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Cuando la ciudad es el enemigo: el mobiliario de Madrid impide el alejamiento
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Investigación de la Universidad Politécnica

Cuando la ciudad es el enemigo: el mobiliario de Madrid impide el alejamiento

De ocho a 11 de la noche, entre el 55 y 60% de los peatones rompen constantemente la distancia recomendada de dos metros. El factor determinante es la disposición del mobiliario urbano

Foto: Instantánea del estudio de movilidad. (Hypermedia)
Instantánea del estudio de movilidad. (Hypermedia)

La ciudad es el enemigo si quieres distanciarte del resto. Un grupo de investigadores vinculados a la Universidad Politécnica de Madrid han monitorizado el comportamiento de los peatones en la Puerta del Sol (Madrid) desde el inicio del estado de alarma. En busca de patrones de movimiento, utilizan algoritmos de inteligencia artificial para extraer conclusiones que permitan diseñar un plan de desconfinamiento con datos reales y evaluar las medidas tomadas hasta ahora. Han descubierto que durante el tiempo permitido para el paseo, de ocho a 11 de la noche, entre el 55 y 60% de los peatones rompen constantemente la distancia recomendada de dos metros y que el factor determinante que lo provoca es la disposición del mobiliario urbano.

El equipo está compuesto por cuatro investigadores, arquitectos e ingenieros especializados en urbanismo y espacio público, integrados en el grupo Hypermedia, con sede en el Departamento de Ideación de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura, ETSAM. Llevan dos años estudiando el comportamiento peatonal y no han querido dejar pasar la oportunidad brindada por esta situación anómala, en la que la calle y los demás se perciben como algo peligroso. Rodrigo Delso, investigador principal, explica que los peatones fluyen como el agua y cambian su trayectoria por motivos similares, como los ríos cuando se topan con una enorme piedra.

Foto: Un hombre pasea con su hija por el paseo de la Castellana de Madrid, este 16 de mayo. (EFE)

Es por eso que los obstáculos, tanto permanentes por integrar la arquitectura de la urbe como repentinos (un grupo que se para a charlar, un coche aparcado), actúan como barricada. El 80% de las zonas de riesgo que han detectado se encuentra rodeado de objetos —fuentes, quioscos, bolardos— que obligan a los viandantes a caminar pegados. La estrechez de las aceras también contribuye. La gente quiere separarse pero no puede. La atención del que anda por la calle por respetar la distancia queda demostrada, según el estudio, por su incremento: ha aumentado 6,8 metros desde el inicio del covid 19.

Estos cuellos de botella que acercan a los que pasean, casi de un modo inconsciente, son más evidentes en determinados casos. Por ejemplo, el estudio indica que las áreas cercanas a un lugar para sentarse, banco o poyetes, tienen un 70% más de probabilidades de convertirse en zonas de riesgo. Estos elementos aumentan la creación de zonas de riesgo un 200%. Por ello, una de las primeras conclusiones de los investigadores es que los futuros diseños contemplen la posibilidad de incluir mobiliario inteligente, que se pueda mover y permita que el espacio público se adapte a las circunstancias.

placeholder Gráfico con las zonas de riesgo detectadas. (Hypermedia)
Gráfico con las zonas de riesgo detectadas. (Hypermedia)

"Durante una crisis en donde la distancia social y el comportamiento del peatón son las principales herramientas de prevención del contagio, este desconocimiento del comportamiento humano hace que las ciudades se enfrenten a tomar decisiones a ciegas", indica Rodrigo Delso. En su opinión, analizar y después entender cómo nos movemos en el espacio público es la mejor manera de aumentar la seguridad y la calidad de nuestras ciudades. El grupo de investigadores no se quedará aquí: quiere crear tras la recopilación de datos un catálogo de elementos urbanos y determinar su impacto en la distancia física. También medir la evolución de las nuevas fases y su relación con el número de contagios y crear un modelo predictivo para saber el impacto de las medidas antes de tomarlas. Su objetivo final es estudiar nuevos espacios públicos que eviten los problemas detectados y trabajar directamente con las administraciones para implementarlos. Transformar la ciudad.

"Seguimos diseñando las plazas como hace 200 años, sin tener en cuenta cómo se comportan las personas en ellas, y esto provoca que se conviertan en un problema debido a su mal diseño. La tecnología puede ayudar a solventar este vacío ayudándonos a comprender cómo usamos las plazas y calles y así adaptarlas al comportamiento de quienes las habitan. Esto debería finalmente producir sistemas de información en tiempo real y públicos, que informen de la saturación peatonal de los espacios abiertos, del mismo modo que ya existe desde hace años información con respecto a la saturación del tráfico, y más recientemente de establecimientos comerciales y de ocio", explica.

El estudio, aún en desarrollo, se está realizando mediante un algoritmo de inteligencia artificial que procesa las imágenes captadas por dos cámaras instaladas en la Puerta del Sol y que retransmiten en directo. El equipo ha 'entrenado' este algorritmo para lograr analizar el comportamiento humano con una precisión del 98%. Extrae el objeto, sea este peatón, bicicleta, coche o autobús, su trayectoria y su localización en 3D. Delso precisa que solo se utilizan imágenes de muy baja resolución en las que es imposible reconocer rasgos faciales para garantizar que el anonimato está garantizado. El grupo de investigadores ha realizado este estudio sin ánimo de lucro y sin financiación externa. Además de las imágenes, emplean datos móviles ofrecidos en abierto por el Ayuntamiento de Madrid.

placeholder Gráfico de acercamiento. (Hypermedia)
Gráfico de acercamiento. (Hypermedia)

Desviar la trayectoria

Pasear por la calle e incluso andar apresuradamente es un baile inconsciente. Todos tendemos a seguir una línea recta en un 95% de las ocasiones y desviarse es una excepción en el comportamiento. Prestamos al movimiento una atención limitada que queda sesgada por los elementos urbanos que nos encontramos y el lugar hacia donde nos dirigimos. "Es irreal esperar que los peatones mantengan el distanciamiento interpersonal 'per se': el espacio público debe facilitar suficiente espacio para distanciarse siguiendo un movimiento natural", destacan los investigadores.

A mayor visibilidad, menos riesgo. Las zonas abiertas facilitan que el comportamiento de los peatones sea más fluido, al permitir la anticipación de movimientos y de posibles obstáculos. Lo mismo sucede con las zonas peatonalizadas. Si hay tráfico, se incrementa la creación de zonas de riesgo, ya que se percibe como un obstáculo, incrementando y concentrando el número de zonas de riesgo, especialmente, en los pasos de cebra, donde el peligro sube un 30%. Delso explica que, además, los coches aparcados funcionan como cualquier otro elemento obstaculizante para la fluidez del paseo.

Hasta los objetos más inocentes tienen su riesgo. La presencia de elementos de balizamiento o de ornamentación —es decir, los contenedores y papeleras, las señales, las jardineras, los árboles— tiene un impacto mayor que su huella física, generando zonas rojas a su alrededor. Por ejemplo, el poste de una farola de 30 centímetros tiene un radio de acción mayor a 10 metros. Fuera del mobiliario urbano, se detecta que los accesos de calles a una plaza, las entradas a edificios que siguen en funcionamiento o las salidas de las bocas de metro son puntos calientes.

La ciudad es el enemigo si quieres distanciarte del resto. Un grupo de investigadores vinculados a la Universidad Politécnica de Madrid han monitorizado el comportamiento de los peatones en la Puerta del Sol (Madrid) desde el inicio del estado de alarma. En busca de patrones de movimiento, utilizan algoritmos de inteligencia artificial para extraer conclusiones que permitan diseñar un plan de desconfinamiento con datos reales y evaluar las medidas tomadas hasta ahora. Han descubierto que durante el tiempo permitido para el paseo, de ocho a 11 de la noche, entre el 55 y 60% de los peatones rompen constantemente la distancia recomendada de dos metros y que el factor determinante que lo provoca es la disposición del mobiliario urbano.

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