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El taxista que ayudó a la esclava sexual la protegió toda la noche en su domicilio
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TRATA DE SERES HUMANOS

El taxista que ayudó a la esclava sexual la protegió toda la noche en su domicilio

El hombre y la chica comparecerán en el juicio que se celebra en la Audiencia Provincial y en el que hay 14 personas imputadas por trata de seres humanos

Foto: Taxistas en el Aeropuerto Madrid-Barajas Adolfo Suárez. (Efe)
Taxistas en el Aeropuerto Madrid-Barajas Adolfo Suárez. (Efe)

Corría la fría noche del 13 de diciembre de 2011. Madrid lucía desde hacía dos semanas el alumbrado de Navidad, que transmitía la sensación de que todo el mundo en aquella ciudad estaba ilusionado y contento. J. P. conducía su taxi por el centro y en ese momento estaba libre. Eran las once y la calle se presentaba concurrida a pesar de ser un martes como otro cualquiera.

Cuando circulaba por la Gran Vía, una chica vestida con ropa provocativa y visiblemente nerviosa le abordó de golpe. Él la dejó subir y comprobó en pocos segundos que, más que nerviosa, la joven estaba angustiada. Cuando comenzó a hablar, el taxista no entendía bien lo que ella le transmitía. “Aeropuerto”, comprendió al fin el hombre, que se dirigió directamente al hoy renombrado aeródromo Madrid Barajas Adolfo Suárez.

El viaje fue tenso, porque ella se mostraba intranquila, pero al final llegaron al Aeropuerto. Fue entonces cuando la chica se disculpó prácticamente por gestos y le indicó que no tenía dinero para pagarle el viaje. El conductor ya había observado los hematomas que presentaba en el brazo y la cara, por lo que fue comprensivo.

También por señas trató de responderle que no podría volar sin dinero y que quizá lo mejor es que descansara esa noche en su casa. Le perdonó la carrera y la trasladó hasta su domicilio particular. Así lo explican quienes estuvieron posteriormente en contacto con el hombre, que declarará como testigo durante el juicio que durante este mes se celebra en la Audiencia Provincial contra 14 personas a las que la Fiscalía acusa de varios delitos -entre ellos el de trata de personas­- por forzar a mujeres rumanas a ejercer la prostitución en Madrid.

Por fin alguien que habla rumano

Una vez en casa del taxista, la chica comió y descansó durante toda la noche. A la mañana siguiente, el hombre llamó a un amigo que a su vez tenía una conocida de origen rumano, que llevaba mucho tiempo en España y dominaba perfectamente el castellano. La mujer se trasladó hasta la casa y la víctima ganó en confianza cuando su compatriota comenzó a hablar. Por fin tenía alguien con quien comunicarse en su lengua materna.

Le contó que había sido obligada a prostituirse, que cada noche hacía más de una docena de servicios y que le pegaban si consideraban que no 'trabajaba' lo suficiente. La nueva invitada acompañó al taxista y a la chica a interponer una denuncia ante la Policía a primera hora de la tarde del miércoles 14 de diciembre. Por aquel entonces, los cabecillas de la organización que la había retenido y golpeado durante los últimos días se encontraban como locos buscándola por el centro, aunque ya la daban por perdida.

La joven manifestó ante la Policía que la habían forzado a ejercer la prostitución en un piso situado en la zona de Gran Vía y que apenas llevaba una semana en España, donde -según contó- la habían traído engañada desde Bucarest. La Policía la envió al Hospital 12 de Octubre, donde atendieron sus heridas y le dieron de alta pocas horas después. La chica durmió esa segunda noche de libertad en una casa de acogida de una oenegé especializada en la asistencia a víctimas de trata.

Días después, ya mayor de edad, decidió abandonar las paredes de la institución humanitaria y fue de nuevo descubierta por sus anteriores ‘dueños’, que le pegaron una paliza y le grabaron un tatuaje de un código de barras en la muñeca como señal de propiedad, siete días antes de que la Policía entrara finalmente y desarticulara la organización criminal el 17 de marzo de 2012. Hoy, la foto del antebrazo de la víctima luce en los dípticos que se exponen en todas las comisarías de España para concienciar sobre la lucha contra la trata de seres humanos.

El presunto embaucador

Está previsto que el taxista declare en el juicio durante los próximos días. El pasado miércoles ofreció su testimonio, entre otros, Traian Iulian Dumitrana, el rumano al que la Fiscalía acusa de camelar en Bucarest a la Testigo Protegida A1 y convencerla mediante engaños para que viajara a España. Según el Ministerio Público, Traian se hacía llamar Álex y, una semana antes del episodio del taxista, viajó a Madrid con la chica.

El acusado, sin embargo, negó los hechos que se le imputan y dijo que nunca nadie le había llamado Álex, que solo vino una vez a España, que no conoce a ninguno de los otros acusados y que entre diciembre de 2011 y enero de 2012 se encontraba residiendo en Rumanía.

El pasado viernes declaró la víctima -denominada técnicametne Testigo Protegida A1-, que ratificó toda la historia que cuenta la Fiscalía en su escrito de acusación. Confirmó que la trajeron engañada a España, que le dieron palizas y que la forzaron a ejercer la prostitución. La joven, que declaró por vídeo conferencia -ya que se encuentra en Rumanía tutelada por las autoridades policiales de aquel país- presentaba un aspecto saludable y se mostró tranquila durante su intervención.

La Sección Quinta de la Audiencia Provincial juzga estos días a 14 personas por su implicación en una red de trata de personas. A los imputados se les acusa de los delitos de tráfico de seres humanos con fines de explotación sexual, prostitución coactiva a una menor, falsedad documental, lesiones, resistencia, detención ilegal y tenencia ilícita de armas. Todos se enfrentan a penas que van desde los seis hasta los 66 años de prisión.

Corría la fría noche del 13 de diciembre de 2011. Madrid lucía desde hacía dos semanas el alumbrado de Navidad, que transmitía la sensación de que todo el mundo en aquella ciudad estaba ilusionado y contento. J. P. conducía su taxi por el centro y en ese momento estaba libre. Eran las once y la calle se presentaba concurrida a pesar de ser un martes como otro cualquiera.

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