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La segunda muerte de Serafín Núñez
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EL alcalde QUE DESVELÓ EL CASO JUAN GUERRA

La segunda muerte de Serafín Núñez

Serafín Núñez se ha muerto dos veces. La última, la definitiva, fue el viernes pasado, de una enfermedad renal, a los 65 años

Foto: Juan Guerra (d), acompañado de su abogado. (EFE)
Juan Guerra (d), acompañado de su abogado. (EFE)

Serafín Núñez se ha muerto dos veces. La última, la definitiva, fue el viernes pasado, de una enfermedad renal, a los 65 años. Se murió el viernes pero muchos años antes, él mismo ya había admitido su otra muerte, en el invierno de 1990: "Mi certificado de defunción está ya firmado", dijo. La muerte física y la muerte política, las dos muertes de la persona que destapó el primer gran caso de corrupción de la España democrática, el caso Juan Guerra, que supuso, en medio de un intenso debate nacional, la dimisión de Alfonso Guerra como vicepresidente del Gobierno socialista, el inicio de la descomposición del felipismo, lastrado a partir de entonces por sucesivos casos de corrupción, y la regulación en España de un delito que, hasta entonces, no figuraba en el Código Penal, el tráfico de influencias. Y para Serafín Núñez, un desconocido alcalde socialista de la localidad gaditana de Barbate, reelegido sucesivamente por los suyos, aquella tormenta política inmensa supuso el fin de su carrera política en el PSOE.

Todo sucedió muy rápido. El 30 de diciembre de 1989, en el último pleno municipal del año en Barbate, al alcalde Serafín Núñez le preguntaron por un proyecto urbanístico que quería desarrollarse en la ciudad, llamado Puerto de la Plata. Le preguntaron y el alcalde, que había manifestado sus reticencias al proyecto, reconoció ante el pleno municipal que había cambiado de opinión porque acudió a pedírselo el hermano del vicepresidente del Gobierno, Juan Guerra. Fue aquella la primera vez que se pudo oír el nombre de Juan Guerra vinculado a un negocio particular.

Serafín Núñez era alcalde de Barbate del PSOE desde 1979, con mayorías absolutas tan aplastantes que la oposición sólo podía disponer de cuatro o cinco concejales de los veintiuno que formaban el pleno municipal

Hasta entonces, Juan Guerra era sólo el hermano del todopoderoso vicepresidente del Gobierno, Alfonso Guerra. Tenía un despacho en la Delegación del Gobierno de Andalucía y todo el mundo en su partido, y en el Gobierno andaluz, le temía porque ostentaba el poder delegado, poder omnímodo, de su hermano. Hasta aquel pleno municipal de Barbate en el que, con la mayor naturalidad, el alcalde Serafín Núñez dijo las palabras malditas que nadie se había atrevido a pronunciar hasta entonces. "No es lo mismo que te llame el hermano del vicepresidente que cualquier otra persona", llegó a admitir, inocentemente, Serafín Núñez y desde aquel día todo cambió para el PSOE, para Juan Guerra, para su hermano Alfonso y para el alcalde de Barbate.

Cuando se publicó la revelación de Serafín Núñez en el pleno municipal, el fiscal de Cádiz decidió abrir una investigación, ante la presión política creciente por el escándalo que en pocos días adquirió proporciones gigantescas en España. El acoso al que el PSOE sometió, desde entonces, a Serafín Núñez llegó a ser tan asfixiante que sólo en un lenguaje de mafias podría explicarse. "Desde aquel pleno -afirmó Serafín Núñez-, estoy achicharrado. Mi familia y yo estamos asustados porque el teléfono de casa suena de madrugada y cuando lo descolgamos nadie responde".

Luego, siete años más tarde, en su declaración en el proceso, en la Audiencia Provincial, Serafín Núñez añadió una declaración más que, en apariencia es exculpatoria, pero que acaba de completar el círculo de presiones mafiosas que había denunciado. "El proyecto Puerto de la Plata era bueno para Barbate. Lo llevó Juan Guerra, pero como si lo hubiera llevado el mismísimo Corleone".

Las mayorías rotas por la corrupción

Serafín Núñez era alcalde de Barbate del PSOE desde 1979, con mayorías absolutas tan aplastantes que la oposición sólo podía disponer de cuatro o cinco concejales de los veintiuno que formaban el pleno municipal. Era un peso pesado del PSOE en la provincia de Cádiz, una de las agrupaciones de más influencia histórica en el socialismo andaluz, pero nada de eso le sirvió para eludir la condena política que dictó Alfonso Guerra por su deslealtad. Antes de terminar 1990, el PSOE lo expulsó de forma fulminante tras meses de acoso y ostracismo. Muchos años después, hasta sus últimas apariciones públicas en 2011, Serafín Núñez seguía recelando de aquel asunto, de la tensión vivida desde que denunció la mediación de Juan Guerra, el acoso político al que fue sometido y que, a su juicio, fue la causa de todos sus males, dos infartos, varias paradas cardiorrespiratorias y problemas renales. "Hablar de ese tema sólo me trae cosas malas. No tengo otra alternativa que pasar página, para mí lo mejor es el silencio y la tranquilidad. Esa historia ya es pasado y la causa que me ha provocado estos problemas de salud. Me tocó vivir esa situación y lo he aceptado sin culpar a nadie".

El 30 de diciembre de 1989 se celebró aquel pleno de Barbate y el 1 de febrero de 1990 el escándalo había adquirido ya tal dimensión que el presidente del Gobierno, Felipe González, compareció en el Congreso, acosado por la oposición que exigía la dimisión de Alfonso Guerra, y pronunció su famosa frase: "Dos por el precio de uno". La resistencia a la dimisión, no obstante, duró menos de un año.

El 12 de enero de 1991, Alfonso Guerra presentó la dimisión y todo lo que vino después se parecía ya a una bola de nieve, que se hizo gigantesca, a partir del alud de Barbate. Felipe González y Alfonso Guerra rompieron la relación política y personal de años y años y acabaron enfrentados en el seno del PSOE y los escándalos de corrupción se sucedieron en el Gobierno socialista durante toda la década de los 90 hasta tumbar al gobierno en las elecciones de 1996.

El 1 de febrero de 1990 el escándalo había adquirido ya tal dimensión que el presidente del Gobierno, Felipe González, compareció en el Congreso, acosado por la oposición que exigía la dimisión de Alfonso Guerra, y pronunció su famosa frase: ''Dos por el precio de uno''

Tras la dimisión de Alfonso Guerra, en marzo de 1991, el Gobierno socialista de Felipe González, para intentar frenar el escándalo, modificó el Código Penal para introducir por primera vez en la legislación española el delito de tráfico de Influencias. Pero esa modificación, significativamente, al único que no se le pudo aplicar fue a Alfonso Guerra y a su hermano, por la irretroactividad de las leyes, con lo que, al cabo de los años, cuando se celebraron los procesos en los que se dividió aquel caso, lo que recibió Juan Guerra fue una sucesión de absoluciones y archivos de las causas.

Quien sí fue condenado por aquello fue Serafín Núñez, que después de rehacer su vida política con un partido de independientes, y volver a conquistar la Alcaldía, se vio obligado a dimitir en 1998 por un delito de prevaricación, que ya existía en el Código Penal con antelación. Pero Juan Guerra, nada o casi nada. Tanto es así que, cínicamente, en el perfil de Wikipedia del caso Juan Guerra alguien, evidentemente de su entorno o del PSOE, ha escrito: "Pese a ser juzgado por más de ocho causas y siendo absuelto en seis de ellas, los medios jamás se disculparon por las múltiples acusaciones vertidas, ni Juan Guerra recibió indemnización alguna". Encima... En fin, que se ha muerto Serafín Núñez y su nombre no le dirá nada a la inmensa mayoría de los españoles. Pero un día, ese tipo, en un pleno municipal cogió el micrófono y un terremoto político recorrió España entera, desde entonces hasta nuestros días.

Serafín Núñez se ha muerto dos veces. La última, la definitiva, fue el viernes pasado, de una enfermedad renal, a los 65 años. Se murió el viernes pero muchos años antes, él mismo ya había admitido su otra muerte, en el invierno de 1990: "Mi certificado de defunción está ya firmado", dijo. La muerte física y la muerte política, las dos muertes de la persona que destapó el primer gran caso de corrupción de la España democrática, el caso Juan Guerra, que supuso, en medio de un intenso debate nacional, la dimisión de Alfonso Guerra como vicepresidente del Gobierno socialista, el inicio de la descomposición del felipismo, lastrado a partir de entonces por sucesivos casos de corrupción, y la regulación en España de un delito que, hasta entonces, no figuraba en el Código Penal, el tráfico de influencias. Y para Serafín Núñez, un desconocido alcalde socialista de la localidad gaditana de Barbate, reelegido sucesivamente por los suyos, aquella tormenta política inmensa supuso el fin de su carrera política en el PSOE.

Alfonso Guerra
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