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La ingobernabilidad de España planea por primera vez desde la Transición
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VARAPALO A LA ESTRATEGIA DE ARRIOLA

La ingobernabilidad de España planea por primera vez desde la Transición

La noticia buena para el Partido Popular (PP) es que mantiene indemne su flanco derecho. La mala es casi todo lo demás. Ha ganado, pero se ha desangrado

Foto: Último acto electoral del Partido Popular en Madrid (Efe)
Último acto electoral del Partido Popular en Madrid (Efe)

La noticia buena para el Partido Popular (PP) es que mantiene indemne su flanco derecho (Vox apenas ha cosechado un cuarto de millón de votos y no ha obtenido por unas décimas ningún escaño). La mala es casi todo lo demás. Ha ganado, es verdad, pero se ha desangrado hasta límites desconocidos desde la refundación del centro derecha en España hace 24 años. Lo mismo le ha sucedido al PSOE: nunca antes había obtenido menos de 3,6 millones de votos. Ni siquiera con una participación tan escasa como la que se ha producido en 2014.

Esto significa, obviamente, que los resultados de las elecciones europeas han sido un fuerte varapalo al bipartidismo imperante desde la Transición. Los dos grandes partidos no han llegado al 50% de los votos. O lo que es lo mismo: apenas han logrado en conjunto 7,6 millones de papeletas de un censo electoral de más de 35,3 millones, lo que supone que PP y PSOE sólo han recibido el voto de uno de cada cinco posibles electores. Y aunque proyectar estos resultados hacia las elecciones generales de dentro de 18 meses es hoy un ejercicio inútil (tanto la participación como el tamaño de las circunscripciones serán muy diferentes), lo cierto es que formar un Gobierno estable se antoja un ejercicio imposible para el próximo inquilino de la Moncloa a la luz de lo que ha pasado el 25-M. Incluso, aunque entre en funcionamiento la Ley D`hondt que favorece a los partidos mayoritarios al atribuirse los restos, método que no se aplica en la elecciones europeas.

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Y es que en Estrasburgo como en España ha irrumpido un ciclón en forma de pequeños partidos que ha agujereado las sólidas mayorías de antaño. Hasta el extremo de que los nuevos diputados anteriormente no adscritos a ningún grupo parlamentario representan hoy la cuarta fuerza política de la Eurocámara. Sólo por detrás de conservadores socialdemócratas y liberales.

Votos nulos y en blanco

El caso español, incluso, es más singular. Es verdad que la participación ha sido del 45,84% (a falta del voto exterior), pero si se descuentan los votos nulos (el 1,82% del censo electoral) y los depositados en blanco (el 2,29%), el resultado sería revelador. Menos del 40% de los electores votó ayer a algún partido político, lo que da idea de la desafección ciudadana hacia la política, aunque se tratara de elecciones europeas que habitualmente atraen a menos votantes. De hecho, un partido capaz de atraer la suma de los votos nulos y en blanco habría obtenido dos escaños en Europa, los mismos que ERC o Ciudadanos. Incluso una formación como Escaños en Blanco (que propone no ocupar los escaños) ha obtenido 115.308 votos, casi la mitad que Vox.

Un dato revela lo que ha pasado. Si antes había seis grupos en España con un escaño de eurodiputado, ahora habrá diez. Sin duda por la desmovilización de los votantes tradicionales del PP y del PSOE. Nadie ha capitalizado de forma contundente su espacio político. Aunque IU (ahora rebautizada como Izquierda Plural) se ha situado como la tercera fuerza con 1,56 millones de votos (el 10%), ese nivel se sitúa todavía muy por debajo de los dos millones que llegó a cosechar en anteriores comicios. Y UPyD, con poco más del 6% de los votos, no arranca con la fuerza que se podía prever en pleno desgaste de los partidos mayoritarios.

El crecimiento de la coalición que lidera Cayo Lara, en todo caso, no está basado en haber encontrado nuevos caladeros de voto, sino que los electores tradicionales de los dos grandes partidos se han quedado en casa y tanto IU como los partidos a su izquierda han podido movilizar a su espacio político.

Ahora bien. Los nuevos electores han considerado a IU como ‘parte del sistema’, lo que explicaría la irrupción de Podemos, una formación que ha recogido el espíritu del 15-M al no estar contaminada por la política ‘tradicional’ (tiene unos meses de vida). De hecho, si IU hubiera podido capitalizar el descontento, se habría podido producir el sorpasso en muchos territorios. La suma de IU y Podemos da más escaños que el PSOE en sitios tan emblemáticos como Madrid.

Descalabro del PP en Madrid

El caso del PP es el más sintomático debido a que ha perdido buena parte de su electorado histórico -las clases medias de las grandes urbes y la España interior o Galicia-. El caso de la Comunidad de Madrid –tradicional feudo del Partido Popular- es el más evidente. Ni siquiera ha llegado al 30% de los votos, cuando hace cinco años rozó el 50%. Una pérdida de 20 puntos porcentuales que es, incluso, superior, a la media del descalabro registrado en el resto del país. Y lo mismo ha sucedido en Valencia, donde la pérdida ha sido de 23 puntos porcentuales. Aunque las extrapolaciones, como se ha dicho, son difíciles de hacer, lo que parece claro es que con estos resultados, el PP perdería los gobiernos de dos de sus feudos más representativos y que fueron los que llevaron a Aznar y Rajoy a la Moncloa.

Esto significa que la campaña de desmovilización del voto que ha seguido el PP no le ha dado buenos resultados. Rajoy y su asesor áulico, Pedro Arriola, escondieron al candidato Miguel Arias Cañete hasta el último día para que apenas se hablara de los recortes y de la política europea, pero eso no ha impedido que se movilizara el voto de la izquierda, y sí el del centro y la derecha, que decidió quedarse en casa. Ahí está el origen de los problemas del PP. Su electorado no ha votado.

Su retroceso, en todo caso, no ha sido rentabilizado por el PSOE. Al contrario su apoyo en Madrid y Valencia ronda el 20%, lo que deja al Partido Socialista a merced de las minorías en caso de que llegaran a formalizar pactos de gobierno. Y es que un partido como Podemos no es sólo un fenómeno de Madrid, aunque se haya situado como tercera fuerza desplazando a IU. Sólo uno de cada cinco votos los ha obtenido en la Comunidad de Madrid, lo que convierte a esta fuerza -si se consolida- en un fenómeno estatal. El caso de Vox es distinto. La tercera parte de sus votos los ha obtenido en la Comunidad de Madrid. Mientras que Ciudadanosa quien se le sigue viendo como un partido catán- ha logrado más de 100.000 votos.

La irrupción de los pequeños partidos es tan significativa que en la Comunidad de Madrid la suma de PP y PSOE no alcanza siquiera el 50% de los votos. La única excepción al desplome del bipartidismo se ha producido en Extremadura, donde las dos fuerzas mayoritarias suman un 74,2%. Si alguna influencia ha tenido la reciente moción de censura presentada por Fernández Vara ha sido la de hundir las expectativas de los partidos minoritarios. IU apenas logra el 6,2% de los votos pese a ser clave en la estabilidad del Gobierno de Monago. Incluso en Andalucía (donde históricamente PP y PSOE ha copado el espacio político) la suma de su representación ha caído hasta el 60%.

Aunque el caso más significativo es Cataluña, donde la suma de PSC y PP apenas supone el 24% de electorado. O un 31% si se incluyen a Ciudadanos y UPyD, contrarios a la independencia. Por el contrario, los principales partidos que impulsan el proyecto soberanista han logrado un 56% de los votos. Sin duda, porque han podido movilizar a su electorado, al contrario que los partidos contrarios a la independencia. También en el País Vasco los partidos nacionalistas suman más del 50% de los votos, y entre PP y PSOE apenas llegan al 24% de los sufragios. Todo un aviso para navegantes.

La noticia buena para el Partido Popular (PP) es que mantiene indemne su flanco derecho (Vox apenas ha cosechado un cuarto de millón de votos y no ha obtenido por unas décimas ningún escaño). La mala es casi todo lo demás. Ha ganado, es verdad, pero se ha desangrado hasta límites desconocidos desde la refundación del centro derecha en España hace 24 años. Lo mismo le ha sucedido al PSOE: nunca antes había obtenido menos de 3,6 millones de votos. Ni siquiera con una participación tan escasa como la que se ha producido en 2014.

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