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Audio: de puertos a extremos por la ruta de la trashumancia
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Audio: de puertos a extremos por la ruta de la trashumancia

La trashumancia ayudaba a mantener despejadas estas vías verdes milenarias por las que, detrás de ellas, han transitado aves carroñeras, la fauna de los espacios abiertos, las manadas de lobos, las semillas, las culturas peninsulares y sus relatos

Foto: La trashumancia, tradición milenaria. (iStock)
La trashumancia, tradición milenaria. (iStock)

Puerto de Vegarada, en la divisoria de las vertientes asturiana y leonesa de la cordillera cantábrica. Lugar de paso de los rebaños trashumantes que, desde tiempo inmemorial, realizan la ruta de puertos a extremos, de los pastos estivales de las montañas del norte a las dehesas de invernada del extremo sur. Por el de Vegarada se dispersaban las ovejas que empezaban o terminaban su largo viaje por la Cañada Real Leonesa Oriental. La trashumancia hacía que el ganado siempre pisara suelo de pasto, caminara sobre su comida. El pisoteo continuo de las pezuñas, el estercolado y la siega de las hierbas creó un tipo de pastos, una asociación vegetal única, resistente y capaz de soportar una alta carga ganadera. Una riqueza natural que solo la práctica de siglos pudo crear y que se está perdiendo por el abandono de unas pocas décadas.

Y, a cambio de su comida, las trashumantes ayudaban a mantener despejadas estas vías verdes milenarias por las que, detrás de ellas, han transitado las aves carroñeras, la fauna de los espacios abiertos, las manadas de lobos, las semillas, las culturas peninsulares y sus relatos.

Hoy día por la Vegarada pasan muy pocos rebaños trashumantes. Pero el paisaje ganadero ya está diseñado. Y contra el tintineo de los cencerros, el campo se expresa en las voces de las aves de pastizal -el silbido ascendente de los escribanos cerillos, las notas simples de las cogujadas montesinas-, los graznidos lejanos de chovas piquirrojas -en el aire- y cornejas -en las arboledas-. Todo bajo el dosel sonoro de las alondras en el cielo y las cigarrillas y saltamontes entre los tojos, las hierbas y los helechos.

Puerto de Vegarada, en la divisoria de las vertientes asturiana y leonesa de la cordillera cantábrica. Lugar de paso de los rebaños trashumantes que, desde tiempo inmemorial, realizan la ruta de puertos a extremos, de los pastos estivales de las montañas del norte a las dehesas de invernada del extremo sur. Por el de Vegarada se dispersaban las ovejas que empezaban o terminaban su largo viaje por la Cañada Real Leonesa Oriental. La trashumancia hacía que el ganado siempre pisara suelo de pasto, caminara sobre su comida. El pisoteo continuo de las pezuñas, el estercolado y la siega de las hierbas creó un tipo de pastos, una asociación vegetal única, resistente y capaz de soportar una alta carga ganadera. Una riqueza natural que solo la práctica de siglos pudo crear y que se está perdiendo por el abandono de unas pocas décadas.

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