El Cabañal lucha contra su estigma seis meses después de Rita Barberá
Cámara en mano, nos adentramos en El Cabañal para tomarle el pulso y ver las heridas que estos últimos 18 años le han dejado, ahora que se cumplen seis meses sin Rita Barberá
La vida en el marinero barrio de El Cabañal (Valencia) dejó de ser apacible a partir del año 1997. Allí donde hubo un barrio lleno de concordia vecinal, de cenas “a la fresca”, de “mercao” y fiestas en la calle, apareció un mercado callejero de la droga, improvisados vertederos de basura en cada esquina y una doliente fractura vecinal. Ese año de 1997, el ayuntamiento, ya regido por Rita Barberá, decidió lanzar su primer "megaproyecto": prolongar la avenida Blasco Ibañez hasta tocar el mar.
Esto suponía seccionar en dos El Cabañal, derribar 600 edificios y llevarse por delante 1.651 viviendas. El proyecto se incluía dentro del conocido como PEPRI (Plan Especial de Protección y Reforma Interior) y justificaba que esta gran obra era necesaria para la recuperación social y arquitectónica de los históricos Poblados Marítimos. Pero ni protección ni reforma para un barrio con calificación de Interés Cultural (BIC), repleto de hijos, nietos e incluso tataranietos de cabañaleros. En su lugar: presiones, amenazas, demoliciones y abandono.
(Vea el vídeo-reportaje al inicio de la página)
La vida en el marinero barrio de El Cabañal (Valencia) dejó de ser apacible a partir del año 1997. Allí donde hubo un barrio lleno de concordia vecinal, de cenas “a la fresca”, de “mercao” y fiestas en la calle, apareció un mercado callejero de la droga, improvisados vertederos de basura en cada esquina y una doliente fractura vecinal. Ese año de 1997, el ayuntamiento, ya regido por Rita Barberá, decidió lanzar su primer "megaproyecto": prolongar la avenida Blasco Ibañez hasta tocar el mar.
Esto suponía seccionar en dos El Cabañal, derribar 600 edificios y llevarse por delante 1.651 viviendas. El proyecto se incluía dentro del conocido como PEPRI (Plan Especial de Protección y Reforma Interior) y justificaba que esta gran obra era necesaria para la recuperación social y arquitectónica de los históricos Poblados Marítimos. Pero ni protección ni reforma para un barrio con calificación de Interés Cultural (BIC), repleto de hijos, nietos e incluso tataranietos de cabañaleros. En su lugar: presiones, amenazas, demoliciones y abandono.
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