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La Policía busca las llaves para resolver el triple crimen de Burgos de hace 17 años
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IMPULSO A LA INVESTIGACIÓN

La Policía busca las llaves para resolver el triple crimen de Burgos de hace 17 años

Los agentes registran en La Parte de la Bureba, Burgos, varias propiedades del principal sospechoso, Ángel, un enemigo del padre, en prisión por otro asesinato

Foto: Inspección del coche del hijo mayor del triple crimen de Burgos. (EFE/Brais Lorenzo)
Inspección del coche del hijo mayor del triple crimen de Burgos. (EFE/Brais Lorenzo)

En el pueblo se conoce al principal sospechoso del triple crimen de Burgos. Ángel Ruiz, conocido como Angelito. Desde que está en prisión por el asesinato de una vecina, en el pueblo viven mejor. Ha desaparecido el miedo a su carácter imprevisible y violento, los perros colgados de las ramas y también los hurtos. Sí, los hurtos. Un residente entró en su casa, dejó el teléfono en la mesa de la cocina y se fue a hacer algo en el interior de su vivienda. Cuando regresó, el móvil había desaparecido.

La Guardia Civil lo localizó en casa de Angelito cuatro años después durante un registro. Además del móvil, hallaron infinidad de objetos presuntamente robados, por ejemplo, DNI de desconocidos que no se sabía cómo habían llegado allí y llaves, muchas llaves que abrían puertas de propiedades que no le pertenecían. A Angelito le gusta coleccionar objetos y las cerraduras no son problema. De la casa de la familia Barrio, tras el crimen, desaparecieron dos cosas: el DNI de Julia, la mujer asesinada, y las llaves del Audi A6 de Salvador, el marido de Julia.

Esos son los dos objetos que concretamente buscan hoy los agentes en los registros que están llevando a cabo a esta hora en las propiedades de Angelito. De encontrar cualquiera de ellos, se le acusaría formalmente del triple crimen. De momento, hay convicción absoluta entre los investigadores de que es el triple asesino. Todas las evidencias lo señalan, pero no son suficientes para juzgarlo.

El crimen lleva sin resolver desde el 7 de junio de 2004, 17 años ya. ¿Qué ocurrió? Todo apunta a que el asesino se introdujo en la vivienda de la familia Barrio sin forzar la puerta. Franqueó la entrada antes de las 06:00 de la madrugada del domingo al lunes. Extraña hora. ¿Cómo lo hizo? Los investigadores se plantearon en su día que solo cabían dos posibilidades. O tenía llaves o le abrieron la puerta a tan intempestiva hora porque era una persona conocida.

Aquella noche, varios vecinos se extrañaron por los ruidos. “Escuché gritos que me parecieron de mujer. Alguien chillaba: '¡Auxilio, auxilio, déjame salir!', luego golpes y el sonido de muebles al moverse. Miré el reloj del pasillo. Eran las 05:37”, explicó Carmen a los agentes encargados del caso. Lo que a esa hora estaba ocurriendo dentro del domicilio de la familia Barrio fue una auténtica carnicería.

Salvador; Julia, su mujer, y el pequeño de sus dos hijos, Álvaro, de 11 años, fueron literalmente cosidos a puñaladas. Muchas. Demasiadas. Innecesarias. Tantas que en conjunto dibujaban la inquina y el profundo odio del asesino hacia sus víctimas. El asesino dejó poco de sí mismo en la escena del crimen. Alguna pisada sobre la sangre y la huella de su zapatilla contra la puerta de la habitación del hijo. Álvaro escuchó los alaridos de sus padres y, aterrado, sin saber qué ocurría, se encerró dentro de su cuarto con pestillo. El asesino reventó la puerta de una patada, lo sacó de debajo de la cama y le quitó la vida.

¿Quién podía odiar tanto a Salvador Barrio? Al comienzo de la investigación, un hecho desconcertó a los investigadores. En la puerta de acceso al panteón donde fue enterrado el padre, se encontraron pintadas hechas con una cera de color rojo: “Cabrón, cerdo…”. Tanto odio corría por las venas del autor que el vándalo incluso escribió “hijo de puta” sobre la corteza de un pino que había delante del panteón. Insólito lugar.

La investigación acabó descubriendo por un estudio caligráfico quién escribió los despectivos insultos en la tumba. Su nombre es Ángel Ruiz, vecino de La Parte de la Bureba, Burgos, pueblo del que era alcalde la víctima, Salvador, y donde fue enterrado. El individuo había tenido varios conflictos con Salvador por temas de alcantarillado y tierras. Angelito lo odiaba. Tanto que, según los vecinos, mientras Salvador era enterrado, él, montado en su tractor, se reía desde fuera del cementerio y lo aceleraba para hacer ruido y llamar la atención.

Foto: Crímenes de Burgos: sigue abierta la investigación sobre el joven que presuntamente apuñaló a sus padres y su hermano

Lo interrogaron, pero no hubo forma de vincularlo al crimen. Además, por entonces, la investigación ya manejaba otras hipótesis: una deuda, el robo, la envidia, la venganza… Finalmente, el foco de la sospecha se posó sobre Rodrigo Barrio, hermano e hijo de las víctimas, el único superviviente de la familia. Tenía 16 años. Aquella madrugada no estaba en casa porque vivía interno en un colegio de la localidad de La Aguilera, a unos 80 kilómetros de Burgos. Los investigadores creyeron ver “contradicciones” en su testimonio e incluso “mentiras manifiestas”, tal y como se recoge en el sumario. Se habla del síndrome del príncipe destronado.

En síntesis, que mató a su familia porque no era el hijo más querido y de ahí la especial virulencia del crimen. Fue detenido, pero 48 horas después la Fiscalía lo dejó libre porque no había suficientes indicios que sustentasen la culpabilidad. Finalmente, con el paso del tiempo, la acusación contra él quedó archivada.

La vida continuó y el carácter violento de Angelito siguió manifestándose. Los que creen que está detrás del triple crimen de Burgos piensan que, al verse impune, decidió repetir su comportamiento. Quien le ofendía debía morir. Siete años después del asesinato de la familia Barrio, concretamente el 24 de agosto de 2011, Rosalía Martínez, de 84 años, fue atropellada en la travesía de La Parte de la Bureba. El conductor quiso matarla. Cruzó los dos carriles y la embistió. Luego se dio a la fuga.

Aquel caso también quedó archivado. A pesar de que los testigos describieron un Peugeot 205 color gris y un individuo delgado al volante, ni pudieron verle la cara ni apuntar la matrícula. Como prueba, tan solo los cristales rotos del faro izquierdo del vehículo que quedaron sobre el asfalto después de arrollar a la pobre mujer. Pero, un año después, la investigación dio un giro inesperado. Se encontró el Peugeot. Era robado. Estaba a menos de un kilómetro del lugar del atropello, escondido en una especie de lonja medio abandonada.

"Los que creen que está detrás del triple crimen de Burgos piensan que, al verse impune, decidió repetir su comportamiento"

Los cristales recogidos de la carretera coincidían al milímetro con los que todavía colgaban del faro izquierdo. Ya solo faltaba encontrar al conductor. Agentes de Científica de Guardia Civil procesaron el vehículo y dentro encontraron un pelo humano. Había que ponerle nombre. Paralelamente, los investigadores de homicidios empezaron a interrogar a los vecinos del pueblo. La lógica indicaba que el conductor asesino era de la localidad. Y así se enteraron de que Ángel Ruiz, de 51 años entonces, soltero y pensionista, había tenido un fuerte encontronazo con la víctima.

“Ángel cruzó con un tractor por encima de las tierras de Rosalía. Estaban cultivadas de girasol. Su hijo se lo reprochó y le dijo que pasara por el camino. Y, como no le hizo mucho caso, fue a ver a la madre de Ángel a contárselo”, relata un vecino del pueblo. Aquello indignó a Ángel, que irrumpió sin permiso en casa de Rosalía. Llegó hasta la cocina y allí le gritó amenazante a la buena mujer: “¡¡Yo no tengo nada que perder, vosotros sí!!”. Rosalía denunció los hechos: amenazas y allanamiento de morada. Pero ¿era aquel simple episodio suficiente para matar a la señora?

Buceando en la vida de este individuo, los investigadores se encontraron con que tenía aterrorizado al pueblo. Hace poco más de un año, una simple gorra de la marca Castrol desató su ira. La había perdido y creyó que un vecino se la había encontrado. Se la pidió, pero Juan le explicó que era suya. Que se la habían regalado y que no era la que él había perdido. Ángel, incrédulo, le agredió, le tiró al suelo y le reventó la boca a patadas. “La gorra es mía”, le dijo antes de irse. No es la única agresión. Su madre tiene el tímpano roto de una paliza de su propio hijo y al padre, ya fallecido, también le caneaba. Una vez lo vieron sobre él, con la rodilla clavada en los testículos dándole puñetazos en la cara.

Y llegó el resultado del pelo encontrado en el coche con el que se atropelló a Rosalía. Era de Ángel. Ya lo podían situar dentro del vehículo, pero ¿cuándo? La respuesta la ofreció el propio sospechoso durante la investigación: “Nunca jamás he estado dentro de ese vehículo”. Fue detenido, pero, para cuando la autoridad judicial decidió enviarlo a prisión, ya era sospechoso de la desaparición de un ciudadano búlgaro, amigo suyo, de 24 años. Dice un vecino de La Parte de la Bureba que “desde que el Angelito está en la cárcel ya no aparecen perros colgados de los árboles ni pajares quemados. Todo está mucho más tranquilo, aunque seguimos teniéndole miedo”.

"Desde que el Angelito está en la cárcel ya no aparecen perros colgados de los árboles ni pajares quemados"

Este es Angelito, el sospechoso del triple crimen de Burgos. La Brigada Central de Homicidios y Desaparecidos le tiene en su punto de mira desde hace años. Sobre todo, después de que, en uno de los registros durante la investigación del asesinato de doña Rosalía, los investigadores encontraran en una de sus casas más de 100 juegos de llaves que había robado a sus legítimos propietarios. ¿Pudo haber entrado así a casa de la familia Barrio de madrugada sin forzar la puerta?

En el pueblo se conoce al principal sospechoso del triple crimen de Burgos. Ángel Ruiz, conocido como Angelito. Desde que está en prisión por el asesinato de una vecina, en el pueblo viven mejor. Ha desaparecido el miedo a su carácter imprevisible y violento, los perros colgados de las ramas y también los hurtos. Sí, los hurtos. Un residente entró en su casa, dejó el teléfono en la mesa de la cocina y se fue a hacer algo en el interior de su vivienda. Cuando regresó, el móvil había desaparecido.

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