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Hermitage, El Prado y ahora el Primavera Sound... a Colau se le atraganta la cultura
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Hermitage, El Prado y ahora el Primavera Sound... a Colau se le atraganta la cultura

Tras cinco meses de recibir desplantes, los promotores de Primavera Sound se han hartado y amenazan con dejar Barcelona, cristalizando el desencuentro entre Ayuntamiento y Cultura

Foto: Primavera Sound Barcelona 2019. (EFE/Alejandro García)
Primavera Sound Barcelona 2019. (EFE/Alejandro García)
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La cultura es dinero. Se dice poco. A los artistas y a la gente del mundo cultural les da pereza hablar de dinero. Y el dinero de aquí prefiere mecenazgos vinculados a edificios modernistas que a pensar en, pongamos por caso, Rosalía… que ya cantó en catalán "Només vull veure bitllets de 100 / Signe del dòlar dintre la ment". Ada Colau llegó con un programa muy claro a la alcaldía de Barcelona: la vivienda es un problema, el turismo es malo... Ese tipo de mantras. En la lucha contra el turismo de masas, la cultura ha sido una víctima colateral del actual equipo municipal. Pero la cultura es dinero y hay bajas colaterales que dejan regueros de pérdidas. Ha pasado con el Hermitage y está pasando con el Primavera Sound, un frente que nadie esperaba, pero que le estalla a la alcaldesa en un momento en que vuelve a mirar hacia la capital para repetir por tercera vez.

Ada Colau asegura que hay una verdadera campaña contra ella y que se la critica por todo y en exceso. Puede que tenga algo de razón. Pero el Primavera Sound no es sospechoso de anticolauismo. Y si sale en 'La Vanguardia' el fundador y motor del Primavera Sound, Gabi Ruiz, diciendo que estudian llevarse el festival de la capital catalana a causa de la desidia municipal es para que se enciendan todas las alarmas.

El impacto del Primavera Sound en la economía de Barcelona es de 300 millones. Al año. El impacto económico del Mobile World Congress son 473 millones, para tener una referencia. Pero hace cinco meses que el consistorio va arrastrando los pies para firmar por el 2023 y hay problemas con el alquiler del recinto del Fórum, donde se celebran la mayor parte de los conciertos, cuyo precio se ha multiplicado por 17, algo que el Primavera Sound considera no solo excesivo sino injustificado cuando se sale de dos años de pandemia. Estamos hablando de un evento que genera 10.000 empleos directos, reúne a medio millón de personas y atrae a 150.000 visitantes de fuera de la ciudad. Y estamos hablando, también, de la economía de Barcelona, que se ha visto muy castigada por la Covid, en especial el comercio y el turismo. Pero el derrumbe del turismo nunca fue percibido como un problema, de manera que la cultura ha sido la damnificada inesperada, pero con ella de paso, todo el flujo de dinero que lleva acompañado. Precisamente el arquitecto de esta política cultural, que ha querido vivir de espaldas al factor económico, fue el regidor del ramo, el flamante nuevo ministro de Universidades, Joan Subirats.

Foto: sistentes al concierto de Rosalia en la jornada de clausura del Primavera Sound en 2019. (EFE/Alejandro García)

El Hermitage es el típico proyecto que Colau y los Comunes rechazan porque no solo es cultura sino sobre todo porque es dinero. Ada Colau definió el proyecto del museo del Hermitage como "una franquicia que un fondo de inversión buscó para plantear una operación inmobiliaria". La alcaldesa ha hablado, sin complejos, de "cultura del pelotazo". Y así el proyecto se ha ido arrastrando en lo que la izquierda gobernante lo ha convertido en un símbolo de una batalla cultural. Desde el lado municipal de Plaça Sant Jaume se ha convertido el Hermitage en algo equivalente a Airbnb o a los fondos de inversión con activos en vivienda de alquiler: un sujeto al que combatir.

Más allá

El pulso contra el Hermitage no es un caso aislado, es un síntoma de un problema más profundo. En noviembre de 2019 el pleno rechazó con los votos de JxCAT, ERC y los Comunes alojar una subsede del Museo del Prado en Cataluña. Era una propuesta del grupo municipal del PP, que además planteaba alojarla en el actual edificio del Banco de España, en plena Plaça Catalunya. La negativa no tuvo más relevancia. Sobre todo porque en este momento El Prado no está en línea de abrir franquicias, sino de organizar la movilidad de sus colecciones. Pero demuestra el conflicto que vive el consistorio. Los Comunes de Colau se autodefinen como progresistas, pero muchas veces se muestran conservadores, como entonces, cuando se alegó que El Prado iba a ser una competencia de los complejos museísticos de Barcelona, como el MNAC, el Museo Picasso, el MACBA o la Fundación Miró, por ejemplo.

La cultura ha tirado del turismo de la urbe que antes del Covid era el 7,3% del PIB

El Ayuntamiento obviaba que es justo esa conjunción de infraestructuras culturales la que le da a Barcelona un rol que le permite estar a la altura de las mejores ofertas culturales de Europa. Y de la que ha vivido buena parte del turismo, los hoteles y, en concreto, el 7,3% del PIB de la ciudad, según los datos prepandemia del Observatorio de Turismo de Barcelona.

El Park Güell, el Liceu, La Pedrera, son arte, sí... pero son dinero. Y no solo por los costes, que los tienen, sino también por la fuente de riqueza que generan, y que no es inmaterial sino muy, muy material. La cultura es una industria, como es el caso de ese audiovisual que ahora pretende rescatar ERC. O como lo ha sido Planeta y todo el mundo de la edición que se movió a través de la agente Carmen Balcells y editores como Jorge Herralde o el ya fallecido Carlos Barral.

Retirada de lo privado

A medida que el dinero privado se ha ido retirando toda esta infraestructura dependen de recursos y las complicidades públicas y, por tanto, de los políticos. Cuando en 1994 se quemó el Liceu, las grandes fortunas que habían sido sus promotores dieron un paso atrás. La reconstrucción corrió a cargo del erario público. Lo mismo pasó con el fraude en el Palau de la Música, en 2009. Una burguesía en retroceso, unos empresarios que venden, como lo hizo Balcells o Herralde o tantos otros.

La catalana Andrea Levy espera el Primavera Sound con los brazos abiertos en Madrid

En este contexto, la posible marcha del Primavera Sound encaja como un guante. El festival negocia con grandes estrellas de la música que funcionan como multinacionales y que necesitan cuadrar agendas con mucha antelación, algo que no es posible si el Ayuntamiento sigue dilatando los tiempos de negociación. El Primavera Sound ya ha abierto oficina en Madrid, donde la catalana Andrea Levy espera con los brazos abiertos. Jordi Martí, teniente de alcalde de Cultura y mano derecha de Colau, se ha mostrado convencido de que "se puede reconducir la situación". Pero no ha dicho cómo y su aparición ha sido más bien de estupor, tal vez porque la relación con el Primavera la lleva en buena parte la empresa municipal BSM, cuya órbita operativa se encuentra bajo la competencia del socialista Jaume Collboni, socio de gobierno de la alcaldesa.

La situación ha llegado a tal punto que la alcaldesa en persona tuvo que salir a la palestra a asegurar que "está fuera de discusión que el Primavera Sound se queda en Barcelona". Ayer se mantuvieron reuniones para reconducir lo que calificaron de "malentendido". Por eso aseguraron desde el consistorio que solo quedan "unos flecos". Para el ruido que se ha producido, unos flecos parecen una definición que se queda justa.

Llegada de lo público

El Primavera Sound quiere un acuerdo estable con el Ayuntamiento de Barcelona, que fuese más allá de las municipales. Pero en este momento no está asegurado ni el 2023, el año de las elecciones locales. Si la cultura sale por la puerta, el dinero salta por la ventana. Sí, va de cultura. Sin embargo, de nuevo, lo que es esencial es el dinero, lo que no entendió Subirats, tan preocupado por la desigualdad en el acceso, que se olvidó de los intereses en el fomento. Después de cinco meses de recibir desplantes, los promotores de Primavera Sound se han hartado. El mensaje es claro: difícilmente Colau podrá atraer nuevos proyectos a la capital catalana si ni siquiera puede retener lo bueno que ya tiene. Y, otra vez, la mala señal es que empresarios y políticos se hablen a través de los medios de comunicación, en lugar de hacerlo en persona. Como en 2017.

En Madrid han calculado mejor la jugada. El socialista Salvador Illa propuso que los Presupuestos del Estado para el 2022, que se aprobarán en los próximos días, reconozcan el Primavera Sound como "acontecimiento de excepcional interés". En el nuevo momento cultural el sector público apoya al sector privado, no le pone palos en las ruedas, como hace la administración de Colau. Como pasó con el Liceu, el Palau de la Música o recientemente con el Museo Picasso. Parece que en Madrid han entendido mucho mejor el signo de los tiempos y que el Primavera Sound podría coger el AVE en busca de comprensión. Si Colau no se espabila, la venganza de Andrea Levy se va a servir muy fría.

La cultura es dinero. Se dice poco. A los artistas y a la gente del mundo cultural les da pereza hablar de dinero. Y el dinero de aquí prefiere mecenazgos vinculados a edificios modernistas que a pensar en, pongamos por caso, Rosalía… que ya cantó en catalán "Només vull veure bitllets de 100 / Signe del dòlar dintre la ment". Ada Colau llegó con un programa muy claro a la alcaldía de Barcelona: la vivienda es un problema, el turismo es malo... Ese tipo de mantras. En la lucha contra el turismo de masas, la cultura ha sido una víctima colateral del actual equipo municipal. Pero la cultura es dinero y hay bajas colaterales que dejan regueros de pérdidas. Ha pasado con el Hermitage y está pasando con el Primavera Sound, un frente que nadie esperaba, pero que le estalla a la alcaldesa en un momento en que vuelve a mirar hacia la capital para repetir por tercera vez.

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