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¿Bares prohibidos a ertzainas? “Antes sabías dónde no entrar; ahora no hay nada de eso”
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tras el incidente en el bar babbel

¿Bares prohibidos a ertzainas? “Antes sabías dónde no entrar; ahora no hay nada de eso”

Sindicatos y agentes coinciden en destacar que es un hecho puntual el rechazo a que se les sirva café en los establecimientos del País Vasco

Foto: Dos agentes de la Ertzaintza enfrente de un bar. (EFE)
Dos agentes de la Ertzaintza enfrente de un bar. (EFE)

Un grupo de cinco ‘ertzainas’ uniformados entra a primera hora de la tarde en el bar. Están de servicio pero el ‘servicio’ corresponde ahora a quien está al otro lado de la barra. Dos cafés con leche, dos cortados (uno con poco café) y uno solo. Poco más de diez minutos después los agentes recogen sus bártulos y enfilan la puerta de salida. “Hasta otro día”, espeta uno de ellos antes de retomar la actividad en San Sebastián. Más o menos a la misma hora, a unos 60 kilómetros de distancia, Iñaki y su compañero han hecho un alto en la ‘korrika’ (patrulla a pie) por Ermua para tomar un café en un establecimiento del casco viejo. La rutina se repite (casi siempre) día tras día. Cambia el local pero no el hábito. Son años ya en el cuerpo (y, por lo tanto, de cafés) y ninguno de ellos ha visto cómo se le negaba una consumición desde el otro lado de la barra.

Tenemos bastantes más problemas con el Departamento de Seguridad del Gobierno vasco que con los ciudadanos

No lo han vivido en primera persona y apenas han oído algún caso “puntual” de terceras personas. Por ello, coinciden en calificar como algo “esporádico” o “aislado” la negativa de la encargada de un bar de Markina-Xemein, en Vizcaya, a servir un café a dos ‘ertzainas’ de servicio con el argumento de que en ese local no se atiende a personas que portan armas. Enmarcan esta actitud en el terreno personal, en la animadversión hacia la Ertzaintza de la responsable del bar Babbel, a quien se le abrió un expediente por infracción de la ley de seguridad ciudadana, además de ser multada por carecer de hoja de reclamaciones. “No hay ningún motivo para pensar que en estos momentos haya algo contra la Ertzaintza más allá de la persona que estaba trabajando en ese bar”, asevera Iñaki.

Sus palabras son compartidas por compañeros y por los sindicatos de la Policía vasca. Es unánime el sentir de que este tipo de vetos son cosa del pasado. “Antiguamente sabías dónde no debías entrar a tomar un café por tu condición de ‘ertzaina’ pero ahora no se da nada de eso”, corrobora otro agente de seguridad ciudadana que habla desde la experiencia, no en vano ha operado en numerosos bastiones radicales durante los años de plomo. El fin de la actividad de ETA “lo ha cambiado radicalmente todo”. Ya no hay zonas en las que sea difícil patrullar y bares donde la presencia de la Ertzaintza esté vetada por la ley implícita de los radicales.

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"Llevaba diez años sin saludarme, y ahora..."

Ondarroa (Vizcaya) es uno de los municipios que ejemplifica este cambio. En septiembre de 2008 ETA intentó volar la comisaría de la Ertzaintza con un coche bomba cargado con 100 kilos de explosivos que pretendía causar una “masacre” en palabras del entonces consejero de Seguridad, Javier Balza, y que se saldó con once heridos, tres de ellos agentes. Hoy, los mismos ‘ertzainas’ que durante largos años han sufrido el odio de la población entran a tomar café “sin ningún problema” a bares de corte 'abertzale'. Un agente da cuenta de esta nueva realidad: “Hay gente con la que llevaba diez años sin mirarme o saludarme y ahora tomamos algún vino juntos”, expone. Y enfatiza: “Somos conscientes de la nueva situación por los dos lados”.

No hay vetos en los bares pero, en todo caso, a día de hoy gran parte de los agentes sigue sin pisar establecimientos próximos a la izquierda ‘abertzale’. Por “convicción personal”, por “respeto a la condición humana”. “Me niego a entrar a bares que apoyaban que nos mataran, quemaran, apedrearan o insultaran”, expone Iñaki. “Es una cuestión personal. Yo no voy a entrar donde no voy a estar a gusto. Es algo de sentido común”, comparte Juan (nombre ficticio), un agente que lleva más de diez años dedicado a las tareas de seguridad ciudadana en diferentes localizaciones de Guipúzcoa. En su caso, resalta que nunca ha tenido problemas con la población. De hecho, no sabía euskera y pone en valor que los ciudadanos siempre atendían a su petición, formulada en la lengua vasca, para que se expresaran en castellano a pesar del “esfuerzo” que les suponía en algunos casos. Crítico con la actitud del bar Babbel con los dos agentes, lanza una serie de preguntas: “¿Qué pasará si hay un incendio en el local o entran a robar? ¿Llamaría a la Ertzaintza? ¿Agradecería su labor a los agentes a los que se negó a servir?”.

Roberto Seijo, secretario general de Erne, el sindicato mayoritario de la Ertzaintza, pone en valor que la actitud de la población hacia el cuerpo ha cambiado de forma “radical” desde el fin de la actividad armada de ETA. Sigue habiendo una parte de la población que “nos odia” pero “de forma mayoritaria” se reconoce el trabajo de la Policía vasca. Haciendo memoria, afirma que en los últimos cuatro años habrá sido consciente de dos vetos de bares a agentes como el del Babbel. “Y eso que hay 8.000 ‘ertzainas’ en las calles tomando todos los días cafés por la mañana, tarde y noche”, argumenta de forma gráfica. Además, asegura que “de haber habido más casos hubieran salido a la luz pública porque es algo muy mediático”.

‘Ertzainas’ y sindicatos enmarcan en algo "puntual" y “esporádico” la negativa de la responsable de un bar a servir un café a dos agentes

Desde el sindicato ELA, Tomás Rodríguez admite estar “extrañado” por la forma de proceder de la responsable del local de Markina-Xemein en los actuales tiempos, en los que “no hay ningún problema” para realizar cosas tan cotidianas como tomar un café o entrar a un estanco a por tabaco. “La población nos trata en su mayoría magníficamente”, afirma. Y deja constancia de esta inmejorable situación en la calle con una elocuente sentencia. “Tenemos bastantes más problemas con el Departamento de Seguridad del Gobierno vasco que con los ciudadanos”. Esta máxima es compartida “al cien por cien” por Seijo, muy crítico con la imagen de “país de las maravillas” que pretende trasladar la dirección de la Ertzaintza en cuanto a la seguridad en Euskadi. “Parece que hemos pasado de ser un país que convivía con la ‘kale borroka’ y ETA a un escenario idílico y no es así para nada”, señala ante la amenaza del terrorismo yihadista, para la cual la Policía vasca “no cuenta con los dispositivos necesarios” para su combate. El responsable de Erne también deja su rotunda sentencia: “Es más fácil hablar con EH Bildu que con el Departamento de Seguridad”.

El problema con el bar Babbel

El sindicato policial Esan fue quien denunció el “grave acto contra dos trabajadores vascos” llevado a cabo por el bar Babbel a través de Twitter, donde dio cuenta del nombre del establecimiento y su ubicación concreta en un mapa de la localidad. Esta censura pública fue respondida desde la cuenta de la Fundación Pakito Arriaran, un terrorista de ETA fallecido en El Salvador en combate, con un mensaje irónico de agradecimiento a la central por informar de un bar ‘amigo’ en el que insultaba gravemente a la Ertzaintza. “@ESANinfo nos muestra el mapa dónde podemos ir a tomar café sin tener que sentarnos junto a asesinos y torturadores. Eskerrik asko”, se afirmó. Ahora, el sindicato ha interpuesto una denuncia penal contra el autor de este tuit por calumnias.

Foto: Imagen de archivo de dos agentes de la Ertzaintza. (EFE)

Las descalificaciones virtuales contra la Ertzaintza también son “circunstanciales” a día de hoy. El responsable de las redes sociales y actuaciones de Esan, Iñaki Urga, relata que en general los insultos han “parado” tras el fin de la actividad de ETA y, sobre todo, a raíz de la llamada ley mordaza. Asegura que ya no existe rechazo ciudadano ni en la calle ni el ámbito virtual y circunscribe los posibles ataques a la “dignidad y memoria” de los agentes a “hechos puntuales”. En todo caso, se muestra tan crítico con estas actitudes como con la “vergonzosa pasividad” del Departamento de Seguridad ante conductas “despreciables” como las de la Fundación Pakito Arriaran. “No podemos permitir estas faltas de respeto”, resalta para advertir: “No vamos a permitir que se quiera pasar página y no atajar este tipo de conductas”.

Un grupo de cinco ‘ertzainas’ uniformados entra a primera hora de la tarde en el bar. Están de servicio pero el ‘servicio’ corresponde ahora a quien está al otro lado de la barra. Dos cafés con leche, dos cortados (uno con poco café) y uno solo. Poco más de diez minutos después los agentes recogen sus bártulos y enfilan la puerta de salida. “Hasta otro día”, espeta uno de ellos antes de retomar la actividad en San Sebastián. Más o menos a la misma hora, a unos 60 kilómetros de distancia, Iñaki y su compañero han hecho un alto en la ‘korrika’ (patrulla a pie) por Ermua para tomar un café en un establecimiento del casco viejo. La rutina se repite (casi siempre) día tras día. Cambia el local pero no el hábito. Son años ya en el cuerpo (y, por lo tanto, de cafés) y ninguno de ellos ha visto cómo se le negaba una consumición desde el otro lado de la barra.

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