El asesino confeso de Chapinería: "Faltaba al respeto a mi chica. La maté por eso"
Tanto ella como su pareja ingresan en prisión provisional acusados de asesinato. Emilio lo confesó todo, mientras que su novia se acogió a su derecho a no declarar
El 25 de julio cayó en sábado, un fin de semana de tanto calor en la Comunidad de Madrid que costaba hasta respirar. Aunque ni a Marisa, ni a su hija África, ni al novio de esta, Emilio, les hacía falta excusa alguna para beber como si no hubiera mañana. Cuentan que aquella noche en la plaza del pueblo, sobrepasaron las cantidades normales para cualquier persona.
Hacía un mes que África y su pareja, al que en la localidad pronto apodaron 'El Loco' por sus pintas, se habían instalado en casa de la madre de ella. No tenían otro sitio para hacer vida común. Durante el tiempo de convivencia, los conflictos, los gritos y las faltas de respeto eran habituales. Aquella noche no fue diferente. Al llegar al domicilio, cuenta Emilio que África se subió a la primera planta porque abajo hacía demasiado calor. Allí quedaron solos suegra y yerno. El trayecto andando les había provocado sed, así que continuaron bebiendo.
En ese ambiente, en el que se mezclan los efluvios del alcohol y el calor, los dos comenzaron a discutir. Algo insustancial, absolutamente trivial. "Me sacaba de mis casillas que faltase al respeto a mi chica. No paraba de insultarla: 'Puta', 'zorra'. La maté por eso".
El Grupo de Homicidios de la Guardia Civil de Madrid se hizo cargo del caso después de que el pasado lunes un vecino de Chapinería que paseaba a sus perros encontrara restos humanos. Fue gracias al aviso de su mascota con los ladridos. Al acercarse vio varias bolsas de basura abiertas, mal enterradas, y en su interior, restos de un cadáver. En la inspección ocular localizaron el cadáver troceado de Marisa, salvo su cabeza.
En su confesión, Emilio asegura que la dejó allí, dentro de una bolsa. Su ausencia puede deberse a que alguna alimaña se la llevara, y lo sustenta el hecho de que en los plásticos rotos hubiera arañazos, mordeduras y estuviera parcialmente desenterrado.
El problema es que, aunque los investigadores tardaron muy poco en resolver el caso, en el momento del hallazgo no sabían a ciencia cierta quién era la víctima. No portaba ningún objeto personal que permitiera la identificación. El forense sí apuntó a que se trataba de una mujer de avanzada edad. Al revisar las denuncias se encontraron una de otra hija de Marisa que había denunciado su desaparición el día 29 de julio.
El cuerpo se encontraba a 500 metros de la casa. Parecía obvio quién podía ser la víctima, pero en la Guardia Civil nada se da por sentado. Avanzaron las pesquisas recabando datos y testimonios mientras esperaban que el laboratorio confirmase la identidad a través de las huellas dactilares. En cuanto supieron que se trataba de Marisa, la juez emitió una orden de entrada y registro en su casa. Allí solo estaba África. Emilio hacía días que se había borrado.
Los especialistas en criminalística que procesaron el lugar se dieron cuenta de que a los cojines del sofá les habían cambiado las fundas y que la tela del mismo parecía reluciente, como si lo hubieran limpiado en fechas recientes. Al asesino no se le ocurrió pensar que la sangre es líquida y cala la tela. Cuando le dieron la vuelta al sofá encontraron una enorme mancha de sangre en la parte de abajo. Fue entonces cuando se decidió detener a Emilio: era la última persona que había visto con vida a Marisa y había abandonado la localidad con premura. Al terminar la inspección se detuvo a África. En principio, como coautora, aunque todo apunta a que en realidad lo que hizo fue encubrir el crimen de su pareja, por eso no denunció su desaparición.
En su confesión, Emilio relató de forma pormenorizada las últimas horas de vida de su suegra, cómo la mató, al parecer la acuchilló, y lo que hizo después para encubrir su crimen. Reconoció que descuartizó el cuerpo con un hacha y un serrucho y señaló el lugar donde lo había escondido. Hasta el lugar, no lejos de donde trató de enterrar el cadáver, acudieron los investigadores para comprobar si decía la verdad. Hallaron las dos herramientas. Ahora las tiene criminalística para analizarlas.
África y Emilio acabaron en prisión provisional después de que les tomase declaración la juez de instrucción de Navalcarnero que lleva el caso. Ambos están acusados de asesinato. Una tragedia rodeada de alcohol y calor.
El 25 de julio cayó en sábado, un fin de semana de tanto calor en la Comunidad de Madrid que costaba hasta respirar. Aunque ni a Marisa, ni a su hija África, ni al novio de esta, Emilio, les hacía falta excusa alguna para beber como si no hubiera mañana. Cuentan que aquella noche en la plaza del pueblo, sobrepasaron las cantidades normales para cualquier persona.