial para enderezar el rumbo del grupo. "Creemos que es hora de que un nuevo director ejecutivo aporte energía renovada y se centre por completo en la ejecución diaria", señalaba una nota reciente de Barclays.

La mención a la ejecución diaria no es baladí. Porque entre los inversores críticos con la gestión de Faber existía cierta sensación de que el directivo había descuidado las cuestiones básicas del negocio mientras se sumía en el dibujo de una Danone a la vanguardia de las políticas de responsabilidad social, lo que quedó consagrado el pasado verano en la modificación de los estatutos del gigante de los lácteos para apuntalar su misión social.

Es cierto que ni Artisan ni Bluebell han puesto nunca el foco, de forma directa, en las políticas de sostenibilidad llevadas a cabo durante el mandato de Faber, pero su denuncia de un desequilibrio entre los intereses de los accionistas y el resto de los 'stakeholders' sí parece apuntar hacia los límites de las políticas responsables en el ámbito corporativo.

Las políticas de gasto de Danone en la reducción de plásticos o en el diseño de planes de aprovisionamiento más justos y con un foco más local no han sido un estímulo para las cifras de negocio, mientras que el recorte en marketing y publicidad -en oposición a los incrementos realizados por sus competidores- sí parecen haber mermado el atractivo de sus marcas de cara los consumidores.

Los esfuerzos en sostenibilidad no han evitado una pérdida de cuota de mercado

No cabe deducir de esto, ni mucho menos, el rechazo, por norma, de los inversores respecto a las políticas sociales corporativas. Al contrario, todo parece indicar que éstas son cada vez más demandadas y valoradas. Firmas como la propia Nestlé también ha hecho de la ESG una de las guías esenciales de su actividad en los últimos años y esto no le ha impedido recibir un juicio más afable por parte de los mercados.

Lo que parece evidente es que la responsabilidad social corporativa difícilmente podrá convertirse en un plato asumible para los inversores si cunde la sensación de que su adopción lleva aparejada una pérdida sensible de rentabilidad. En un momento en que una parte cada vez mayor de los inversores está abrazando los principios ESG, ya sea por convicción o por necesidad, los directivos deben tener claro que no podrán escudarse tras ella para obviar un rendimiento decepcionante.

Faber presumió el pasado junio de haber derribado "la estatua de Milton Friedman", dando a entender que el giro social de Danone suponía la prueba de que, al contrario de lo defendido por el célebre economista estadounidense, la responsabilidad de las empresas abarca mucho más que la simple misión de obtener beneficios crecientes. El mercado no ha tardado en recordarle que, con todos los matices que se le puedan colgar, la estatua de Friedman sigue siendo el faro que guía la actuación de los inversores.

A Emmanuel Faber, los mercados financieros le tributaron una de esas despedidas de las que pocos orgullos pueden salir ilesos. El repunte próximo al 6% llegaron a registrar este lunes las acciones de Danone -aunque posteriormente rebajado por debajo del 3%- representa la última prueba de que a los inversores el veterano directivo les resultaba una figura sumamente molesta y su adiós es visto como una oportunidad para relanzar el negocio del gigante francés de los lácteos. Incluso, firmas de análisis como Oddo se animaron a elevar su recomendación sobre la compañía a raíz de la destitución de Faber.

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