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El matrimonio que forzó a mendigar a dos jóvenes y les trató como perros
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HISTORIAS DE TRIBUNALES

El matrimonio que forzó a mendigar a dos jóvenes y les trató como perros

Un compatriota engaña a una joven pareja de rumanos para que venga a España a trabajar como vendedores ambulantes. Cuando llegan, encuentran la peor pesadilla que podían imaginar

Foto: Ilustración: Ajubel.
Ilustración: Ajubel.

Luis y Lucía buscaban trabajo para montar una familia. Él tenía los estudios básicos. Ella no sabía leer ni escribir. Aun así, estaban decididos a salir adelante. No les importaba si era en su país o en el extranjero. Lo único que queríanera estar juntos. Por eso no dudaron ni un segundo cuando un conocido que vivía en España les ofreció trabajo como vendedores ambulantes. Era un empleo duro, pero les proporcionaría la estabilidad que añoraban.

El mismo que les ofreció el curro se mostró también dispuesto a abonarles el viaje de Rumanía a Cádiz, montante que ellos le devolverían cuando empezaran a trabajar. La pareja aceptó el reto. A principios de enero de 2012, los chicos se montaron en el autobús con poco equipaje -porque así se lo había pedido el oferente-,pero enormes esperanzas. Viajaron durante tres días y tres noches hasta que por fin llegaron a San Fernando (Cádiz), un lugar que ni siquiera localizaban en el mapa.

El supuesto empresario les recibió en persona en la estación de autobuses. Un gesto de cortesía, pensaron los dos jóvenes, cuyos cuerpos doblados porel cansancio pedían a gritos un rato de descanso que nunca llegó. Aquella apariencia de amabilidad mostrada en los primeros momentos se tornó en desengaño en pocos minutos. Su jefe no tenía ningún negocio. Ni siquiera se le conocía actividad remunerada alguna.

El farsante llevó a la pareja a un edificio repleto de familiares y amigos, un inmueble que aparentaba normalidad de vecindario, pero que escondía una verdadera cueva de inhumanos tratantes de personas. El nuevo dueño de Luis y Lucía –que vivía en uno de los pisos de la fincacon su cómplice esposa– obligó a los recién llegadosa salir a la calle a mendigar. Poco después de dejar sus pocas pertenencias en la terraza del piso donde vivía su amo, fueron trasladados por separado a distintos puntos de la ciudad de Cádiz.

El nuevo 'dueño' obligó a los recién llegados a salir a la calle a mendigar

Estuvieron allí desde las 9 hasta las 15 horas. Los recogieron, les dieron algo de comer y les llevaron de nuevo a las 16 horas para volver a pedir dinero hasta las nueve de la noche. La dinámica de esa primera jornada se repitió durante todos los días siguientes. A su regreso, ambas víctimas tenían que entregar la totalidad de las monedas que recolectabana su señor y únicamente debían conformarse con los escasos alimentos que ésteles proporcionabaal mediodía.

Los chicos se sentían impotentes, pues apenas podían comunicarse con los gaditanos para pedirles ayuda. No entendían ni papa de español y, además, estaban constantemente vigilados por sus patrones y los familiares de éstos, que sabían lo que ocurría en aquel piso, pero no denunciaban por miedo al fuerte carácter del dueño. La pareja vestía cada día la misma ropa desgarrada que su maltratador habíasacadode la basura con el fin de que los mendigos parecieran realmente miserables. Sus captores les habían arrebatado las pocas prendas decentes que ambos trajeron de Rumanía.

Los dos dormían en un sucio y roto colchón extendido en la pequeña terraza del piso, cubierta solo en parte por un techo de uralita. Sus cuerpos, por lo tanto, se exponían cada nochea la fría intemperie de enero, cuando no eran empapados por la lluvia.Los chicos solían reservarse algún trozo de pandel mediodía con el fin detomárselojuntos –abrazados, para despistar al húmedo helor de principios de año­– en aquel mugriento sofá en el que algunas noches, por unas pocas horas, olvidaban la pesadilla que vivían durante el día. Los propietarios echaban varios pestillos en la puerta de la terraza para eliminar cualquier tentación de acceder a la vivienda que pasara por la cabeza de sus perros.

Un día, el patrón, que siempre actuaba en coordinación con su mujer, consideró que sus invitadosno habían trabajadodemasiado. Enfadado,decidió echarles de casa. A las pocas horas, sin embargo, volvió a por ellos. No tenía otra fuente de ingresos.Les quitó el pasaporte y les amenazó con darles una paliza, cosa que de hecho ocurrió en varias ocasiones durante los días siguientes. El maltratador comenzó a propinarde vez en cuando cachetes y golpes en la cabeza de Luis. La cómplice, por su parte, tiraba del pelo de Lucía, le daba puñetazos y patadas cuando ésta decía una palabra más alta que otra. Era una forma de transmitirles quién mandaba en aquel antro de enfermizas relaciones personales.

Sus cuerpos se exponían cada noche a la fría intemperie de enero, cuando no eran empapados por la lluvia

La joven esclava rumana se quedó embarazada de su novio durante uno de los pocos momentos de alegría que ambos disfrutaron, pero abortó de forma voluntaria y empezó a sufrir fuertes hemorragias. Sus dueños, sin embargo, no la dejaron ir al médico. Tampoco le compraron medicinas. Al contrario, la seguían obligando a salir a la calle a mendigar en aquellas condiciones

Luis y Lucía decidieron una mañana acabar con aquel calvario y personaron sus desechos cuerpos en la Comisaría de la Policía Nacional de Cádiz. Sin embargo, no pudieron interponer la denuncia. Desconocían por completo el idioma y en las dependencias policiales no había más intérprete que un joven rumano al que los agentes llamaron,que limpiaba coches en un local vecino. El compatriota, lejos de animarles, les convenció para que no denunciaran.

Las cosas, sin embargo, habían llegado a un punto de no retorno. La pareja estaba decidida a abandonar aquella situación y sus tratantes lo notaban. Por eso, ya no les dejaban salir a mendigar a la vez. Cuando uno salía, obligaban al otro a quedarse en casa. Fue de hecho en una de estas ocasiones en las que Luis estaba trabajandocuando el demoniaco maltratador se quedó a solas con Lucía, a la que le tocaba descansar. Le golpeó, le humilló y le agredió sexualmente al tiempo que sujetaba un cigarro entre sus guarras uñas, episodio que la chica nunca contó a su novio por temor a que todo fuera a peor.

El 30 de marzo, casi tres meses después de instalarse en su particular cárcel, fue Luis quien se quedó en lo que sus raptores llamabancasa. Su compañera salió a mendigar, pero el sempiternovigilante –el mismo que días antes había abusado de ella– la perdió de vista durante unos segundos y la chica huyó. Enojado, el secuestradorregresó a la vivienda y descargó su ira contra Luis. Le golpeó en la cara y en la cabeza, agarró un palo de madera y le sacudió en el estómago.

La joven esclava abortó de forma voluntaria y empezó a sufrir fuertes hemorragias. Sus dueños, sin embargo, no la dejaron ir al médico. Tampoco le compraron medicinas

Al rato, encontraron a Lucía y la trajeron al domicilio. Pero justo en el momento en que ésta entraba por la puerta, Luis aprovechó para darse a la fuga. Logró coger un taxi y alcanzar de nuevo la Comisaría de Policía, donde esta vez sí logró su propósito. Antes de entrar, consiguió localizar a un chico rumano, que le ayudó a escribir lo que pasabaen un papel, de forma escueta, más a modo de llamada de socorro que de denuncia.

Un día después, varios agentes se presentaronen el domicilio del matrimonio maltratador. Liberarona Lucía, que se encontraba desnutrida y tumbada en el asqueroso colchón de la terraza con el pantalón manchado de sangre a la altura de la entrepierna. Junto a ella, sentado en una silla, la custodiaba el mismo hombre que había convertido en un infierno los últimos noventa días de vida de la joven pareja y que hoy está en prisión.

La Audiencia Provincial de Cádiz le condenó apenas tres meses después de aquella intervención policial a 12 años de prisión –siete por un delito de trata de seres humanos y otros cinco por agresión sexual–. A la mujer del monstruole cayeronsiete años únicamente por trata. Ambos fueron absueltos, sin embargo, del delito continuado de amenazas que la Fiscalía les imputaba y que hubiera supuesto otro año más entre rejas para los criminales, queúnicamente tuvieron que afrontar una ridículaindemnización de 300 euros por los daños ocasionados aLucía.

Luis y Lucía buscaban trabajo para montar una familia. Él tenía los estudios básicos. Ella no sabía leer ni escribir. Aun así, estaban decididos a salir adelante. No les importaba si era en su país o en el extranjero. Lo único que queríanera estar juntos. Por eso no dudaron ni un segundo cuando un conocido que vivía en España les ofreció trabajo como vendedores ambulantes. Era un empleo duro, pero les proporcionaría la estabilidad que añoraban.

Policía Nacional Rumanía
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