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Un secuestro que ha durado 25 años
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EL EMPRESARIO LUCIO AGUINAGALDE ESTUVO 18 DÍAS EN MANOS DE ETA

Un secuestro que ha durado 25 años

El empresario vasco Lucio Aguinagalde falleció el día de Nochebuena de 2005, a los 88 años de edad. Ayer se sentó en el banquillo de la

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Un secuestro que ha durado 25 años

El empresario vasco Lucio Aguinagalde falleció el día de Nochebuena de 2005, a los 88 años de edad. Ayer se sentó en el banquillo de la Audiencia Nacional el etarra Luis Enrique Gárate Galarza, de 53 años, integrante del comando de ETA que el 15 de octubre de 1986 lo secuestró cuando salía de asistir a un partido de pelota en el frontón Mendizorroza de Vitoria. Han sido necesarios 25 años para que el tercer y último terrorista que participó en el secuestro se siente en el banquillo de los acusados.

Lucio Aguinagalde, el mayor de nueve hermanos, casado y con cinco hijos, tenía entonces 69 años de edad, estaba jubilado tras años dedicado a una pequeña empresa de bisutería y era, además, el militante más antiguo del PNV en Álava. ETA le había reclamado en varias ocasiones el pago del denominado “impuesto revolucionario”, que nunca pagó.

La tarde del 15 de octubre de 1986, el comando integrado por Luis Enrique Gárate Galarza, Francisco Antonio Cabello “Patxi” y Juan María Gabirondo “Chispas” le abordaron cuando regresaba a casa, le introdujeron en un vehículo robado y le condujeron hasta una cueva situada en el monte Eguski-Ola, del término municipal de Ceanruri (Vizcaya), que habían acondicionado como “cárcel del pueblo” para mantenerlo retenido mientras la banda negociaba el pago de un rescate con su familia. Tres colaboradores del comando se encargaron de facilitarles enseres y comida para  aguantar un encierro de duración indeterminada.

La casualidad también cuenta

La casualidad quiso que, días después, a un ertzaina libre de servicio que paseaba por el monte  le llamara la atención que la entrada a la cueva estuviera oculta con espinos secos. Al acercarse a ella descubrió que la puerta estaba tapiada con una piedra, y al intentar retirarla escuchó voces en el interior. “La dejé caer con cuidado, llamé a mi superior y se preparó el operativo”, echó ayer mano de la memoria para recordar lo ocurrido ese día. “Una persona rondó por la cueva y pensamos que se había percatado de algo –corroboró el etarra Juan María Gabirondo-. Al día siguiente, Patxi se quedó fuera para vigilar por si veía algo sospecho".

“Nos topamos con un joven y le pedimos la documentación –relató uno de los ertzainas que formaron parte del equipo que liberó a Aguinagalde-. Nos dijo que se la había dejado y al preguntarle qué hacía en la zona nos dijo que estaba recogiendo setas. Estuvo a punto de convencernos, pero nos dimos cuenta de que no llevaba ninguna bolsa y el suelo estaba lleno de setas y níscalos. Le dijimos que íbamos a cachearlo y entonces intentó huir, pero conseguimos reducirle”.

Los ertzainas que se desplegaron en torno a la cueva vieron que la piedra que tapaba la entrada estaba retirada. Al frente del equipo se encontraba en entonces máximo responsable de la Ertzaintza, Genaro García Andoain, que alumbró con una linterna el interior. Cuando uno de los agentes se disponía a entrar se topó de cara con los dos etarras que custodiaban a Aguinagalde que intentaban huir al saberse descubiertos. Uno de ellos, “Chispas”, abrió fuego con su pistola Browning y alcanzó de lleno a García Andoain, que cayó al suelo herido de muerte. Gárate Galarza se abrió paso con un subfusil monte abajo y los agentes le perdieron la pista. No así a su compañero, que fue detenido. Lucio Aguinagalde fue liberado el 2 de noviembre de 1986, tras 18 días de secuestro.

Hombres de pelo cano y aspecto respetable.

“Patxi”, “Chispas” y los colaboradores del comando fueron detenidos, juzgados y condenados en 1989, pero de Gárate Galarza no volvió a saberse nada. La Policía recuperó su pista en 2000, cuando la dirección de ETA reclamó su reincorporación a la banda desde su exilio, poco después de que la banda rompiera la tregua declarada en septiembre de 1998. Cuatro años después fue detenido en Francia y posteriormente entregado a nuestro país. Ayer, un cuarto de siglo después, fue juzgado por el secuestro de Aguinagalde y la muerte de García Andoain.

Canoso, con un denso bigote y ropa deportiva, compareció sonriente ante tribunal y vio desfilar  como testigos a quienes en 1986 colaboraron en el secuestro del empresario guipuzcoano, entre ellos su compañero “Patxi”, todos ellos en libertad al haber cumplido las penas que les fueron impuestas. Hombres mayores de pelo blanco y aspecto respetable a los que sería difícil identificar como ex miembros de ETA, que al concluir la vista se reunieron en la calle como los componentes de una cuadrilla que llevan años sin verse.

“Era miembro de ETA e 1986?, le preguntó el fiscal. “Así es”, respondió Galarza. ¿Participó en el secuestro de Lucio Aguinagalde? “Así es”, repitió su respuesta. El etarra negó, en cambio, que hubiese disparado. Pese a ello, el fiscal le considera también coautor del asesinato de García Andoain y pide para él 78 años de prisión. La defensa expuso que el delito de detención ilegal estaba prescrito y que no podía imputársele la coautoría de un asesinato, y reclamó su absolución.

Tras tres horas y media de vista oral, a las 14 horas, el presidente del tribunal dijo el preceptivo “visto para sentencia”.

El empresario vasco Lucio Aguinagalde falleció el día de Nochebuena de 2005, a los 88 años de edad. Ayer se sentó en el banquillo de la Audiencia Nacional el etarra Luis Enrique Gárate Galarza, de 53 años, integrante del comando de ETA que el 15 de octubre de 1986 lo secuestró cuando salía de asistir a un partido de pelota en el frontón Mendizorroza de Vitoria. Han sido necesarios 25 años para que el tercer y último terrorista que participó en el secuestro se siente en el banquillo de los acusados.