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Un fármaco incompatible con conducir, detrás del atropello mortal de Madrid
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podría ser acusado de homicidio doloso

Un fármaco incompatible con conducir, detrás del atropello mortal de Madrid

Todo apunta a que el taxista conducía su vehículo mientras tomaba una medicación incompatible con la de sentarse delante de un volante

Foto: Foto: Emergencias Madrid.
Foto: Emergencias Madrid.

Un grupo de personas cena tranquilamente en la terraza de un bar de la calle Bravo Murillo de Madrid. Se trata de una de las arterias principales de la ciudad, con tres carriles por sentido, dos de ellos reservados para autobuses y taxis. Aunque la acera no es muy ancha, los clientes del restaurante se distribuyen en varias mesas diseminadas sobre ella. Una valla de metal se eleva desde el bordillo y separa la calzada de la zona peatonal. Ofrece cierta sensación de seguridad.

Fallece una mujer atropellada por un taxi que colisionó contra una terraza

Son las 23:30 del pasado viernes. Las risas y las animadas conversaciones de los clientes del bar se secan de repente. Un taxi acaba de embestir contra la valla de protección destrozando ocho metros y llevándose por delante a ocho personas. Una de ellas, una mujer, fallece por el impacto al instante. Las demás resultan heridas, dos de gravedad. Se escuchan llantos y gritos de lamento. Un viandante abre la puerta del coche del taxista y le reprocha su comportamiento: “¡¡Que te has cargado ahí a una mujer!!”. “¡¡Que salga del coche!!”, grita otro, quizá pensando en que podía darse a la fuga. El conductor parece ido, como somnoliento. Le tiemblan las manos. A dos metros del morro de su coche, yace sobre el suelo un cuerpo en una posición imposible.

La Policía Municipal de Madrid y las asistencias sanitarias llegan inmediatamente. Unos atienden a los heridos y los van evacuando a centros hospitalarias, mientras los otros investigan. Al conductor del taxi, de 65 años de edad, le someten al correspondiente test de alcoholemia. Da negativo. No ha bebido. También le hacen un test de drogas. En principio, con el mismo resultado, aunque los resultados de laboratorio tardarán en llegar. ¿Qué ocurrió entonces? ¿Un despiste? ¿Un mareo repentino? Los agentes saben que alguna razón debe haber detrás de la pérdida de control del vehículo.

Los policías, enormes especialistas en la resolución de accidentes, hallan un dato clave. El conductor consume un medicamento en cuyo prospecto hay un signo de prohibición con un vehículo en su interior en el que advierte: “Afecta a la capacidad de conducir”, y en las contraindicaciones explica con más detalle: “Dependiendo de la dosis y de la sensibilidad individual, puede disminuir la atención, alterar la capacidad de reacción y la función muscular, producir somnolencia, amnesia o sedación, especialmente al inicio del tratamiento o después de un incremento de la dosis. No se aconseja conducir vehículos ni manejar maquinaria cuya utilización requiera especial atención o concentración, hasta que se compruebe que la capacidad para realizar estas actividades no queda afectada. Reacciones adversas: mareo, sedación, somnolencia, ataxia…”.

A falta de elaborar el informe definitivo, todo apunta a que el taxista conducía su vehículo mientras tomaba una medicación incompatible con la de sentarse delante de un volante. Si el médico le había advertido de la peligrosidad de seguir con su trabajo mientras la tomaba y él lo sabía, podría ser acusado incluso de homicidio doloso, cuya pena máxima alcanza los 15 años.

Un grupo de personas cena tranquilamente en la terraza de un bar de la calle Bravo Murillo de Madrid. Se trata de una de las arterias principales de la ciudad, con tres carriles por sentido, dos de ellos reservados para autobuses y taxis. Aunque la acera no es muy ancha, los clientes del restaurante se distribuyen en varias mesas diseminadas sobre ella. Una valla de metal se eleva desde el bordillo y separa la calzada de la zona peatonal. Ofrece cierta sensación de seguridad.

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