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Urkullu llega al poder en el mejor momento: el Gobierno de Madrid vuelve a depender del PNV
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Urkullu llega al poder en el mejor momento: el Gobierno de Madrid vuelve a depender del PNV

Después de la travesía del desierto que supusieron el segundo mandato de José María Aznar y la primera parte del Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero,

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Urkullu llega al poder en el mejor momento: el Gobierno de Madrid vuelve a depender del PNV

Después de la travesía del desierto que supusieron el segundo mandato de José María Aznar y la primera parte del Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, el PNV ha logrado resituarse de nuevo donde se siente políticamente muy cómodo: en un lugar decisivo para la gobernabilidad de España. Los siete diputados con que cuentan los peneuvistas en el Congreso, encabezados por Josu Erkoreka –‘brazo ejecutor’ hasta la fecha de la estrategia pactista de Josu Jon Imaz con Madrid- se han convertido en piezas imprescindibles para ZP en este final de la legislatura, una vez consumado el alejamiento de sus socios naturales, ERC e Izquierda Unida.

Han sido los parlamentarios nacionalistas vascos los que han permitido al Gobierno aprobar el último presupuesto de su mandato y salvar la cara a Magdalena Álvarez, en gran parte gracias a las multimillonarias inversiones que espera recibir Euskadi para poner en marcha la red de alta velocidad; es decir, la polémica ‘Y’ vasca, un proyecto acariciado por las instituciones autonómicas desde hace 25 años y hoy amenazada por el mundo de ETA.

El PNV no sólo ha logrado asegurarse esa infraestructura decisiva, sino que también ha conseguido amarrar a los socialistas a otros pactos: sobre los Presupuestos Generales de Euskadi, incluido el controvertido ‘banco vasco’ con el que Ibarretxe ha dado una nueva vuelta de tuerca a sus aspiraciones soberanistas, y sobre las Cuentas de los gobiernos forales de Vizcaya y Alava y del Ayuntamiento de Vitoria.

El PSOE tuvo en su mano, en una negociación directa de Imaz con José Blanco, obtener un reparto de poder más beneficioso para sus intereses tras las elecciones municipales. No fue así y, al final, la jugada parece haberle salido redonda al PNV, que en plena crisis de liderazgo interno, retiene el poder del Ejecutivo vasco, las diputaciones forales de Alava, Guipúzcoa y Vizcaya y el Ayuntamiento de Bilbao –el principal de Euskadi-; que mantiene en las instituciones la alianza tripartita con sus socios de Eusko Alkartsuna y la IU de Javier Madrazo; y que consigue superar sus dificultades aprobando con los socialistas los presupuestos. Es decir, se trata de una réplica del escenario del antiguo PNV de Arzalluz y con el que soñaba Imaz, persuadido de que el partido debía recuperar la centralidad y resultar atractivo para pactar con todos, sin descartar tampoco al PP.

Le proclamarán este fin de semana

En este contexto, 600 militantes peneuvistas proclamarán en este fin de semana a Iñigo Urkullu como nuevo presidente, con la tranquilidad de conservar su poderío institucional al margen de la bronca abierta por el plan soberanista de Ibarretxe. En estas condiciones, los socialistas parecen haber renunciado a algunas de sus armas para combatir la intención del lehendakari de convocar una consulta ilegal. Aun así, tanto en el PSOE como en el PSE están convencidos de que la estrategia de contemporización les acabará beneficiando en su asalto a la Presidencia vasca, porque les presenta a ellos como la racionalidad del país frente al radicalismo de Ibarretxe y permite mantener, supuestamente, la línea de colaboración con el PNV más moderado.

Después de la travesía del desierto que supusieron el segundo mandato de José María Aznar y la primera parte del Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, el PNV ha logrado resituarse de nuevo donde se siente políticamente muy cómodo: en un lugar decisivo para la gobernabilidad de España. Los siete diputados con que cuentan los peneuvistas en el Congreso, encabezados por Josu Erkoreka –‘brazo ejecutor’ hasta la fecha de la estrategia pactista de Josu Jon Imaz con Madrid- se han convertido en piezas imprescindibles para ZP en este final de la legislatura, una vez consumado el alejamiento de sus socios naturales, ERC e Izquierda Unida.