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¿Soluciones para la Cañada Real?: "No podemos seguir echándonos la pelota unos a otros"
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piden mantas, velas y bombonas de butano

¿Soluciones para la Cañada Real?: "No podemos seguir echándonos la pelota unos a otros"

Se pretenden destinar cinco millones de euros procedentes de los fondos europeos para realojar a las familias del sector VI en el medio plazo

Foto: Una vecina de la Cañada Real. (EFE/Federico Segarra)
Una vecina de la Cañada Real. (EFE/Federico Segarra)

“¡Eso para el almacén!”, es lo primero que he escuchado cuando al otro lado del teléfono ha respondido a mi llamada Conrado Giménez, el presidente de la Fundación Madrina. “Perdona, es que nos acaban de ofrecer un almacén donde guardaremos los juguetes que vamos a comprar y que nos van a donar para, el día de Reyes, regalárselos a los niños de la Cañada Real”, me ha espetado ilusionado. No es que sea el mayor de los problemas para las familias que se asientan en esa zona discriminada de la M-50 de Madrid pero da una idea de la vida y la infancia que están sufriendo más de 1.800 menores que pertenecen al sector VI.

Si uno echa la vista atrás es casi imposible calcular de manera exacta los años que lleva existiendo este problema y que provoca que los vecinos de la Cañada Real sobrevivan en unas condiciones indignas. “Viven prácticamente en favelas, quedan 13 familias sin realojar en la zona sin asfaltar y más de cien en la parte que llega hasta el puente. Nos piden, sobre todo, mantas, velas, linternas y bombonas de butano porque lo de la luz lo dan por imposible”, relata Giménez. Se refiere, indudablemente, al mayor déficit al que tienen que hacer frente estas familias: vivir sin prácticamente nada de electricidad porque Naturgy les cortó el suministro hace más de un año.

placeholder Rueda de prensa de Paloma Martín tras el Comité Ejecutivo del Pacto Regional. (Comunidad de Madrid)
Rueda de prensa de Paloma Martín tras el Comité Ejecutivo del Pacto Regional. (Comunidad de Madrid)

“Antes tenían electricidad varios días seguidos, luego se la cortaban otros tantos pero en seguida venían técnicos y lo volvían a arreglar”, recuerda Javier Ródenas, miembro de la parroquia de la Cañada Real. En efecto, los cortes se producían de forma intermitente hace unos años pero de un tiempo a esta parte el suministro eléctrico ha desaparecido por completo. El motivo no es otro que la seguridad para los propios vecinos de la zona, según ha confirmado en rueda de prensa Paloma Martín, consejera de Medio Ambiente, Vivienda y Agricultura tras el Comité Ejecutivo del Pacto Regional por la Cañada Real que ha mantenido con la delegada del Gobierno, Mercedes González, y con los alcaldes de Coslada y Rivas Vaciamadrid. “Las instalaciones incumplen la normativa de seguridad y, ante el riesgo de provocar incendios por los enganches, los cortes se producen de forma automática cuando se detecta un consumo muy elevado, algo que ocurre muy a menudo por el uso de la luz para el cultivo de drogas”, ha sentenciado la consejera.

Tanto Javier Ródenas como Conrado Giménez apuntan a que muchas personas han optado por intentar calentarse con estufas de leña. “Compran la más barata, quizá les cuesta 150 euros y se buscan la vida para conseguir madera”. Aunque también señalan que los hay que apuestan algo más fuerte y adquieren placas solares. “Hay familias que llevan viviendo aquí 30 años, gente que cobra el salario mínimo vital o que incluso tiene trabajo y pueden permitírselo”, asevera Giménez. “Eso sí, suelen ser de segunda mano, ninguna cuesta más de 1.500 euros. Es eso o no tener ni para cargar el móvil y dar la luz. De plancha ni hablamos”, zanja Ródenas.

Han visto a niños o personas mayores con mordeduras de roedor en las piernas

Lo primordial, dicen, es conseguir que la zona posea un mínimo de higiene y habitabilidad aunque reconocen que es muy complicado. “Ves favelas, chabolas, rodeadas de metales, de cartones… y aunque les digas que las quiten, no hacen caso porque las acumulan para poder venderlas. Es su forma de vida”, señala el director de la Fundación Madrina. “Esto es un problema de humanidad, no les van a activar el suministro eléctrico porque ninguna compañía va a instalar contadores de luz para regularizarlo. Nadie tiene vivienda en propiedad ni alquilada. Es todo ilegal”, lamenta el parroquiano. Más de una vez, confiesan, han visto a niños o personas mayores con mordeduras de roedor en las piernas. “Cuando llueve, remueven la tierra y eso provoca que las ratas salgan, por eso nos piden raticidas”.

¿Principio del fin?

Aunque el problema sea eterno, tras el Comité Ejecutivo de hoy, se vislumbra algo de luz al final del túnel. “Se ha llegado a un acuerdo para intentar solucionar los realojos en el plazo de una década. Las instituciones no podemos seguir echándonos la pelota unas a otras, tenemos que poner todos los recursos a disposición para que la Cañada deje de ser un estigma que avergüence a los vecinos”, ha admitido Pedro del Cura, alcalde de Rivas Vaciamadrid.

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Finalmente, se ha desvelado el acuerdo entre Comunidad de Madrid y Gobierno para destinar cinco millones de euros procedentes de los fondos europeos para realojar a estas familias en el medio plazo. La consejera, no obstante, ha recordado que ya se han destinado 18 millones de euros para solucionar el problema habitacional de 130 familias y que en los próximos dos años esa cantidad ascenderá casi al doble, 34 millones que posibilitarán el realojo de 300 familias más.

Todos coinciden en que ese es el problema social de fondo, realojar a todas esas personas, sumidas en la pobreza y en unas condiciones indignas que ponen en peligro sus vidas, en especial las de los más débiles, dando prioridad a las familias más vulnerables, las que tienen a cargo personas mayores y niños, más de 1.800, 200 de ellos menores de dos meses. Solo así, aseguran las instituciones, podrá mejorar la inseguridad ciudadana y podrá erradicarse el cultivo y el tráfico de drogas. Pero, mientras tanto, allí estarán Fundación Madrina y la parroquia de la Cañada Real para “ayudar en todo lo que podamos, ofrecer lo que tenemos y lo que no y, sobre todo, acompañar, apoyar y estar”.

“¡Eso para el almacén!”, es lo primero que he escuchado cuando al otro lado del teléfono ha respondido a mi llamada Conrado Giménez, el presidente de la Fundación Madrina. “Perdona, es que nos acaban de ofrecer un almacén donde guardaremos los juguetes que vamos a comprar y que nos van a donar para, el día de Reyes, regalárselos a los niños de la Cañada Real”, me ha espetado ilusionado. No es que sea el mayor de los problemas para las familias que se asientan en esa zona discriminada de la M-50 de Madrid pero da una idea de la vida y la infancia que están sufriendo más de 1.800 menores que pertenecen al sector VI.

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