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El verdadero Bono: de modesto abogado laboralista a amante del dinero y la 'jet'
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FUE LETRADO DE UNA DE LAS VÍCTIMAS DE LA MATANZA DE ATOCHA

El verdadero Bono: de modesto abogado laboralista a amante del dinero y la 'jet'

Han pasado ya más de 33 años, pero José Bono jamás olvidará la mañana de aquel 24 de enero de 1977, cuando tres abogados laboralistas de CCOO, un

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El verdadero Bono: de modesto abogado laboralista a amante del dinero y la 'jet'

Han pasado ya más de 33 años, pero José Bono jamás olvidará la mañana de aquel 24 de enero de 1977, cuando tres abogados laboralistas de CCOO, un estudiante de Derecho y un auxiliar administrativo fueron asesinados brutalmente por activistas de extrema derecha en un despacho situado en el número 55 de la calle de Atocha, en Madrid. No lo olvidará, entre otras razones, porque aquel salvaje atentado llevó a la balbuciente Transición a uno de sus momentos más críticos y a punto estuvo de provocar su naufragio; pero, sobre todo, porque el hoy presidente del Congreso, entonces también letrado, como las víctimas, defendió a la familia de una de ellas, Luis Javier Benavides, en el tenso juicio que siguió a la matanza.

¿Queda algún resto de aquel abogado joven, luchador e idealista en el político sediento de poder, súbitamente enriquecido y frecuentador de millonarios de todo pelaje y personajes de la jet? El pasado enero, dos meses antes de que las primeras vergüenzas de su fabuloso -y sospechoso- patrimonio personal quedasen al descubierto, Bono acudió al acto de homenaje a las cinco víctimas de la matanza de Atocha celebrado en la sede central de CCOO. Y allí aseguró que el asesinado Benavides, a cuya familia representó en el juicio como uno de los ocho abogados de la acusación particular, "tenía muchas identidades: fue comunista, de CCOO, cristiano, hijo de un registrador de la propiedad y nieto de un general franquista, y se puso del lado de la verdadera causa de la política. Fue uno de los que lucharon por la libertad y la igualdad".

¿Reconocería hoy el difunto Benavides a su abogado defensor -que logró para los instigadores y autores de la matanza, entre ellos José Fernández Cerrá y Carlos García Juliá, penas de casi 200 años de cárcel- en el Bono bon vivant que ha logrado amasar en un tiempo record un patrimonio prácticamente inalcanzable para un servidor público? El ex presidente de Castilla-La Mancha, a diferencia del abogado asesinado, nunca fue comunista ni militante de CCOO; pero sí comparte con aquél la fe cristiana -aunque su precoz vocación sacerdotal acabó malográndose- y sus raíces franquistas: el padre del presidente del Congreso fue falangista y alcalde/cacique de Salobre (Albacete), el pueblo natal de Bono. Pero tal vez ahí acaben las afinidades entre el abogado laboralista de la calle Atocha y el político repentinamente millonario.

Ricos y famosos  

Porque Benavides, muy probablemente, se hubiera sentido francamente incómodo con personajes como el constructor Francisco Hernando, El Pocero; el empresario Rafael Santamaría; el magnate del imperio Inditex, Amancio Ortega; la hija de éste, María Ortega; la hija de Carolina de Mónaco, Carlota Casiraghi, o el hijo de la Duquesa de AlbaCayetano Martínez de Irujo. Con todos ellos -y muchos más conspicuos habitantes del universo de la jet y el famoseo- ha compartido Bono en los últimos años distendidas jornadas de lujo y camaradería en su más que rentable hípica de Toledo -montada en 2001 no sólo para ganar dinero, sino para satisfacer el capricho de su hijo José Bono Rodríguez, que abandonó prematuramente los estudios para convertirse en jinete profesional- y en otros escenarios aún más glamourosos.

Han pasado ya más de 33 años, pero José Bono jamás olvidará la mañana de aquel 24 de enero de 1977, cuando tres abogados laboralistas de CCOO, un estudiante de Derecho y un auxiliar administrativo fueron asesinados brutalmente por activistas de extrema derecha en un despacho situado en el número 55 de la calle de Atocha, en Madrid. No lo olvidará, entre otras razones, porque aquel salvaje atentado llevó a la balbuciente Transición a uno de sus momentos más críticos y a punto estuvo de provocar su naufragio; pero, sobre todo, porque el hoy presidente del Congreso, entonces también letrado, como las víctimas, defendió a la familia de una de ellas, Luis Javier Benavides, en el tenso juicio que siguió a la matanza.