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La progresividad en frío es responsable de la mitad del aumento de la recaudación del IRPF
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Cálculos del Banco de España

La progresividad en frío es responsable de la mitad del aumento de la recaudación del IRPF

Casi el 30% del incremento de la recaudación logrado desde 2019 se debe a la negativa del Gobierno a deflactar el impuesto. El impacto es mayor para las rentas medias-bajas

Foto: La ministra de Hacienda y vicepresidenta del Gobierno, María Jesús Montero. (Europa Press)
La ministra de Hacienda y vicepresidenta del Gobierno, María Jesús Montero. (Europa Press)

El ritmo de la recaudación tributaria en los tres últimos años ha sorprendido a todos los expertos. En el año 2023, la Agencia Tributaria recaudó 59.000 millones más que en 2019, lo que supone un aumento del 28% en apenas cuatro años, de los cuales, algo más de uno fue en pandemia. Este incremento explica que las distintas administraciones públicas hayan podido disparar su gasto, por ejemplo en pensiones o en salarios públicos, sin aumentar el déficit en la misma cuantía.

Un solo impuesto explica la mayor parte del aumento de la recaudación: el IRPF. En este periodo ha aportado casi el 60% del incremento de la recaudación. Si hasta 2019 se llevaba el 6,9% del PIB, en 2023 alcanzó el 8,5% y en 2025 podría acercarse al 9% del PIB si no hay cambios legislativos, según los cálculos recién publicados por el Banco de España.

La entidad ha hecho un análisis en profundidad para desentrañar las causas de este aumento del IRPF. Es cierto que la creación de empleo ha tenido un efecto positivo sobre este incremento al ensanchar la base imponible. Y también las subidas del IRPF a las rentas más altas han contribuido. Sin embargo, el Banco de España calcula que la mitad del aumento de la recaudación se debe a la progresividad en frío.

Esto es, al aumento de la carga fiscal que soportan las familias sin que su salario real se haya incrementado. Cuando los salarios suben para compensar la inflación, la nueva renta tributa al tipo marginal de ese trabajador, o incluso se pueden producir saltos de tramo, por lo que los nuevos ingresos pagan un IRPF superior al tipo medio que soportaba ese trabajador. Además, las deducciones y exenciones existentes también se ven superadas por esta subida de los salarios por la inflación.

En definitiva, lo que ocurre es que los contribuyentes soportan un tipo efectivo más alto sin que su salario real haya subido, o incluso aunque haya caído (si su subida es inferior a la inflación). El Gobierno rechazó la opción de deflactar la tarifa y esto ha provocado una subida del tipo efectivo que pagan muchas de las familias (no todas, porque el Gobierno ha rebajado el IRPF a las rentas más bajas con un incremento de la reducción por rendimientos del trabajo paralela al alza del SMI).

El BdE calcula que la mitad del aumento de la recaudación registrada con el IRPF es consecuencia de la progresividad en frío. Y si se tiene en cuenta la recaudación de todos los impuestos, la progresividad en frío supone casi el 30% del aumento de la recaudación desde 2019. Una cuantía muy significativa que explica de dónde proceden los ingresos públicos que están financiando el gran aumento del gasto público de los últimos años.

El multiplicador del IRPF

Tal y como está diseñado el IRPF español, la elasticidad del IRPF es de 1,85. Esto es, por cada 1% de incremento de la renta de los contribuyentes, su pago de impuestos aumenta un 1,85%. El BdE pone este ejemplo: “Para un declarante con una renta de 33.700 euros (perteneciente al percentil 77) y una cuota tributaria igual a 5.472 euros, un incremento de su renta del 1% (337 euros) supondría un incremento de su cuota de alrededor de 101 euros (un incremento del 1,85%)”.

Este multiplicador es superior en el caso de las rentas medias-bajas. El motivo es que la mayor parte de sus ingresos están por debajo del mínimo exento, de modo que no tributan. De ahí que su tipo efectivo sea muy reducido y cada aumento de su renta tenga genere un salto significativo del pago de impuestos. Por ejemplo, para quienes están en el cuarto decil de renta (quienes tienen un 30% de los declarantes con menos ingresos y a un 60% con más ingresos) un incremento del 1% de su renta implica pagar casi un 10% más de impuestos.

El Gobierno ha compensado parte de este incremento elevando la reducción por rendimientos del trabajo en la misma cuantía que el salario mínimo interprofesional. Lo ha hecho precisamente para evitar que una buena parte del nuevo SMI fuese a parar a las arcas públicas, esto es, el mismo efecto que tiene la progresividad en frío.

Esto explica que la progresividad en frío tenga un efecto decreciente con el salario para las rentas medias y altas. A medida que aumentan los ingresos, el porcentaje que supone el mínimo exento (parte del salario que no tributa por IRPF) es menor, por lo que el efecto fiscal de no actualizarlo se hace irrelevante. La mayor parte de la progresividad en frío para estas clases acomodadas está en los tipos marginales, ya que cualquier aumento de los ingresos va íntegramente al tramo más alto que paga el trabajador. Incluso se puede producir el salto de tramo.

Este efecto también es decreciente para las rentas muy altas, para las que la mayor parte de su renta está en el tramo superior y perciben en menor medida este efecto marginal. El 10% con más renta paga un 1,4% más por cada 1% de incremento de su renta. Sin embargo, en términos monetarios, son estos declarantes los que más pagan, ya que su tipo marginal es el más elevado. Por ejemplo, para un salario de 30.000 euros, cualquier incremento tributa al 30% (tipo general con algunas diferencias por CCAA), pero para quienes ganen 350.000, pagarán un 47% de cada subida del salario.

En consecuencia, la progresividad en frío reduce la desigualdad porque afecta más a las rentas más altas. “Dado que el IRPF tiene un diseño progresivo, mayores tipos medios a lo largo de la distribución suponen mayor redistribución”, señala el Banco de España en su informe, “tanto el índice de Gini como la ratio 90:10 de la renta después de impuestos indican una distribución menos desigual cuando las rentas se incrementan de manera homogénea y la normativa fiscal no cambia”.

Pero el Banco de España apunta que es importante que tanto los gobiernos como los ciudadanos sean conscientes de que la progresividad en frío implica una subida de impuestos. “Estos resultados evidencian que la decisión de cómo y cuándo actualizar los parámetros fiscales tiene consecuencias tanto para la recaudación total como para su distribución por niveles de renta”, apunta la entidad.

Sigue subiendo

En los tres primeros meses de 2024 el IRPF sigue disparado. En total, ha recaudado 2.500 millones más que en el primer trimestre de 2023, un aumento del 8%. Este gran crecimiento supera al avance del PIB nominal, lo que significa que el IRPF sigue ganando peso en el total de la economía.

El motivo es que todavía está en marcha la subida de salarios y pensiones para compensar la inflación pasada. Las pensiones se actualizan con cargo al IPC del año anterior y los salarios están recuperando lentamente poder adquisitivo. Esto es, las rentas sujetas a IRPF subirán por encima de la inflación.

Por lo tanto, la progresividad en frío seguirá operando en toda su magnitud. El Banco de España calcula que el tipo efectivo que pagarán los contribuyentes alcanzará el 15,3% en 2025, lo que supone un incremento del 20% respecto a los niveles de 2019. Como se ha señalado anteriormente, esta subida no es lineal para todos los salarios y también varía en función de las CCAA, pero sí refleja que el IRPF ha experimentado un gran incremento en los últimos años. Siete de cada diez euros de este incremento se deben a la progresividad en frío, una gran subida de impuestos encubierta.

El ritmo de la recaudación tributaria en los tres últimos años ha sorprendido a todos los expertos. En el año 2023, la Agencia Tributaria recaudó 59.000 millones más que en 2019, lo que supone un aumento del 28% en apenas cuatro años, de los cuales, algo más de uno fue en pandemia. Este incremento explica que las distintas administraciones públicas hayan podido disparar su gasto, por ejemplo en pensiones o en salarios públicos, sin aumentar el déficit en la misma cuantía.

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