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El hombre que ganó 4,7 millones a la lotería y no los reclamó tenía algo que ocultar
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El hombre que ganó 4,7 millones a la lotería y no los reclamó tenía algo que ocultar

A las puertas del juicio oral contra el lotero gallego que se quedó una Primitiva premiada que no era suya, un libro pone el foco en el misterioso ganador del boleto birlado

Foto: Manuel Reija, lotero investigado por quedarse un boleto ajeno. (EFE/Eliseo Trigo)
Manuel Reija, lotero investigado por quedarse un boleto ajeno. (EFE/Eliseo Trigo)
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Podría ser una secuencia numérica al azar, pero tiene varios significados diferentes, todos ellos con diversos grados de turbiedad.

10-17-24-37-40-43.

Son los números de un boleto de la Primitiva premiado con 4,7 millones, pero que, aunque el sorteo fue el 30 de junio de 2012, aún no ha cobrado nadie (y la cosa va para largo).

Más que un boleto, es una plaga bíblica que embarra a todos los que se cruzan en su camino. Como una mancha de aceite que te acaba salpicando quieras o no, el 10-17-24-37-40-43 ha sacudido a su dueño original, al lotero que se lo intentó quedar, al Estado (vía Lotería y Apuestas del Estado) y a buena parte de la sociedad coruñesa, que ha visto reclamar el premio en falso a 350 vecinos con más imaginación que vergüenza.

Un gran barrizal sobre el que la justicia quiere ahora echar un poco de luz.

En el banquillo

El Juzgado de Instrucción número 8 de A Coruña decretó este mes la apertura de juicio oral contra Miguel Reija, gerente de una administración de Lotería en la ciudad gallega, y a su hermano, Manuel Reija, antiguo delegado provincial de Lotería y Apuestas del Estado. Loteros acusados de birlarle el premio a un cliente. Les piden seis años de cárcel por estafa, apropiación indebida, encubrimiento y blanqueo de capitales. A los hermanos Reija les sonará la cantidad que les han puesto de fianza: 4,7 millones de euros. La defensa de los Reija está en manos de dos de los bufetes más potentes de España: Garrigues y Cuatrecasas. Va a ser uno de los juicios más morbosos de 2024.

Sostiene el fiscal que Miguel Reija, "conocedor del alto importe del premio, se lo quedó para sí", con la ayuda de su hermano, que engrasó los trámites para que Miguel pareciera el "legítimo poseedor" del premio.

Los Reija han estado en el centro del temporal desde 2012, solo que, como una de esas películas de auge y caída, empezaron siendo los presuntos buenos y acabaron siendo los presuntos malos. En efecto, cuando el caso explotó en los medios, meses después del sorteo, los ingredientes estaban al revés: Miguel Reija era el buen samaritano que encontró un boleto premiado de la Primitiva olvidado por un cliente, y rápidamente dio la voz de alarma. Luego supimos que no fue exactamente así. Según registró el sistema informático de loterías, el cliente llegó al local de Reija con trece boletos para ver si le había tocado algo, y la maquinita avisó de que uno tenía premio gordo; pero, por lo que fuera, el cliente salió de allí creyendo que no le había tocado nada y no se volvió a saber de él hasta muchos años después (gracias a la policía y cuando ya se había muerto).

¿Qué pasó ese día en esa Administración de lotería de Reija? "La pantalla que alerta de los premios estaba a la vista de lotero y cliente, pero el aviso duró un par de segundos. Como el cliente llevaba varios boletos para comprobar, y debía fiarse del lotero, quizá miraba el móvil mientras el lotero hacía su trabajo", aventura Xaquín López, de RTVE, el periodista que más horas ha dedicado a investigarlo, pues participó en un documental sobre el caso de En Portada (histórico formato de reportajes de la tele pública) y ahora publica un ensayo de no ficción, El cambiazo, donde el boleto premiado (pero sin dueño) ejerce como lodazal social.

"Una procesión de cientos de reclamantes de un premio que no es suyo constituye un titular que ha avergonzado a la ciudad de A Coruña durante años, pero este escándalo podría haber ocurrido en cualquier otra ciudad de España, porque lo que subyace en todo ello es la picaresca, la ludopatía y el nepotismo, herencia de prácticas corruptas enraizadas en el entramado institucional, que nos impiden crecer como democracia de primer nivel", explica el libro.

Si uno encuentra lotería premiada tirada en la calle y nadie la reclama durante un tiempo, puede acabar cobrando el importe

Se refiere, entre otras cosas, a que el clan Reija lleva varias generaciones gestionando un trozo de la lotería de A Coruña, pero su caso no es único: durante la posguerra, parte del pastel de las Administraciones de Lotería se repartió entre familias de militares franquistas. El negocio se heredó hasta nuestros días, el de los Reija y el de otras muchas familias. Digamos que hay sectores del Estado más democratizados que el de las loterías, dependientes del Ministerio de Hacienda.

Un apunte para entender el origen del quilombo. Si uno encuentra lotería premiada tirada en la calle y nadie la reclama durante un tiempo, puede acabar cobrando el importe. Lo avalan episodios anteriores, como recuerda el libro: "Hace seis años, la Oficina de Objetos Perdidos de Madrid custodiaba un resguardo de una quiniela premiada con 15.000 euros. La había entregado un ciudadano honrado, taxista por más señas. Pasaban los días de la cuenta atrás del expediente de hallazgo. Concluido este sin que apareciera un reclamante acreditado, el ciudadano honrado recibió una llamada de la oficina municipal y cobró más que merecidamente el premio". Pero, como matiza López, "el caso de A Coruña es de una naturaleza diferente al del altruista taxista madrileño".

Reija, el lotero acusado, se justificó así al autor del libro: "A mí quién me dice que yo, en vez de cobrar ese boleto, se lo doy a mi cuñado o se lo doy o a un amigo, 'oye, mira, vamos a medias y tal, y cobras tú el boleto...' Yo tenía mil maneras de cobrarlo". Al periodista no le convenció su explicación: "En efecto, Manuel tenía mil y una maneras de cobrar el premio y eligió una, la más fácil, por rápida: se plantó en el despacho de su hermano y reclamó el cobro del premio alegando que era el legítimo tenedor del cupón. Presentó un escrito con tres puntos, que se resumen en dos frases: 'Ha quedado patente mi buena fe y mi predisposición a colaborar con Loterías', y 'que se materialice el cobro del premio obtenido'. Diez años más tarde, acodado en la ventanilla del mostrador de su administración, Manuel lo justifica de la siguiente manera: 'Lo hice para que no caducara el boleto, porque no había ninguna reclamación sobre él. Si yo no presento la reclamación, se lo queda el Estado, y entonces presento una reclamación como que yo quiero el boleto, para paralizar el pago del premio'. Lo cierto es que Reija no solo lo intentó cobrar esa vez. Fue la primera de una serie de seis intentos, todos fallidos, y ahí ya no cabe la explicación de que lo hiciera para que no caducara".

Estamos, por tanto, ante un caso de la máxima picaresca española.

"Todo el que ha tocado el boleto ha acabado pringado. Es como una maldición"

De entre los falsos reclamantes del boleto premiado, nos quedamos con uno descrito así en el libro: "Ingenio y osadía no le faltan a Pepe, un vecino de Burela (Lugo) que envió un mail a la policía para 'facilitar unos datos sobre la primitiva encontrada en A Coruña, por ejemplo, que está impregnada con una sustancia estupefaciente, y eso solo lo puede saber el que la perdió'. Y aporta ciertos detalles, como que 'utilizó el resguardo de lotería para fumarse un porro de hachís, es decir, enrollado sobre sí mismo, por lo que debe de tener residuos impregnados de esa sustancia'. No se sabe si el funcionario de policía que leyó este mail todavía está partiéndose de risa; lo que sí consta es que, en su atestado, le dice al reclamante porrero que 'su relato difiere notablemente de lo acontecido con el boleto'".

El Estado también se ha visto afectado por la picaresca. Cuatro directivos de Lotería y Apuestas del Estado (SELAE) fueron investigados (y finalmente exonerados) en el origen del proceso judicial. La jueza instructora no entendía por qué el Estado no movió un dedo cuando apareció un boleto premiado extraviado. ¿Cuanto menos hiciera, más posibilidades había de que Hacienda acabara llevándose el premio? ¿Ocurrió algo tan simple como que a nadie le apeteció currar de más en la oficina de la Lotería? ¿Los Reija no contaron toda la verdad a las altas instancias loteras y eso lo demoró todo? No está claro. La SELAE alegó en tribunales que su trabajo no es buscar a los ganadores desaparecidos; si acaso, sería el de la policía y con denuncia de por medio. "Si al final del día, Hacienda acaba ingresando 4,7 millones de euros porque no aparece el ganador de un boleto, lógicamente felicitará a los responsables de la Lotería, pero esto es solo una hipótesis", cuenta López.

Lo que sí sabemos es que la parálisis inicial de la SELAE (rectificada, como aclara López, con el paso del tiempo) fue decisiva para que la investigación tardara una década en culminar: las cámaras de la Administración de Lotería donde se selló el boleto grabaron al poseedor del premio... pero los vídeos fueron borrados más tarde porque nadie los reclamó.

placeholder Portada del libro.
Portada del libro.

Loterías y Apuestas del Estado también tuvo desde el principío un dato clave que, años después, permitió a la policía encontrar al dueño del boleto: su trayectoria como jugador. En efecto, era un comprador habitual que siempre usaba la misma combinación en la Primitiva y que, por tanto, había dejado rastro en locales de lotería de toda España. Gracias a esa pista, la policía acabó averiguando que era un jubilado que cuando compraba lotería en localidades más cálidas que A Coruña, lo hacía porque estaba de viaje con el Imserso.

Pero, aunque la policía dio con él y el juicio podría acercar el premio a sus seres queridos, la identidad del premiado sigue siendo un misterio. ¿Por qué? Es otra de las preguntas del millón. Mucha atención...

El tercer hombre

¿Qué sabemos del premiado? Sabemos que está muerto y que su viuda y su hija están intentando cobrar el premio. Sabemos que su familia tiene mucho interés en que no se desvele su identidad. ¿Por qué? Y es que la gran pregunta no es la que nos hemos hecho todos hasta ahora (¿por qué el lotero hizo lo que hizo?), sino por qué el entorno del premiado ha resultado ser la parte más opaca de una historia oscura de por sí.

Antes de la publicación de El cambiazo, los abogados de la familia del premiado enviaron un burofax a López para que no incluyera fotos y datos personales del Señor X en el libro. El periodista recurrió a una estrategia literaria: un capítulo del libro, el 26, cuenta en clave de "ficción" el pasado del Señor X. Una ficción basada en hechos reales, pues el periodista accedió a las amistades del difunto, que le ilustraron sobre su pasado ludópata.

Detectado en casa el problema de su ludopatía, el Señor X siguió apostando... a espaldas de su mujer. Este trauma familiar podría explicar por qué el Señor X nunca reclamó el premio. Dada su condición de apostador nato, parece descartado que el Señor X no se enterara de que había ganado el premio, más teniendo en cuenta que La Voz de Galicia acabó destapando la liebre y no se habló de otra cosa en A Coruña que del boleto sin dueño. En junio de 2012, fue el sorteo; en septiembre de 2013, el caso llegó a los medios. El supuesto ganador no dijo ni pio en esos meses. En enero de 2014, el Señor X murió por sorpresa. ¿Se llevó su secreto a la tumba? El hecho es que, pese a que centenares de gallegos reclamaron el premio, él nunca lo hizo, fue la policía la que le acabó encontrando a él (ya muerto) para informar a su familia de que eran ricos (o al menos, de que deberían serlo).

"Todo el que ha tocado el boleto ha acabado pringado. Es como una maldición"

"En todas las familias hay verdades incómodas, fantasmas del pasado que a nadie le gusta volver a ver, pero hay que ponerse en su piel", zanja el periodista sobre el secretismo y las amenazas legales de los ganadores del boleto.

10-17-24-37-40-43, una combinación incómoda. "Todo el que ha tocado el boleto ha acabado pringado. Es como una maldición", zanja López.

Si el premio se acaba cobrando, por cierto, superará los seis millones de euros con intereses. Es un buen dinerete.

Podría ser una secuencia numérica al azar, pero tiene varios significados diferentes, todos ellos con diversos grados de turbiedad.

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