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El lado humano del hombre más rico
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El lado humano del hombre más rico

Se trata del inversor más reconocido en el mundo entero. Muchos son los que toman su cartera como modelo para sus propios negocios. El nombre de

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El lado humano del hombre más rico

Se trata del inversor más reconocido en el mundo entero. Muchos son los que toman su cartera como modelo para sus propios negocios. El nombre de Warren Buffet traspasa las fronteras de la pequeña localidad de Omaha, donde mantiene su residencia desde el inicio de su andadura profesional.

Pero hasta hace pocos meses, sólo era pública y notoria la faceta más financiera del inversor estrella. Desde que The SnowBall, Warren Buffet and the business of life salió a la venta el pasado mes de septiembre, la biografía del magnate estadounidense se ha mantenido en lo más alto de las listas de ventas. Nadie quiere desaprovechar la oportunidad de constatar que el tiburón de Wall Street también es un hombre de carne y hueso, que siente, sufre y ama.

Fue el propio Buffet quién decidió abrir su alma al resto del mundo, hasta la fecha bien guardada tras los muros de su austera mansión, y para ello recurrió a una ex analista de seguros industriales, Alice Schroeder, para que escribiera la primera crónica de su vida autorizada. El resultado ha sido sorprendente.

A través de sus páginas se descubre a un hombre que todo lo que ha triunfado en el mundo de los negocios, ha naufragado en su vida personal. Su primera mala experiencia con las mujeres fue nada menos que con su propia madre.

Según confiesa en el libro, pese a que veneraba a su padre, su madre era otro cantar. Una ama de casa modelo de puertas para fuera, resultaba ser una mujer implacable en la intimidad. Buffet llega a reconocer sentirse “maltratado verbalmente” y que no paraba hasta que conseguía que tanto él como su hermana acabaran llorando. “Cuando murió no lloré de pena”, reconoce, “lloré por la pérdida. Tenía sus cosas buenas, pero sus cosas malas me impidieron tener una relación con ella”.

Quizá el trauma de su madre ha hecho de Buffet un hombre ávido de cariño y que procura alejarse de la gente que sabe de antemano que le va a criticar. El magnate de hierro en el mundo de los negocios, se nos presenta como una persona débil e, incluso, insegura en su vida personal hasta llegar al punto de ser dependiente.

Por este motivo, la separación de su primera mujer, Susie, fue uno de los golpes más duros de su vida. Cuando la conoció, Susie llenó el vacío de afecto de la vida de Buffet y así fue durante los 52 años que duró el matrimonio. Ella, consciente de la necesidad emocional de Buffet, permaneció a su lado pese al poco tiempo que el inversor dedicaba a su familia, ya que estaba completamente volcado en sus negocios.

Durante los primeros años, Susie fue su apoyo mientras se decía a sí misma que esto cambiaría cuando Buffet consiguiera alcanzar los 7 o 10 millones de euros. Pero no se dio cuenta que el destino de su marido era el de convertirse en el hombre más rico del mundo. Cuando sus hijos crecieron y se fueron de casa, Susie se dio cuenta de que había llegado al final, y abandonó a Buffet para instalarse en San Francisco. Buffet encajó muy mal el golpe, hasta el punto de pasarse los días como un vagabundo alrededor de la casa de su mujer sin probar bocado.

Fue entonces cuando entró en escena la que más tarde se convertiría en su segunda mujer, a la muerte de Susie, Astrid Menks. Amiga de ésta, acudió a ella para que hiciera a su marido entrar en vereda y cuidara de Buffet.

Lo cierto es que, pese a la separación, Buffet y Susie nunca tuvieron mala relación. De hecho, para el inversor fue su gran amor y apoyo. Hablaban a diario y cuando Susie cayó enferma, con un cáncer de boca, no se separó del lado de su cama hasta que murió. De hecho, según explica en el libro, cuando su mujer ya no podía comer más que líquidos, el decidió reducir su dieta a 1.000 calorías y pasar las horas viendo los capítulos de Fraiser.

Susie se fue y el Buffet más débil se vino abajo. Mientras su hija preparaba el funeral de su madre, el se mantuvo al margen. No acudió al sepelio. “No puedo sentarme ahí, sobrecogido por todos los recuerdos de Susie, en frente de todo el mundo. Es demasiado, no puedo ir”.

Pero no han sido las únicas mujeres que han formado parte de la vida del inversor. Desde Sharon Osberg, jugadora de bridge que logró lo que ni el propio Bill Gates, amigo personal de Buffet, había conseguido: que cogiera un ordenador; pasando por Carol Loomis, redactora de la revista Fortune que se encarga de editar anualmente la carta de Buffet a sus inversores, hasta Katherine Graham, la editora del Washinton Post y la encargada de introducir a un campechano Buffet en la alta sociedad estadounidense.

Se trata del inversor más reconocido en el mundo entero. Muchos son los que toman su cartera como modelo para sus propios negocios. El nombre de Warren Buffet traspasa las fronteras de la pequeña localidad de Omaha, donde mantiene su residencia desde el inicio de su andadura profesional.

Warren Buffett