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¡Estaban vivos antes de la explosión!
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¡Estaban vivos antes de la explosión!

Esta conclusión, que puede parecer una perogrullada, ha sido la que más ha tranquilizado a los letrados que insistían en la posibilidad de que los cadáveres

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¡Estaban vivos antes de la explosión!

Esta conclusión, que puede parecer una perogrullada, ha sido la que más ha tranquilizado a los letrados que insistían en la posibilidad de que los cadáveres de los suicidas de Leganés estuvieran puestos allí estratégicamente, previa congelación. Tal y como reza una de las teorías que pone en duda la versión oficial de lo acontecido el 11 de marzo y el 3 de abril de 2004. Es decir, los peritos dejaron claro este jueves que los suicidas eran suicidas.

A preguntas directas del presidente del Tribunal Gómez Bermúdez negaron la existencia de ninguna etiología (causa) homicida ni accidental, sí suicida. Por otra parte, una de las pruebas en las que se sustentaba las mencionadas teorías era la ausencia de sangre en los cuerpos sin vida de los terroristas. Una de las forenses explicó que, ante la intensidad de una explosión semejante, la sangre sale disparada “en millones de partículas y por ello no tiene por qué haber un charco de sangre”.

Los doctores Prieto, Castillo, Francisco Pera y la doctora Conejero pusieron de manifiesto que tras la realización de exámenes radiológicos, análisis de restos humanos, de cuerpos extraños y evolución cadavérica “con respecto al momento en que ocurrieron los hechos” se determinó que “eran siete los cadáveres” y que “la muerte fue violenta con politraumatismos severos y de carácter suicida”. Además, “la data de la muerte era la correcta, la congruente con las fechas en que sucedieron los hechos”.

Entre los elementos extraños que se hallaron en los cuerpos se encontraba una pila de reloj, que en principio se confundió con un artefacto peligroso, y una masa blanquecina y gelatinosa que se entregó a los Tedax ante la sospecha de que fuera explosivo. “Posteriormente no supimos nada de esa sustancia”.

Otro punto interesante de la comparecencia de los médicos forenses ha sido la aclaración acerca del cuerpo sin vida del subinspector del GEO Francisco Javier Torronteras, asesinado en la explosión Leganés. Días después de su fallecimiento, su tumba fue profanada en el cementerio Sur de Madrid. Según se publicó entonces, el cadáver apareció carbonizado y con la ausencia de algún miembro como la mano izquierda. Algo que niega el doctor Castillo, autor de las dos autopsias. “Enseguida que le vi le reconocí”, pese a estar carbonizado presentaba las mismas lesiones que tras la explosión que le causó la muerte, “no se hizo desaparecer ningún vestigio”, había sido un acto “burdo, una superchería”.

El proceso de identificación

Previamente, la directora del Instituto Anatómico Forense, Carmen Baladía, explicó el proceso de identificación de cadáveres tras los atentados del 11-M. Los 156 primeros cuerpos pudieron ser entregados a sus familias a lo largo del día 12 de marzo. Para el resto, las dificultades “eran muy grandes” por la imposibilidad de realizar pruebas dactiloscópicas. No obstante, el día 17 se consiguió identificar hasta 184. El resto, tres a través de análisis de ADN mitocondrial y posteriormente los cuerpos que llegaron de los hospitales.

Por su parte, el doctor Monge detalló a petición de los abogados cuáles son los efectos de una onda expansiva y cómo se produce la muerte. El médico forense indicó que existen dos tipos de onda, la de expansión que golpea fuertemente el cuerpo y la de succión, una contrapresión que provoca, por ejemplo, que los cadáveres se vean desprovistos de ropa. Argumentación que recogió Baladía para diferenciar “nuestros 191 muertos de los del 3 de abril”, porque “no encontramos ningún objeto en el interior de los cadáveres que indujera a que fueran artefactos explosivos que no eliminara la presión centrípeta”.

Esta conclusión, que puede parecer una perogrullada, ha sido la que más ha tranquilizado a los letrados que insistían en la posibilidad de que los cadáveres de los suicidas de Leganés estuvieran puestos allí estratégicamente, previa congelación. Tal y como reza una de las teorías que pone en duda la versión oficial de lo acontecido el 11 de marzo y el 3 de abril de 2004. Es decir, los peritos dejaron claro este jueves que los suicidas eran suicidas.