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La otra guerra de los camioneros ucranianos: así se organiza la resistencia humanitaria en Madrid
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La otra guerra de los camioneros ucranianos: así se organiza la resistencia humanitaria en Madrid

Con el estallido de la guerra, cientos de transportistas ucranianos se quedaron vagando por Europa sin destino. La resistencia civil en el exterior los está organizando para enviar ayuda humanitaria a la frontera

Foto: Camión con ayuda humanitaria para Ucrania. (Reuters/Eduardo Muñoz)
Camión con ayuda humanitaria para Ucrania. (Reuters/Eduardo Muñoz)
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Son las 11:00 de la noche en Torrejón de la Calzada. En una modesta nave industrial, decenas de ucranianos se afanan por terminar las últimas labores del día entre decenas cientos de cajas, bolsas y paquetes. Algunos llevan desde las diez de la mañana organizando la jornada. Tabaco, refrescos y cervezas, y un sofá para descansar. Acaban de cargar un camión completo con ayuda humanitaria destino Ucrania. Se miran entre ellos con cara de cansancio y, en parte, cierta satisfacción. Han acabado por hoy. Llevan repitiendo la misma operación dos semanas y ninguno sabe por cuánto tiempo más se tendrá que alargar. Esta es la historia de otra cara de la guerra, una de miles de kilómetros de carretera, peajes, dispositivos de rastreo y mucha prisa.

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Desde que su país fue invadido por Rusia el pasado 24 de febrero, este polígono industrial madrileño, a escasos kilómetros de la provincia de Toledo, se ha convertido en uno de los numerosos centros organizados por la resistencia civil en el exterior. La guerra también ha llegado a la diáspora y ucranianos como Andrey, Ivan y Andri —quienes están a cargo de la logística en Torrejón— han apartado sus otras prioridades para ayudar a sus compatriotas. Primero mandaron una furgoneta, luego, cuatro. Ahora están organizando fletes a gran escala aprovechando la red de camioneros ucranianos que se quedó vagando en distintos puntos de Europa cuando estalló el conflicto.

Los transportistas vienen de Portugal, República Checa o Valencia. El que despiden en este momento es el sexto y último vehículo que sale hoy de Torrejón. Acababa de llegar de Praga. El chofer, un hombre curtido de unos 50 años, prefiere no ser fotografiado. Nos cuenta que este es su camión particular y, aunque trabaja para una empresa de transporte, cuando se enteró de esta historia a través de grupos de WhatsApp decidió venir a ayudar. Ivan le mandó la ubicación de la nave y apareció a las nueve de la noche en Torrejón. Fumó varios cigarros, charló con los jóvenes voluntarios mientras hacían la carga y descansó lo que pudo antes de partir de nuevo a la carretera con más de 3.000 kilómetros —y mucha incertidumbre— por delante.

placeholder Dos horas después, el camión está lleno de carga. Son las once y cuarto de la noche. (A.F.)
Dos horas después, el camión está lleno de carga. Son las once y cuarto de la noche. (A.F.)

El trato es simple. "Yo te pongo la gasolina para ir a Ucrania o a Polonia, pero vienes a Madrid y transportas toda la ayuda humanitaria", explica Andrey. Funcionó. Enviar un camión cuesta en torno a 2.000 euros. "Unos 1.900 en gasolina y peajes y 100 euros para que coma el conductor durante los 4 o 5 días de viaje", detalla. Mientras explica la maniobra, camina por la nave haciéndose hueco entre los cientos de cajas. Algunas se amontonan unas con otras y, aunque el espacio es amplio, disponen de varias tandas de palés repletos a ambos lados.

Algunos aceptaron nuevas rutas para evitar ser reclutados o arriesgarse a perder los camiones

A algunos de los camioneros, la guerra les pilló descargando en Valencia, Logroño o Portugal. Con el comercio en Ucrania muy limitado por la guerra, algunos aceptaron nuevas rutas para evitar ser reclutados o arriesgarse a perder los camiones. Otros optaron por regresar inmediatamente a empuñar las armas. Muchos han decido volver, pero sin las manos vacías, y se acercaron a la capital para ejecutar esta misma operación. Para viajar entre países de la UE, todos llevan los documento T1 y TX donde se especifica la mercancía a transportar y, en estos casos, el justificante de la ayuda humanitaria y la voluntariedad del conductor.

placeholder Zenuk ha ofrecido su nave de Torrejón de la Calzada para almacenar la carga. (A.F.)
Zenuk ha ofrecido su nave de Torrejón de la Calzada para almacenar la carga. (A.F.)

Improvisar el frente humanitario

Cada día que pasa, esta pequeña operación humanitaria crece, recibe más ayuda y solidaridad. Pero cuando empezaron hace 15 días, apenas eran dos amigos de la ciudad de Ivano-Frankov residentes en Madrid que se acercaron a Ucramarket (la tienda de productos ucranianos por excelencia) en Méndez Álvaro. El desconcierto e incertidumbre por la invasión rusa de su país les hizo reaccionar. Querían ayudar. Andrey, aunque es arquitecto, lleva trabajando en la obra desde que llegó a España hace 20 años. Andri, por su parte, tiene una empresa de mensajería con su hermano. Su mujer le dijo que, aprovechando su conocimiento con la logística del transporte y mercancía, seguro que había algo que podían hacer. Y así fue. "En una hora conseguimos cuatro furgonetas", relata Andri, ahora con frío y cargando un camión en el polígono. Todo se difundió por publicaciones de Instagram. Ahora, estos improvisados centros de almacenamiento y distribución también se extienden por Galicia, Málaga o Barcelona.

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Con el aumento de las donaciones, Andrey ofreció su almacén del polígono de Fuenlabrada para guardar el material donado. No era suficiente. Faltaba espacio, más transportes y tiempo. Fue entonces cuando Zenuk y sus hermanos pusieron a disposición la gran nave que tienen alquilada en Torrejón de la Calzada y se trasladaron. Ivan tenía algunos conocidos que se dedicaban al transporte de mercancía. "Todo ha sido boca a boca", explica. Y ahora cada día se reúnen decenas de ucranianos para separar, empacar y cargar la ayuda.

"Hay muchas cosas que no valen. Hemos recibido medicina caducada desde 2014 y ropa que es inservible, mucha gente ha aprovechado para hacer limpieza de armario", relata Max, uno de los voluntarios, una vez finalizada la carga y bebiendo una lata de cerveza. Lo que abunda: pañales de bebés. Lo que escasea: donaciones en buen estado.

placeholder Andri con una de las cajas. (A.F.)
Andri con una de las cajas. (A.F.)

Unos a otros y otros con unos, la comunidad ucrania se abrazó a sí misma en forma de mano de obra, dinero en efectivo para gasolina y búsqueda activa de transporte a la frontera. Y la rueda se hizo más grande. Tras la manifestación contra la guerra del domingo 27 de febrero a la que acudieron 10.000 personas en Colón, las donaciones se multiplicaron. Iglesias, locales y llamadas particulares. Este último camión de Torrejón, por ejemplo, ha sido financiado por Iñaki, un madrileño que tiene una empresa de piscinas y ha pagado los 2.000 euros para costear el viaje. "Pensé en irme yo, pero iba a ser menos eficiente. Colaboro más financiando un viaje con mucha carga que saliendo con mi furgoneta", explica a este medio.

Cuentan que se han puesto en contacto con las administraciones, pero por el momento no han recibido ayuda

La prisa es el combustible que mueve el engranaje. La ayuda es urgente y el tiempo es crucial. El grupo de Torrejón de la Calzada recibe donaciones en efectivo y en especie, porque los trámites burocráticos para convertirse en asociación podrían durar meses. Cuentan que se han puesto en contacto con las administraciones, pero por el momento no han recibido ayuda. "Lo hacemos todo entre nosotros", nos cuentan.

Quienes no pueden acceder hasta Ucrania (por interés propio o de la empresa), descargan en Varsovia. Desde ahí, militares y otros voluntarios distribuyen la mercancía. "Con Polonia es sencillo, hay muchas naves e iglesias por Europa que se coordinan directamente con ellos".

placeholder Geolocalización de los camiones gracias al dispositivo de Apple. (Cedidas)
Geolocalización de los camiones gracias al dispositivo de Apple. (Cedidas)

Pese a la improvisación y las prisas, Andri explica que una de sus mayores preocupaciones era asegurarse de que todas las cajas llegasen a su destino. Había contactos que les parecían sospechosos. Esta semana, por ejemplo, recibió una llamada de una joven que le ofrecía un camión, pero para cargar solo una cuarta parte. El resto de ayuda humanitaria se recogería en Berlín. Se pusieron entonces en contacto con la comunidad ucraniana en la capital alemana, donde sabe que también se estaban coordinando redes de ayuda. "¿Cómo que se carga aquí? No, no. Nosotros no hemos hablado con nadie sobre que venga un camión desde Madrid", le dijo su compatriota.

placeholder Este ucraniano vive en Canillejas y se desplaza cada día a Torrejón de la Calzada. Muchos han renunciado a sus puestos de trabajo para centrarse en la carga de camiones. (A.F.)
Este ucraniano vive en Canillejas y se desplaza cada día a Torrejón de la Calzada. Muchos han renunciado a sus puestos de trabajo para centrarse en la carga de camiones. (A.F.)

"La inteligencia rusa está en todas partes", pensó Andri en ese momento. Y también es consciente hay desalmados que se aprovechan de las situaciones de crisis y puede tratar de desviar o revender las donaciones. Ya sea un intento de sabotaje de fieles del Kremlin o unos piratas de la ayuda humanitaria, "hay que tener mucho cuidado", reflexionan los voluntarios, conscientes de la confianza y responsabilidad que cargan. Así que desde entonces están utilizando dispositivos de geolocalización para monitorizar en tiempo real los camiones.

A media noche, el conductor cierra las puertas del camión, a rebosar, con ayuda de dos jóvenes. Sube a la cabina con Andrey y charlan durante un rato. Guarda los documentos que le permiten cruzar fronteras. Seguramente él vaya hasta Polonia y regrese para poder seguir enviando ayuda. Se despide de los compatriotas a los que acaba de conocer. También del chico del "torito", vecino de Torrejón y dueño de la carretilla elevadora que se ha ofrecido a echarles una mano. Coge carretera y el polígono se queda en silencio, salvo dentro de una nave, donde toman unas cervezas mientras terminan de recoger. Mañana más y mejor.

Son las 11:00 de la noche en Torrejón de la Calzada. En una modesta nave industrial, decenas de ucranianos se afanan por terminar las últimas labores del día entre decenas cientos de cajas, bolsas y paquetes. Algunos llevan desde las diez de la mañana organizando la jornada. Tabaco, refrescos y cervezas, y un sofá para descansar. Acaban de cargar un camión completo con ayuda humanitaria destino Ucrania. Se miran entre ellos con cara de cansancio y, en parte, cierta satisfacción. Han acabado por hoy. Llevan repitiendo la misma operación dos semanas y ninguno sabe por cuánto tiempo más se tendrá que alargar. Esta es la historia de otra cara de la guerra, una de miles de kilómetros de carretera, peajes, dispositivos de rastreo y mucha prisa.

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