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Menos palabras y más hechos: cómo nos engañamos con las emisiones
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Hacia un compromiso real

Menos palabras y más hechos: cómo nos engañamos con las emisiones

A pesar de que en 2015 196 líderes mundiales firmaron el famoso Acuerdo de París, y por tanto se comprometieron a limitar el calentamiento global a los dos grados, las acciones individuales de muchos de ellos dejan mucho que desear

Foto: Emisiones de una central de carbón. (EFE)
Emisiones de una central de carbón. (EFE)

No se discute que necesitemos una sanidad pública de calidad, ni que las playas deben estar limpias o que es necesaria una gestión eficaz de los residuos para recuperar sus materiales en lugar de que llenen los vertederos o acaben como mero combustible en las incineradoras. Hay muchas cosas que consideramos hoy en día fundamentales. No existe el negacionista de la gigantesca pila de basura en una esquina, o de la falta de médicos. Sin embargo sí hay quien se atreve a cuestionar el hecho científico de que el clima está cambiando y que, esta vez, nosotros somos los responsables. Todas las pruebas indican tal cosa, todos los estudios de los investigadores lo corroboran, y, aun así, hay quien lo pone en duda.

Cierto es que los negacionistas, aunque existen y hacen ruido, son considerablemente pocos en comparación a la opinión general. Pero no son ellos el problema, sino aquellos que, siendo plenamente conscientes de que nuestro futuro en el planeta va de mal en peor, deciden ignorar ese hecho y, mientras señalan con el dedo a uno y otro lado buscando culpables, siguen sin cambiar de hábitos para contribuir a detener dicho deterioro. A escala general no suponen un dato relevante, pero sí lo es cuando estan al frente de los gobiernos o de las grandes empresas.

"A veces los objetivos autoimpuestos no buscan reducir las emisiones, sino 'compensarlas' con otras medidas 'verdes', emitiendo lo mismo que antes"

Así lo explica en un reciente estudio el doctor Joeri Rogeli, del Grantham Institute. Debemos tener en cuenta que en diciembre de 2015, 196 líderes mundiales dieron un paso al frente en la lucha contra el cambio climático con la firma del famoso Acuerdo de París, un compromiso ineludible de luchar para mantener el aumento de la temperatura media del planeta por debajo de los dos grados centígrados. Hasta aquí todo bien, pero "hechos son amores y no buenas razones". Una firma está bien como primer paso, pero si esta no va seguida de la aplicación de medidas reales, vamos por muy mal camino.

Eso, como explica en su informe, es lo que más preocupa al doctor Rogeli: "Aunque hay señales de interés, también hay grandes dificultades. Los diferentes planes de estados y empresas son difíciles de comparar. Por ejemplo, solo tienen en cuenta el CO₂ como parte de sus 'emisiones', mientras que otras consideran todos sus gases de efecto invernadero. Del mismo modo, algunas compañías pueden considerar que sus 'emisiones' están limitadas a las que ellos realizan directamente, y no al total de la cadena de producción de sus productos".

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Foto: EFE

Del mismo modo, tanto en el sector privado como a nivel estatal, explica el científico, algunas organizaciones miden su impacto medioambiental con respecto al total de energía producida, por ejemplo: "A veces los objetivos autoimpuestos no buscan reducir las emisiones, sino 'compensarlas' con otras medidas 'verdes' en su lugar". Esto supone que por buenas que sean esas nuevas medidas, el problema fundamental, la liberación de gases de efecto invernadero a la atmósfera sigue estando ahí. Dicho de otro modo: si hace 5 años tenía 10 centrales de carbón que suponían el 100% de mi producción energética y, ahora, he instalado miles de generadores eólicos, con lo que la producción con respecto al total de la energía por parte del carbón ha bajado al 50%, sigo generando los mismos gases de efecto invernadero, aunque parezca que soy más 'verde'.

Foto: Foto: Unspash/@instagramfotografin

La lucha del doctor Joeri Rogeli es muy clara: la honestidad por parte de las organizaciones contaminantes en sus políticas y objetivos medioambientales. Por eso propone que tanto empresas como países sigan estas reglas:

  • Definir el objetivo individual que se quiere alcanzar.
  • Determinar cuándo se pretende alcanzar la neutralidad climática.
  • Dejar claro a qué gases contaminantes se refieren cuando hablan de reducir las emisiones.
  • Definir las métricas que se están usando para determinar la cantidad de gases de efecto invernadero emitidos.
  • Anticipar el apoyo de la retirada directa de CO₂ atmosférico de cada organización.
  • Justificar por qué los objetivos autoimpuestos son efectivos en un marco global.
  • Describir qué planes de implementación tiene cada país y empresa para la integración de sus objetivos.

Estamos haciendo esfuerzos todos, y, al mismo tiempo que intentamos que la población no sufra demasiado por el cambio en las políticas medioambientales de los estados, estas tienen que ser lo suficientemente efectivas como para tener el impacto deseado, y este es muy grande. Estamos trabajando para evitar el que podría ser uno de los peores desastres de la historia de la humanidad y para ello necesitamos el apoyo de todos, a la vez que no realizamos promesas vagas que no llevan a ninguna parte

No se discute que necesitemos una sanidad pública de calidad, ni que las playas deben estar limpias o que es necesaria una gestión eficaz de los residuos para recuperar sus materiales en lugar de que llenen los vertederos o acaben como mero combustible en las incineradoras. Hay muchas cosas que consideramos hoy en día fundamentales. No existe el negacionista de la gigantesca pila de basura en una esquina, o de la falta de médicos. Sin embargo sí hay quien se atreve a cuestionar el hecho científico de que el clima está cambiando y que, esta vez, nosotros somos los responsables. Todas las pruebas indican tal cosa, todos los estudios de los investigadores lo corroboran, y, aun así, hay quien lo pone en duda.

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