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Monedero apuntala el cisma entre las bases y la cúpula de Podemos, cada vez más alejadas
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POR SU PÉRDIDA DE PROTAGONISMO

Monedero apuntala el cisma entre las bases y la cúpula de Podemos, cada vez más alejadas

Los círculos se mueven entre la idea de resistir o de esperar su turno, que posiblemente vendrá en forma de congreso tras las elecciones, para forzar un cambio de rumbo y recuperar su protagonismo

Foto: (Efe)
(Efe)

El distanciamiento entre la militancia de Podemos y la dirección del partido no se reduce solamente a la falta de mecanismos internos que permitan tender puentes de comunicación y participación, sino también a las diferencias políticas. El paso atrás de Juan Carlos Monedero, a la retaguardia del proyecto, tras perder el pulso con Íñigo Errejón, ha visibilizado la crisis de dualidad dentro de la organización, apuntalando así el cisma entre las bases y la cúpula de Podemos, cada vez más alejadas entre sí.

El 'desinflamiento' de los círculos, tanto a nivel cuantitativo como cualitativo, que, resignados, llevan tiempo alertando sobre su reconversión en meros “pegacarteles”, es una realidad con consecuencias imprevisibles. Identificados con las críticas lanzadas por el ex número tres, se mueven entre la idea de resistir o de esperar su turno, que posiblemente vendrá en forma de congreso extraordinario tras las elecciones, para promover un cambio de rumbo y recuperar su protagonismo. La dimisión de Monedero ha reforzado a los que defienden esta última estrategia.

El cisma abierto en Podemos ha hecho saltar por los aires la rígida política comunicativa de Podemos, un auténtico cortafuegos para no airear las diferencias internas, así como la norma no escrita entre la militancia más activa: “se critica de puertas hacia adentro, pero públicamente se defiende sin ambages la línea marcada por la dirección”. Artículos de opinión en prensa, cartas al director, declaraciones a medios, contracampañas en las redes sociales... los críticos con la dirección han abierto la veda. El cisma ya es público y, precisamente, la intención no es otra que abrir el debate para testar apoyos y frenar con argumentos la línea política seguida por la dirección del partido.

Antes o después tenía que saltar el conflicto, pero prácticamente nadie esperaba que fuese tan rápido. Menos a tres semanas de las elecciones

Antes o después tenía que saltar el conflicto a la luz pública, pero prácticamente nadie esperaba que fuese tan rápido. Menos a tres semanas de las elecciones autonómicas. Máxime, cuando las divisiones internas siempre son castigadas por el electorado. Hasta la corriente Anticapitalistas, la más crítica y organizada (a la que pertenecen pesos pesados como el eurodiputado Miguel Urbán y la secretaria general de Podemos en Andalucía, Teresa Rodríguez), había diseñado una hoja de ruta más a largo plazo. Lo primero era esperar a que se cerrase el ciclo electoral de 2015, valorar los resultados, y en función de ello diseñar una estrategia de presión interna. Si las expectativas se cumplían, la apuesta electoralista de Íñigo Errejón habría ganado, mientras que si los resultados no eran los esperados, los críticos partirían con una mejor posición de fuerza para propiciar cambios.

“El talante hostil de la actual dirección"

Como se recoge en las tesis políticas del último congreso de Izquierda Anticapitalista, “Podemos es una pieza fundamental, pero que no tiene una relación activa con los movimientos sociales y el mundo del trabajo, sino que su relación con el 'afuera'de Podemos es fundamentalmente electoral. Nosotros en ese sentido, creemos que la obligación de los militantes anticapitalistas es hacer propuestas a los movimientos, llevar las ideas de los movimientos a los partidos y construir y fortalecer a los movimientos y movilizaciones desde su autonomía”.

En este sentido, esta corriente plantea que “es necesario y positivo ofrecer un espacio para los activistas anticapitalistas que sea algo más que un instrumento para la relación con la dirección de Podemos o para movernos dentro de Podemos, sino que creemos que es necesario presentar nuestras ideas al conjunto de la sociedad de forma clara y nítida. Nuestra forma debe adaptarse a la nueva situación, muy condicionada por el nuevo marco estatutario aprobado en la asamblea constituyente 23 de Podemos, por el talante hostil de la actual dirección de Podemos y por las tareas políticas que nos hemos fijado”.

Conscientes de “la incomprensión” por parte de amplias capas de la población del pluralismo y el disenso interno, los círculos más activos habían rechazado abrir un cisma interno antes de las elecciones. Centrándose así, de momento, en el trabajo de campaña para luchar “por un gobierno de izquierdas”. Sin embargo, la dimisión de Monedero lo ha trastocado y acelerado todo.

Podemos se enfrenta ahora a un futuro incierto, con la gran duda de saber cómo llegará a noviembre y en qué medida se resentirá el liderazgo de Pablo Iglesias (hasta ahora intacto al asumir Íñigo Errejón el papel de chivo expiatorio), pero lo que sí está claro en esta nueva fase es quelas bases lucharán por tener la última palabra.

El distanciamiento entre la militancia de Podemos y la dirección del partido no se reduce solamente a la falta de mecanismos internos que permitan tender puentes de comunicación y participación, sino también a las diferencias políticas. El paso atrás de Juan Carlos Monedero, a la retaguardia del proyecto, tras perder el pulso con Íñigo Errejón, ha visibilizado la crisis de dualidad dentro de la organización, apuntalando así el cisma entre las bases y la cúpula de Podemos, cada vez más alejadas entre sí.

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