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Un perro herido, sanadores, drones... "¿Por qué han dejado de buscar a Antonio Ortega?"
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la última batida en la sierra, sin éxito

Un perro herido, sanadores, drones... "¿Por qué han dejado de buscar a Antonio Ortega?"

La familia del joven desaparecido el pasado 22 de enero en Torremolinos pide que la policía no deje de rastrear la sierra en la que creen que se encuentra el hombre

Foto: Antonio Ortega, desaparecido el pasado 22 de enero en Torremolinos. (Foto cedida por la familia)
Antonio Ortega, desaparecido el pasado 22 de enero en Torremolinos. (Foto cedida por la familia)

Antonio Ortega Urbano (Málaga, 1985) salió con su perro Smoky a eso de las 11 de la mañana del pasado 22 de enero para pasear por la zona de Torremolinos, donde vivía con sus padres. Fue la última vez que estos vieron a su hijo, que se dejó la cartera, las llaves y la documentación en casa. El chucho apareció 13 días después magullado por todo el cuerpo, con heridas en el lomo, las patas y el pecho. El hombre, que sufría un principio de esquizofrenia muy leve, aún se encuentra en paradero desconocido. "Algunos hombres de campo dijeron que el perro había estado con mi hermano hasta que este murió", asegura hoy Pilar Ortega, quien afirma que tanto ella como su familia necesitan encontrar al joven cuanto antes, "vivo o muerto, para poder descansar".

Durante una semana, sometieron al perro a un adiestramiento especial con el fin de que este les llevara al lugar donde se había separado de Antonio, pero no hubo suerte. El animal siempre regresaba directo a casa, por lo que los familiares se vieron en un callejón sin salida que se alarga hasta hoy. La policía, según explica Pilar, está prácticamente segura de que el cuerpo de su hermano se encuentra en la sierra que une las poblaciones de Alhaurín de la Torre, Benalmádena, Churriana y Torremolinos. La hermana cree que el joven tuvo un brote cuando salió de casa, se desorientó y esto le llevó a un lugar desconocido en el que pudo tener un accidente.

Foto: Miguel Ángel, junto a su hermana Blanca, en una foto de archivo cedida por la familia.

Unos días después de la desaparición, una senderista confesó, tras toparse con una foto de Antonio, que le había visto la jornada previa al 22 de enero. Aseguró que el joven le había preguntado por algunas cuevas y caminos y que ella le había indicado algunos. Esta nueva información provocó la puesta en marcha de la primera batida masiva coordinada por la policía en la mencionada sierra malagueña que, sin embargo, acabó sin éxito. Ni rastro del desaparecido. Más adelante, hubo nuevos rastreos. Los vecinos apoyaban a la familia y en ocasiones había hasta medio millar de ciudadanos buscando por la sierra.

La última batida tuvo lugar a finales de abril, después de que la fundación Quién Sabe Dónde lograra movilizar varios perros policía especializados en detectar cadáveres. Tres de los canes marcaron un punto del monte y todos los rastreos se centraron en esa zona, pero tampoco esa búsqueda resultó fructífera. Pilar se queja de que desde entonces no hay movimientos policiales dirigidos a encontrar a su hermano. "Parecen estar esperando a que un pastor o alguien encuentre su cuerpo de repente", asegura la hermana de Antonio, que admite que hace semanas recibían muchas llamadas de gente que trataba de ayudar, pero que ahora no les telefonea nadie.

placeholder Smoky salió con Antonio el 22 de enero; el 4 de febrero apareció el perro malherido sin el joven. (Foto cedida por la familia)
Smoky salió con Antonio el 22 de enero; el 4 de febrero apareció el perro malherido sin el joven. (Foto cedida por la familia)

Pilar describe la sierra como una zona muy complicada, con muchos recovecos, algunos de difícil acceso, y asegura que la policía solo se mueve cuando tiene una pista. "A mi madre le cuesta mucho entender que dejen de buscar a mi hermano; si entienden que puede estar ahí, por qué no siguen intentando localizarle", se pregunta Pilar, que considera la desaparición de Antonio como muy diferente a otras. "Mi hermano no tiene enemigos, ni pareja que le maltrate ni negocio con deudas", describe la mujer, que entiende que el pequeño de los cuatro hermanos "era feliz" a pesar de su enfermedad.

"Él era autónomo, podía sacar dinero cuando quisiera, tenía proyectos, quería viajar conmigo, hacía deporte, era muy sensible, inteligente, y siempre estaba dispuesto a ayudar a los demás; en los seis meses previos a la desaparición se encontraba muy bien; de hecho, el médico le había retirado su medicación porque no tenía delirios; llevaba tres años sin sufrir ninguno", explica Pilar, quien reconoce que sí que llevaba dos o tres días más "intranquilo". "Dejó de fumar el 1 de enero y estaba haciendo mucho ejercicio para paliar la ansiedad que le daba la ausencia del tabaco; se exigía mucho a sí mismo; quería trabajar, tener pareja... y quizás estas exigencias incrementaron su estrés y le provocaron un nuevo brote", reflexiona su hermana, que no está segura de que esto haya sido así, pero que entiende que algo ha debido pasar para que no regrese.

Sanadores y drones

Pilar asegura que tanto su familia como ella se han encontrado durante estas semanas con situaciones extrañas. En este tiempo, reconoce, se han acercado a ella más de media docena de sanadores o hipnotistas que se ofrecían a hacerle remedios mágicos con el fin de detectar la zona en la que desapareció Antonio. "Todos ellos me han dicho sitios diferentes", admite la mujer, que afirma que no ha pagado a ninguno porque "primero te hacen una sesión gratuita para tratar de captarte y luego ya te cobran". "No suelen volver una segunda vez", explica Pilar, que también confiesa haber sido 'bombardeada' por un grupo de aficionados a los drones que se han ofrecido a prestar su dispositivo con cámara de vídeo incorporada para reconocer el terreno.

placeholder Antonio Ortega. (Foto cedida por la familia)
Antonio Ortega. (Foto cedida por la familia)

"Se trata de una zona cercana al aeropuerto en la que teóricamente no pueden sobrevolar estos aparatos, pero la gente se ofrecía para que les dieran permiso, tener la oportunidad de hacerlo y de paso ayudar en la búsqueda mediante la grabación de imágenes en zonas de difícil acceso", relata Pilar, quien en todo momento sondea cualquier medio que ofrezca alguna posibilidad de atajar el problema o de evitar que el caso de su hermano caiga en el olvido de la opinión pública. Para esto último, tanto ella como sus padres y hermanos tratan constantemente de poner en marcha iniciativas imaginativas.

La familia ha elaborado ya 30.000 carteles y más de 400 camisetas con el rostro del desaparecido. Ha llegado a fletar autobuses para ir a los pueblos de la zona a dar a conocer el caso. Ha movido televisiones y otros medios para tener más repercusión. "Al final, se te acaban las ideas", admite la mujer, quien reconoce sin embargo que continúa dándole vueltas a la cabeza para moverse más. "Hemos pensado en ofrecer una recompensa a quien entregue pistas que lleven al paradero de Antonio, aunque no sabemos qué efecto puede tener; lo que queremos es tener más presencia en los medios; nos planteamos hacer un concurso de reportajes audiovisuales sobre mi hermano y regalar un equipo de fotografía al ganador; no sé, todo lo que ayude a que no se olvide el asunto nos sirve", subraya.

Antonio Ortega Urbano (Málaga, 1985) salió con su perro Smoky a eso de las 11 de la mañana del pasado 22 de enero para pasear por la zona de Torremolinos, donde vivía con sus padres. Fue la última vez que estos vieron a su hijo, que se dejó la cartera, las llaves y la documentación en casa. El chucho apareció 13 días después magullado por todo el cuerpo, con heridas en el lomo, las patas y el pecho. El hombre, que sufría un principio de esquizofrenia muy leve, aún se encuentra en paradero desconocido. "Algunos hombres de campo dijeron que el perro había estado con mi hermano hasta que este murió", asegura hoy Pilar Ortega, quien afirma que tanto ella como su familia necesitan encontrar al joven cuanto antes, "vivo o muerto, para poder descansar".

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