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Toxo gana y abre una nueva era en CCOO más alejada del Gobierno
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Toxo gana y abre una nueva era en CCOO más alejada del Gobierno

A Pedro Solbes le gusta decir que todo Gobierno es de coalición, pero no entre distintas fuerzas políticas, sino entre el ministro de Hacienda y sus

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Toxo gana y abre una nueva era en CCOO más alejada del Gobierno

A Pedro Solbes le gusta decir que todo Gobierno es de coalición, pero no entre distintas fuerzas políticas, sino entre el ministro de Hacienda y sus colegas de gabinete. Tras la elección de Toxo como nuevo secretario general de CCOO, no estaría de más que el alicantino le dé algunos consejos al gallego sobre cómo gobernar en coalición con sus propios compañeros de sindicato, sin lugar a dudas el gran reto que tiene delante el hombre que ha liquidado la era Fidalgo de la mejor manera posible: por la voluntad de los 1.001 delegados (la cifra mágica de CCOO), que lo eligieron ayer por un estrecho margen: apenas 28 votos.

 

El triunfo de Toxo (El Ferrol, 1952)  tiene varios planos. En primer lugar, pone una vez más a prueba la cultura democrática del sindicato, acostumbrado desde prácticamente su fundación a la existencia de corrientes internas y a luchas fraticidas que han amenazado con fragmentarlo. Pese a ello, CCOO siempre ha salido fortalecido de esos enfrentamientos y sin fracturas, hasta consolidarse como la primera fuerza sindical con más de 1,2 millones de afiliados. Por decirlo de una manera directa, en CCOO están acostumbrados a la brega política, hasta el punto de que los tres secretarios generales que han precedido a Toxo han tenido duros enfrentamientos entre ellos. Marcelino Camacho acabó repudiando a Antonio Gutiérrez y éste le llegó a retirar la palabra a Fidalgo, lo que refleja la intensidad con que se vive en el sindicato la confrontación política.

Sin embargo, pese a esta cultura de la confrontación, nunca se había dado una circunstancia como la actual. El número dos del sindicato le reta al número uno y le gana. Y lo que es todavía más llamativo, tumba la candidatura de su jefe apoyándose en los tres sectores que más han cuestionado la estrategia sindical del médico leonés.

En primer lugar, el sector que dirige desde la sombra Rodolfo Benito (Madrid), antiguo número dos de Fidalgo y partidario de  de un sindicalismo más ideológico. Su referente intelectual es la Fundación Sindical de Estudios. En segundo lugar, Cataluña, que acaba de elegir nuevo líder en sustitución del histórico Coscubiela pero que sólo quiere que nadie se meta en su vida. Ni siquiera la dirección del sindicato (léase los de Madrid). Y, por último, los seguidores de Agustín Moreno, uno de los mejores sindicalistas que ha dado este país y que se ha ido sin el reconocimiento que merecía. Moreno ha demostrado que el viejo aserto que dice que en España quien resiste, gana, es una verdad como un puño, como el que representa su forma de ver el sindicalismo: desde las fábricas y no desde los centros de poder.

Política de retrovisor

Con estos tres sectores -fundamentalmente- será con los que Toxo tendrá que hacer un gobierno de coalición. Pero sin dejar de utilizar el retrovisor, toda vez que el sindicato está literalmente partido en dos. Algo que en otra organización de masas sería una catástrofe, pero que en CCOO es algo más que una costumbre.  Aunque, lógicamente, eso no quiere decir que el sindicato esté exento de riesgos de fracturas.

El segundo plano en el que hay que contemplar la elección de Toxo tiene que ver con el diálogo social, esa expresión un tanto cursi que retrata las negociaciones entre sindicatos, patronal y gobierno. Como se suele decir en el mundo sindical, Toxo tiene ‘el culo pelao’ de pactar con unos y con otros. En sus tiempos de sindicalista de la Bazán o de responsables del Metal, lo hacía con las empresas del sector. Y cuando ha sido secretario de Acción Sindical, no ha parado de firmar acuerdos con el Gobierno y los empresarios. Ahora bien, los tiempos han cambiado. Si alguna lectura tiene que hacer el Gobierno a la elección de Toxo es que los acuerdos no van a ser tan fáciles como en la era Fidalgo. No porque Toxo sea un insurrecto, sino debido a que si no quiere quedarse en minoría en la Ejecutiva del sindicato (43 miembros) deberá consensuar su estrategia con sectores menos proclives al pacto. Los seguidores de Agustín Moreno, en particular, quieren volver a poner en valor la cultura de la movilización sindical.

Se equivocan, sin embargo, quienes crean que sólo Zapatero debe estar preocupado. También el PP. El hecho de que la potente unión de Madrid vuelva a formar parte de la mayoría significa que Javier López, su secretario general, tendrá la manos libres para intensificar su hostigamiento a Esperanza Aguirre en la defensa de unos servicios públicos de calidad. Por aquí puede empezar la conflictividad futuro.

Toxo, en cualquier caso, no es un lunático ni alguien que quiera recuperar el sindicalismo del siglo XIX. Tiene temple y mucha mano izquierda, lo que le exime de levantar la voz, probablemente el gran defecto de Fidalgo, que ha visto mermada su mayoría como consecuencia de su falta de tacto a la hora de hacerse fotografías con Aznar o de cuestionar el Estado de las autonomías. Su gran error, sin embargo, haya sido intentar agotar un tercer mandato probablemente innecesario. En lugar de abrazar la estrategia del tándem Blair-Brown, que ha facilitado una transición suave en el laborismo británico sin necesidad de tanto alboroto y suspense.

A Pedro Solbes le gusta decir que todo Gobierno es de coalición, pero no entre distintas fuerzas políticas, sino entre el ministro de Hacienda y sus colegas de gabinete. Tras la elección de Toxo como nuevo secretario general de CCOO, no estaría de más que el alicantino le dé algunos consejos al gallego sobre cómo gobernar en coalición con sus propios compañeros de sindicato, sin lugar a dudas el gran reto que tiene delante el hombre que ha liquidado la era Fidalgo de la mejor manera posible: por la voluntad de los 1.001 delegados (la cifra mágica de CCOO), que lo eligieron ayer por un estrecho margen: apenas 28 votos.

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