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Hablan las prostitutas contra la abolición: "Quieren legislar con su moral en la mano"
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VALENCIA ENSAYA LA PROHIBICIÓN

Hablan las prostitutas contra la abolición: "Quieren legislar con su moral en la mano"

El sindicato OTRAS presenta un duro escrito de alegaciones contra el cambio en la ley valenciana de espectáculos que promueve la socialista Gabriela Bravo. El Confidencial ha estado con ellas

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Martina enseña una de las habitaciones del establecimiento en el que vive y trabaja. "Ves. Pese a lo que dicen, no estamos secuestradas ni nada. Estamos en buenas condiciones", afirma mostrando el espacio, con dos camas y un aseo con ducha incorporado, en el que descansa una de sus compañeras. A primera vista, sorprende que pisemos uno de los locales urbanos que es posible encontrar por Internet como lugar de citas en Valencia. Es un edificio de dos plantas rehabilitado en un barrio popular de la ciudad, con una reforma integral interior que recuerda a la de cualquier hotel de las grandes cadenas, con suelos enmoquetados, puertas con apertura electrónica, algunos (pocos) espacios comunes y un patio central abierto con una piscina y zona de descanso. El estilo y la decoración están bastante alejados del imaginario común de un prostíbulo con luces rojas y rincones oscuros y secretos.

Sin embargo, aquí se ejerce la prostitución. Al menos por ahora. Si sale adelante la reforma de la Ley de Espectáculos que prepara la Conselleria de Justicia de la Generalitat valenciana, locales como estos serán susceptibles de ser sancionados con hasta 60.000 euros y tres años de clausura por albergar servicios sexuales comerciales, sea o no con consentimiento de las prostitutas. Se trata de un paso más en la estrategia abolicionista de la pata socialista del Consell del Botànic, que está ensayando medidas a la espera de las acciones que va ejecutando el Gobierno central en el mismo sentido, empujado por colectivos feministas abolicionistas, para los que la prostitución de las mujeres en todas sus formas es en sí misma violencia de género. Este sábado se produjo una manifestación abolicionista en Madrid.

Foto: Imagen: Irene Gamella.

El departamento de la Generalitat que encabeza Gabriela Bravo, que también promueve ordenanzas municipales que multen a los clientes, a los 'puteros' como se les llama abiertamente entre los defensores de la abolición, ha puesto encima de la mesa una medida que implicaría de facto el cierre de los establecimientos donde se ofrece prostitución. Esto incluye tanto los clubes tradicionales como otros de perfil distinto, como el que trabaja Martina, que ejerce de delegada en la Comunidad Valenciana del Sindicato Organización de Trabajadoras Sexuales (OTRAS) y también se define como feminista. O transfeminista, para incluir también al colectivo transexual.

"El abolicionismo nos aboca a situaciones de máxima precariedad, clandestinidad y riesgo"

Esta organización, que según Martina representa exclusivamente a trabajadores vinculados a la industria del sexo, también actrices y actores porno o modelos eróticas, ha presentado un duro escrito de alegaciones contra el cambio normativo. Sus argumentos han sido apoyados por la vicepresidenta valenciana, Mónica Oltra (Compromís), en una posición que ha abierto una brecha importante en el Botànic. El Front Abolicionista ha llegado a acusar a Oltra de estar "más próxima al lobby proxeneta que a proteger a las mujeres".

placeholder Martina, prostituta que ejerce en un local de Valencia y delegada del sindicato OTRAS, en una protesta antiabolicionista.
Martina, prostituta que ejerce en un local de Valencia y delegada del sindicato OTRAS, en una protesta antiabolicionista.

Sin embargo, el sindicato de prostitutas opina en sentido contrario. Tilda al movimiento abolicionista de "criminalizador", de basarse en prejuicios morales e ideológicos, de no escuchar a las prostitutas que quieren ejercer voluntariamente y de propiciar una "violencia institucional" contra el colectivo por el efecto indirecto de las medidas que plantea, según recoge el documento presentado con más de 800 firmas de toda España, incluida la de otros colectivos como el Colectivo de Prostitutas de Sevilla o Putas Libertarias del Raval de Barcelona. Es un discurso que Martina, que atiende a El Confidencial junto a otras dos compañeras, Rocío y Sonia, respalda completamente. Ella lleva la voz cantante en la conversación, en la que interviene también Sonia.

PREGUNTA. Las alegaciones son bastante duras.

MARTINA. Más duras son las normas que quieren poner las prohibicionistas. Nos abocan a situaciones de máxima precariedad y clandestinidad y situaciones de riesgo, también. Van en contra de locales como este, pero este local tiene una licencia, tiene un amparo y nosotras estamos seguras. Si cierran locales como este, nos van a obligar a trabajar o bien en la calle o en clubes, donde no tenemos voz ninguna.

P. ¿Qué diferencia hay?

M. Yo aquí no estoy alternando. No tengo alcohol ni drogas como suele haber en un club. Esto no quiere decir que todas las chicas que trabajan en un club las tomen ni que todos los clubes sean iguales. No quiero perpetuar la victimización de las chicas que trabajan en un club. Pero es verdad que es otra mentalidad, suelen tener horarios de doce o catorce horas con tacones en una sala, acercándose a hombres y teniendo que beber. Nosotras podemos tener una cita, alquilamos una habitación, tenemos un servicio, las chicas independientes pueden estar en su casa y siguen haciendo su vida, estudiando o lo que sea. Es un sitio seguro. Tenemos cámaras. Si hay un conflicto con algún cliente solamente tenemos que llamarnos. Hay un botón del pánico. Yo lo usé una vez, pero fue para pedir agua porque no sabía qué era y se dio un susto todo el mundo (ríe). No estamos solas en un sitio escondidas. Si tengo que estar sola en una habitación y nadie sabe que estoy con un cliente y es violento o me pasa algo, nadie se entera.

"La moral se tiene que quedar en casa para legislar. Y lo que están haciendo es legislar con su propia moral"

P. ¿Pensáis que la prostitución es violencia de género como se dice por el abolicionismo?

M. Para nada me lo parece. Estamos bastante ofendidas de que se considera violencia de género. Que yo llegue a un acuerdo con una persona para tener relaciones no lo considero que sea violencia de género. La imagen que se tiene de un cliente abusador es bastante de cine, no es la verdadera. Los chicos que hemos conocido fuera, o con los que podemos tener citas por Tinder, suelen ser, con perdón de la palabra, más capullos. A un cliente le dices que no y es como que se achanta, nos tienen mucho respeto. Un tío de la calle no siempre es así.

P. Vosotras entiendo que estáis aquí voluntariamente. Pero esto no siempre es así en la prostitución.

M. Yo llevo ocho años trabajando, me he movido por toda España y no he conocido ningún caso de trata. No estoy negando su existencia, en ningún momento, pero los porcentajes que se dicen no son reales. Ni yo ni muchas de mis compañeras hemos conocido casos de trata. Y eso también lo sabe la Policía, todas las veces que viene a hacer sus redadas de extranjería y a comprobar nuestros papeles…

P. ¿Vienen periódicamente?

M. Sí, claro, cada seis meses vienen. He estado en unas cuantas redadas en las que todas estamos perfectamente documentadas, comprueban que estamos aquí porque queremos… La trata no es el máximo porcentaje. Habría que empezar a separar la trata de la prostitución. Por mucho que se quiera abolir la prostitución, no se va a acabar con la trata. No viene porque ejerzamos la prostitución, sino por un tráfico extracomunitario de personas que tienen que cruzar fronteras. Eso se llama derogación de la Ley de Extranjería, no abolición de la prostitución.

Foto: Las ministras de Derechos Sociales, Ione Belarra, y de Igualdad, Irene Montero (d), ante el presidente del Gobierno. (EFE/Emilio Naranjo)

P. ¿A qué os referís cuando habláis de violencia institucional en las alegaciones?

M. España tiene una mezcla de sistemas sobre la prostitución, menos el proderechos. Tenemos mezclado el prohibicionista con una regularización indirecta. Los clubes tienen licencia. Hay una patronal de empresarios totalmente legalizada. Pero nosotras no tenemos ningún derecho laboral. Y dentro de los clubes es donde mayor violencia se ejerce en el aspecto de abusos laborales hacia nosotras, donde las jornadas de trabajo son muy largas, es un círculo de la noche que sí conlleva el alcohol y conduce a lo que a veces todo el mundo concibe como la prostitución sórdida, donde también se mueven mucho las redes de trata. Hay una regularización indirecta de la prostitución que justamente a quien beneficia es a la patronal.

P. Pero lo que busca el cambio en la tercería locativa es acabar con los clubes, aunque afecte a locales como el vuestro en el que decís estar más cómodas y pueda ser la excepción.

M. No, no. Es que esto no es la excepción. Hay muchas excepciones como esta. Hay más excepción que esa violencia. Si acabamos con la tercería locativa, ¿dónde nos vamos nosotras a trabajar? ¿Nos vamos a la calle, donde nos atacan la Ley Mordaza y las ordenanzas municipales? Además, muchas compañeras vivimos o hemos vivido en los espacios de trabajo, sobre todo las compañeras inmigrantes. Es que ya no es una problemática de cambiar de profesión. ¿Qué pasa con las viviendas?

*****

El concepto de voluntariedad sobrevuela toda la conversación. Martina, Sonia y Rocío, las tres españolas y por debajo de los treinta años, no conciben el marco sobre el que se mueve el abolicionismo porque sostienen que ellas ejercen la prostitución por propia elección. Cuando se les pregunta si la prostitución es el primer trabajo que han ejercido dicen que no, que tienen experiencias previas en otros empleos.

Sonia. Eso es lo que todas tenemos en común. A mí siempre que me preguntan qué me ha traído a hacer esto hablo de todas mis experiencias anteriores en el mundo laboral. Yo he trabajado en la hostelería y en el sector de los cuidados, siempre con sueldos denigrantes y sin contrato.

Martina. Nosotras consideramos que un trabajo digno es aquel que cubre tus necesidades básicas. Esos trabajos tan precarios, yo lo siento mucho, pero si no cubren mis necesidades básicas, a mí no me dignifican. Me dignifica más ser prostituta si puedo mantenerme, puedo pagar mi casa y, además puedo vivir bien, no entre lujos, pero llegar tranquilamente a final de mes.

"Que yo llegue a un acuerdo con una persona para tener relaciones no lo considero que sea violencia de género"

P. ¿De qué cifras hablamos?

M. Depende de meses peores o mejores como cualquier trabajo. De tus ganas de trabajar más o menos. Por suerte o por desgracia no tenemos un contrato ni nadie que nos está obligando. Si un día decido no trabajar, no trabajo. Y si un mes decido no trabajar quince días, pues evidentemente voy a ganar menos. Lo que considero que no es calidad de vida es que estés trabajando doce horas por 400 euros al mes. Eso no me dignifica. No busco un sueldo de 10.000 euros, pero sí poder trabajar menos horas al día, poder compaginarlo con estudios o con conciliación familiar… No buscas un sueldo desorbitado, buscas libertad.

P. ¿Estáis estudiando? En algún momento querréis cambiar. Porque esto no dura toda la vida, ¿no?

M. Y por qué no. A lo mejor sí. ¿Preguntas esto mismo a las dependientas del Zara o a las camareras, si les apetece cambiar de profesión? ¿Por qué siempre se pregunta esto a las putas?

S. Yo particularmente tengo estudios. He estudiado género. Estoy estudiando actualmente y de momento no me planteo trabajar de eso por mis circunstancias personales. A mí en lo personal me llega a ofender un poco el "¿y no te planteas dejar lo que haces?". Es como si lo que hago ahora no fuera seguro o no me fuera a durar.

P. Pero no tenéis paro, no estáis aseguradas, si os ponéis enfermas no tenéis ingresos. Como trabajo tiene sus particularidades.

M. No tenemos nada. Por eso ahora me dedico a politizar a las compañeras y a que luchemos por que acabemos teniendo contratos laborales, jubilación, bajas por enfermedades laborales. Derechos básicos de cualquier trabajador.

"Me dignifica más ser prostituta si puedo mantenerme, puedo pagar mi casa y vivir bien"

P. ¿Habéis intentado hablar con la Conselleria de Justicia?

M. Le escribimos a Mónica Oltra y su respuesta fue que quiso hablar con nosotras y hubo un trato cordial bastante bueno y un interés. Veremos a ver con los cambios de Compromís. Con la Conselleria de Justicia no hemos hablado. Nos quieren imponer su moral desde una clase burguesa. Dicen que la prostitución es una violencia de género, que no dignifica y que ellas no lo harían. Vale, tú no lo harías, pero desde una posición privilegiada. Nos están juzgando desde posiciones moralistas. La moral se tiene que quedar en casa para legislar. Y lo que están haciendo es eso, legislar con su moral.

P. Creo que desde la Conselleria de Igualdad se os han ofrecido salidas laborales o la renta valenciana de inclusión.

M. Es que no queremos dejar la prostitución ni me voy a considerar víctima de trata como te suelen pedir para acceder a esas cosas. Porque es mentira. Yo no he sido víctima de trata, no estoy forzada a ejercer la prostitución y no la voy a abandonar. Que en algún momento como el confinamiento necesite una ayuda social, vale. Pero eso no significa que después lo vaya a dejar. A mucha gente [de otros sectores] le dieron ayuda, pero después no le pidieron que dejara su profesión. Nosotras no queremos una solución alternativa. Queremos ejercer nuestro trabajo como cualquier ciudadano, con plenos derechos. Queremos poder cotizar libremente de autónomas.

"No queremos una solución alternativa. Queremos ejercer nuestro derecho como cualquier ciudadano"

P. En las alegaciones ponéis los ejemplos de Alemania y Holanda. Las abolicionistas dicen que en Noruega y Suecia se prohibió la prostitución y hay muy pocos problemas de trata.

R. No es verdad que no haya problemas de trata o que no haya prostitución. Lo que pasa es que es mucho más clandestina y difícil de rastrear. La prostitución no va a acabar. Se puede prohibir, pero no se va a abolir. Además hay muchas maneras de ejercerla, no solamente cobrándote unos billetes y punto. Hay mucha gente que está casada por un techo.

P. En el documento, también enmarcáis vuestro trabajo en el sector de los cuidados. ¿Por qué?

M. (Ríe) Se lo digo a muchos clientes: oye la propina por la charla psicológica dónde está. Porque hacemos mucho más que follar y chuparla. Más de una tendría ya convalidadas las asignaturas de Psicología. Se notó mucho en la época pospandemia, cuando venía gente simplemente a socializar. Venían a hablar, a que les dieras un abrazo y a tener contacto. Al final lo que te pagan es un tiempo, que tú luego pactas lo que haces o no haces. Pero lo que pactas es un tiempo, igual que en cualquier trabajo que te pagan por horas. También hay una parte del trabajo sexual que trabaja con gente con diversidades funcionales.

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Martina y Sonia, de forma consciente, marcan una línea muy clara en diversas ocasiones en la conversación entre la forma en que ellas ejercen su trabajo y lo que ocurre en clubes tradicionales. Los identifican con la patronal Anela, ahora desactivada y con vínculos con la extrema derecha. Admiten que estos locales son los que concentran más problemas de redes y tráfico de personas, pero insisten en que "el cierre de los clubes no es la solución" y abogan por el reconocimiento de derechos laborales. "Por eso no reivindicamos una abolición, porque eso no va a acabar con las redes. Que alguien abra un piso, se traiga una chavala y la prostituya forzosamente no va a acabar si hay un sistema prohibicionista. Esa red de mafia se irá moviendo y desplazando. La trata no se acaba con el prohibicionismo", dicen.

P. ¿Pero crees que todas las chicas que están en los clubes están porque quieren?

Martina. No digo eso. Ya te he comentado antes que donde se suelen encontrar las mayores mafias de trata suele ser en los clubes. Las que solemos elegir el trabajo sexual como una alternativa no somos las que más estamos en los clubes. Nosotras somos una generación de putillas más jóvenes que ya venimos con el 'clickbait' de Internet. Otras compañeras empezaron en los clubes porque era lo que había. Las que podemos elegir muchas veces no elegimos los clubes. Esto es un trabajo duro en el que el dinero no llega tan rápido como la gente se cree ni las cifras son tan desorbitadas. Hay compañeras como las trans que aunque estén en el trabajo sexual porque no tienen otras alternativas laborales, tampoco cubren todas sus necesidades básicas. Son muchas realidades.

Sonia. Ahora se está intentado sancionar la publicidad. Eso lo que va a hacer es dificultarnos mucho más. Yo, que trabajo de independiente, si no puedo publicarme mis anuncios, al final lo que voy a hacer es irme a un club de carretera en el que todo el mundo sabe lo que pasa dentro y no se tiene que publicitar.

P. ¿Cómo lleváis la estigmatización de vuestro trabajo?

M. La estigmatización social es lo más duro. No poder dar la cara. Y la violencia que podemos sufrir en la calle. Si no damos la cara como activistas, es por miedo a la violencia que los sectores abolicionistas nos ejercen impunemente. Si hubiera un sistema proderechos, esto cambiaría, igual que hubo un tiempo en el que a los homosexuales se les perseguía por la calle y se les pegaban palizas. Si logramos un sistema en el que a la prostitución se la incluya en la sociedad, el estigma tendrá que cambiar. Se trata de que evolucione la sociedad. Con leyes prohibicionistas o que nos señalan como brujas que hay que quemar, yo creo que la sociedad no avanza.

"Se nos abandonó durante la pandemia"

P. ¿Cómo os fue durante los confinamientos por la pandemia del covid? 

Martina. En el momento del confinamiento, lugares como este en el que trabajo no estaban abiertos. Hubo gente que se tuvo que arriesgar y seguir trabajando porque o lo hacían o no comían. Sufrimos un abandono institucional enorme. A esto es a lo que nos referimos con la violencia institucional. Durante la pandemia a nuestro colectivo se le abandonó. Cerraron locales como este, donde te repito que muchas compañeras viven. Se fueron a la calle. ¿Alguien les dio una alternativa de habitación? Nadie. Desde el sindicato hubo gente que de su propio bolsillo y de otros colectivos estaban pagando directamente habitaciones de hotel a compañeras. Otras muchas no tuvieron otra opción que irse a casas de sus clientes, aguantando abusos. Esto es lo que pasa cuando nos olvidamos de las putas. 

Sonia. Hay compañeras que se vieron obligadas a ir a vivir con sus clientes porque no tenían una solución habitacional. Cuando hablamos de violencia institucional también podemos hablar del ingreso mínimo vital que nos prometieron (durante los confinamientos) y luego no se ha cobrado. Se coparon todas las portadas diciendo que iban a dar hasta a las putas sin papeles y luego eso no llegó. Yo no trabajo aquí, trabajo como independiente en mi casa y tenía un poco de dinero guardado para subsistir. Nunca me llegó el ingreso mínimo vital. Pero eso no sale en los periódicos. En los pueblos donde estaban los clubes, los hostales estaban abarrotados. 

Martina. Desde el sindicato se hicieron 'crowdfundings' para dar dinero en mano. Las facturas de la luz no se pagan con vales del Carrefour, ni los alquileres. Hablo no solo por mí. El 85% de mujeres trans acaban en la prostitución porque no tienen otras opciones laborales. Que puedan cotizar, jubilarse dignamente, tener una seguridad social bien. Queremos un sistema proderechos, para que nuestras compañeras no tengan que entrar en redes de tráfico de personas para cruzar fronteras. Las mafias las engañan, trabajan en peores condiciones. Lo que queremos es cambiar esa problemática. 

Martina enseña una de las habitaciones del establecimiento en el que vive y trabaja. "Ves. Pese a lo que dicen, no estamos secuestradas ni nada. Estamos en buenas condiciones", afirma mostrando el espacio, con dos camas y un aseo con ducha incorporado, en el que descansa una de sus compañeras. A primera vista, sorprende que pisemos uno de los locales urbanos que es posible encontrar por Internet como lugar de citas en Valencia. Es un edificio de dos plantas rehabilitado en un barrio popular de la ciudad, con una reforma integral interior que recuerda a la de cualquier hotel de las grandes cadenas, con suelos enmoquetados, puertas con apertura electrónica, algunos (pocos) espacios comunes y un patio central abierto con una piscina y zona de descanso. El estilo y la decoración están bastante alejados del imaginario común de un prostíbulo con luces rojas y rincones oscuros y secretos.

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