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Cuatro partes desde la UCI: “Hay miedo. Te preguntan si van a morir”
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Cuatro partes desde la UCI: “Hay miedo. Te preguntan si van a morir”

Testimonios de profesionales sanitarios, entregados en la lucha contra el virus, pero desbordados por la situación ante la falta de recursos materiales y humanos

Foto: Imagen del Hospital La Paz en Madrid. (EFE)
Imagen del Hospital La Paz en Madrid. (EFE)

“Esto está empezando”. Mayte hace balance de la semana con un hilo de voz. Es enfermera del Hospital Ramón y Cajal de Madrid y está en primera línea del frente. Como en otros grandes centros de la región, hace turnos de 12 horas al día. Desempeña su trabajo en condiciones extremas, tanto por la exposición al contagio, como por la falta de material básico. Solo ella atiende a 17 pacientes, la mitad de ellos dependientes. De ocho y media de la mañana a dos y media de la tarde va vestida con dos batas, mascarilla (toda la semana la misma), gafas y guantes. No hace pausa para beber ni para ir al baño por cuestiones de seguridad. “Estamos saturadas”.

Aunque nadie advirtió del peligro que se venía encima, su relato de los hechos demuestra cómo desde el primer momento las decisiones han ido a remolque de los acontecimientos. Recuerda cómo hace dos semanas, los primeros test a posibles infectados los hacían los microbiólogos. Pero en cuanto el volumen se disparó, las pruebas comenzaron a realizarlos enfermeras y auxiliares tras visionar un tutorial de youtube. O cómo se actuó con los que ingresaba a la espera de diagnóstico, compartiendo habitación con otros ya infectados. En general, un despropósito de magnitudes equivalentes a las del problema sanitario al que nos enfrentamos… “pero esto es lo que hay”.

Mercedes es de la primera promoción del Hospital de Fuenlabrada, adscrito a la Universidad Rey Juan Carlos, inaugurado en 2003. Tiene mili para no arrugarse, pero vive angustiada toda esta crisis. “La sensibilidad está a flor de piel, para lo bueno y para lo malo. Lloramos de impotencia, surgen roces entre nosotros, hay críticas por el reparto de los trabajos…”. A las sesiones maratonianas, ahora suma la rotación por turnos (día, tarde y noche), lo que hace muy difícil conciliar, con tres hijos preadolescentes en casa. Es consciente de la situación de emergencia, pero nadie está preparado para ser héroe a la fuerza. Y menos con formaciones exprés de tres cuartos de hora.

Pacientes de UCI que no responden al tratamiento

Para paliar la carga de trabajo, las comunidades más afectadas están movilizando a personal médico de otros ámbitos, habilitando a recién licenciados en medicina y llamando a filas a jubilados. Faltan manos, pero también mando. A la rutina diaria ahora se suma la instrucción a los nuevos. Llegan con pocas indicaciones y en su mayoría llegan perplejos y con miedo, sobre todo los que no han tenido experiencia hospitalaria. Para muchos es pasar de cero a cien en un día, sobre todo al ver situaciones extremas, con pacientes de UCI que no responden al tratamiento y pasan a planta con sedación y oxígeno, como ya ha empezado a ocurrir esta semana en Madrid.

El ánimo va en función de cada uno. En el caso de Reichel, enfermera en el servicio de Reanimación y Cuidados Críticos del Hospital Gregorio Marañón, también en Madrid, su moral sigue intacta “a pesar de la cantidad de trabajo, de las condiciones en las que estamos y de no librar una mierda (es madre). Solo pienso en no ponerme mala para poder estar dándolo todo”. Su empuje no cambia la perspectiva ante lo que ocurre y describe un escenario similar al que hacen el resto de sanitarios. “Esto es un horror. El centro se ha transformado completamente, es como un hospital de guerra, pero en lugar de heridos hay pacientes con neumonías a lo bestia”.

Las comunidades más afectadas están movilizando a personal médico de otros ámbitos, habilitando a recién licenciados y llamando a filas a jubilados

Al principio, todos los pacientes eran mayores con patologías previas. Son los más vulnerables. Pero a medida que pasan los días el espectro de pacientes se ha ido ampliando a todas las edades, hasta tener incluso a veinteañeros ingresados. Es lo peor, porque, a diferencia de los ancianos, son conscientes de lo que pasa. Muchos no quieren ni ver la televisión. Están aislados y con miedo. “Te hacen preguntas que no sabes qué responder. ¿El coronavirus mata? ¿Y a mí?”. Por su trabajo, la muerte es algo consustancial a la atención médica, pero lo que peor llevan “es ver a gente que se va a morir sola. Sin su familia. Sin velatorio. Es realmente duro y te deja muy tocado”.

María del Mar lo resume de manera aún más gráfica. Es especialista de Digestivo en el Hospital Clínico de Madrid, pero desde hace una semana trabaja ya en Urgencias. Como ella, todos los especialistas. Los últimos en incorporarse han sido los oftalmólogos. El coronavirus ha convertido el centro en un absoluto caos y todos los recursos están destinados a afrontar el volumen de afectados que llega. “No puedes hacerte una idea de la situación”. Toca estirar al máximo la capacidad de las instalaciones. “Ya hemos empezado a subir a pacientes a las plantas de ingresados”. Son conscientes de que esto es solo el principio… “y lo que nos queda”.

PD: También hay altas y se celebran como una victoria, pero por desgracia todavía son minoría.

“Esto está empezando”. Mayte hace balance de la semana con un hilo de voz. Es enfermera del Hospital Ramón y Cajal de Madrid y está en primera línea del frente. Como en otros grandes centros de la región, hace turnos de 12 horas al día. Desempeña su trabajo en condiciones extremas, tanto por la exposición al contagio, como por la falta de material básico. Solo ella atiende a 17 pacientes, la mitad de ellos dependientes. De ocho y media de la mañana a dos y media de la tarde va vestida con dos batas, mascarilla (toda la semana la misma), gafas y guantes. No hace pausa para beber ni para ir al baño por cuestiones de seguridad. “Estamos saturadas”.

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