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La pobreza y el hambre derriban la valla del confinamiento en Marruecos
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La pobreza y el hambre derriban la valla del confinamiento en Marruecos

Los vecinos de los barrios humildes tiran abajo las barreras, colocadas por la policía para impedir su movilidad, para salir a trabajar y ganarse el sustento

Foto: Un preso desinfecta una puerta en una cárcel de Marruecos. (Reuters)
Un preso desinfecta una puerta en una cárcel de Marruecos. (Reuters)

En Maadi, un barrio humilde de Rabat, los vecinos sorteaban el miércoles el confinamiento reptando por debajo de las vallas colocadas por las fuerzas de seguridad para impedir su movilidad. En Takadum, al este de la capital, sus habitantes ya no aprovecharon, en vísperas del fin de semana, un momento de distracción de los policías que custodian las barreras. Acudieron en masa para derribarlas y salir de su distrito confinado desde hace meses por razones sanitarias.

Eran vendedores ambulantes, mujeres de la limpieza, dependientes de tiendas los que fueron al asalto de la valla para poder ganarse algo de dinero en las áreas más céntricas de Rabat. La audacia de los vecinos de Takadum, en un país en el que las fuerzas del orden actúan con contundencia, pone de relieve la gravedad de la crisis social que atraviesa Marruecos donde el “estado de emergencia sanitaria” está ya en vigor desde hace siete meses.

El Nador, en el noreste del país, el Sindicato Mediterráneo de Transporte y Profesiones convocó para el domingo 13 una concentración ante la sede del Gobierno Civil para reivindicar la apertura de la frontera terrestre con Melilla cerrada desde el 13 de marzo. A juzgar por el eco que tuvo en redes sociales iba a tener éxito, pero las autoridades la han prohibido. Si permiten una sola manifestación habrá probablemente muchas más en todo el país.

En la provincia de Nador hay, según un comunicado del sindicato, 7.500 marroquíes que trabajaban en la ciudad autónoma española, el 42% con “papeles”, y que ahora carecen de ingresos. Hay también niños que cruzaban la frontera a diario para estudiar en Melilla y jubilados que lo hacían una vez al mes para cobrar su pensión. A todos ellos hay que añadir las mujeres marroquíes que daban a luz en el hospital comarcal y todos aquellos nadoríes que acudían a sus urgencias. La situación en Castillejos, la ciudad colindante con Ceuta, es similar a Nador.

El clamor exigiendo la reapertura de las fronteras para las personas fue asumido el miércoles por la Confederación General de Empresas de Marruecos, la patronal marroquí. Su vicepresidente, Mehdi Tazi, recordó que países como España y Francia padecen la pandemia causada por el covid-19 con una intensidad similar a la de Marruecos y, sin embargo, su apertura al exterior es mucho mayor.

Las fronteras terrestres de Marruecos están cerradas y también las marítimas con España -con el resto de Europa apenas hay tráfico- mientras que las aéreas están abiertas desde esta semana, pero con restricciones disuasorias que no permitirán, por ejemplo, la reactivación del turismo.

El “estado de emergencia sanitaria” ha sido de nuevo prorrogado esta semana por el Gobierno hasta el 10 de octubre. Pese a haber decretado ya en marzo un confinamiento más estricto y prolongado que el de España, los datos que arroja la pandemia en Marruecos no son buenos. El viernes se batió un nuevo récord, con 2.430 contagios –el sábado bajó a 2.238-, una cifra inferior a la de España, pero en el fondo casi igual de alarmante.

Los datos son equiparables a los de España porque Marruecos tiene 12 millones de habitantes menos, se hacen muchos menos test PCR y su débil red hospitalaria corre el peligro de estar pronto saturada. El propio rey Mohamed VI advirtió de este riesgo en su alocución del 20 de agosto, uno de los dos discursos que pronunció desde que el nuevo coronavirus se empezó a propagar.

La capital económica del país está además sometida a un toque de queda nocturno y todos sus colegios están cerrados

Achacó entonces “la excepcional multiplicación de los casos de infección” a “la inadmisible relajación” de los ciudadanos que no han cumplido con las estrictas medidas puestas en práctica. El Estado marroquí está haciendo un esfuerzo para, mediante ayudas sociales, atenuar el impacto social de la pandemia, pero no posee el músculo financiero de algunos de sus vecinos europeos. “Las ayudas concedidas por el Estado exceden sus recursos”, advirtió, el soberano.

La ampliación del “estado de emergencia sanitaria” permite prorrogar el confinamiento de barrios en las principales ciudades del país. Desde el domingo 6 de septiembre no se puede, además, entrar ni salir de Casablanca, ciudad de 3,5 millones de habitantes. La capital económica del país está además sometida a un toque de queda nocturno y todos sus colegios están cerrados.

La radicalidad de las medidas vigentes en Marruecos ha sido achacada a una decisión personal del monarca, asesorado por científicos. Operado dos veces de una arritmia cardiaca, la última en junio pasado en Rabat, y aquejado de problemas respiratorios constatables cuando pronuncia largos discursos, ha mostrado una especial sensibilidad al covid-19 y sus secuelas.

El Gobierno marroquí aprobó un proyecto “rectificado” de presupuestos que prevé una recesión del 5%, en lugar de un crecimiento del 3,7%, y un déficit de las cuentas públicas del 7,5% en lugar del 3,5%. Algunos economistas consideran que estas perspectivas son excesivamente optimistas.

En Maadi, un barrio humilde de Rabat, los vecinos sorteaban el miércoles el confinamiento reptando por debajo de las vallas colocadas por las fuerzas de seguridad para impedir su movilidad. En Takadum, al este de la capital, sus habitantes ya no aprovecharon, en vísperas del fin de semana, un momento de distracción de los policías que custodian las barreras. Acudieron en masa para derribarlas y salir de su distrito confinado desde hace meses por razones sanitarias.

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