Es noticia
Lagarde somete al FMI a su gran paradoja: exigir disciplina y ortodoxia a Europa y EEUU
  1. Economía
LA FRANCESA PROMETE UN MANDATO MENOS PRESIDENCIALISTA QUE DSK

Lagarde somete al FMI a su gran paradoja: exigir disciplina y ortodoxia a Europa y EEUU

El FMI contra el G-7. El gran litigio que tiene ante sí Christine Lagarde, primera mujer que accede a la dirección gerente del Fondo Monetario Internacional,

Foto: Lagarde somete al FMI a su gran paradoja: exigir disciplina y ortodoxia a Europa y EEUU
Lagarde somete al FMI a su gran paradoja: exigir disciplina y ortodoxia a Europa y EEUU

El FMI contra el G-7. El gran litigio que tiene ante sí Christine Lagarde, primera mujer que accede a la dirección gerente del Fondo Monetario Internacional, podría sintetizarse con esta célebre y habitual frase con la que se inician los pleitos en las cortes penales de Estados Unidos. Toda una paradoja, tratándose de la institución multilateral dirigida y gobernada por las economías industrializadas desde su creación, en 1945, en Bretton Woods, con la intención de propiciar ayudas crediticias a países en desarrollo con dificultades financieras. La propia ex ministra de Economía francesa dejó claro este cambio de rumbo, al situar como prioridad absoluta de su mandato la contención de la crisis de la deuda europea, focalizada en estos momentos en la elaboración de segundos programas de rescate -de manera declarada en Grecia y con ciertos visos de ampliarse a Portugal e Irlanda- que devuelvan la calma a los mercados de capitales. Además del riesgo latente de que el contagio se propague a otros socios monetarios como España, Italia o Bélgica.

Pero Lagarde también mencionó, aunque de forma más velada, la encrucijada fiscal de Estados Unidos. En un momento crucial, cuando el Congreso americano negocia a contrarreloj la elevación del techo de endeudamiento y las líneas maestras del próximo y crucial presupuesto federal -el que antecederá a las elecciones presidenciales de 2012- a menos de un mes vista del límite temporal del 2 de agosto admitido por Tesoro como fecha a partir de la cual deberá de dejar de pagar contratos públicos y, en consecuencia, la Casa Blanca se verá forzada a paralizar paulatinamente parte de la Administración.

Este oscuro escenario estadounidense deja, ante los ojos de la sustituta de Dominique Strauss Kahn, un doble dilema. Por un lado, la obligación que tendrá que asumir en los próximos meses de reclamar mayor disciplina fiscal y ortodoxia económica a la mayor potencia mundial, que alberga, para más inri, a dos de los tres pilares del denominado consenso de Washington -integrado por el propio FMI, el Tesoro americano y la Reserva Federal-, núcleo del que han partido los duros planes de ajustes exigidos a los tigres asiáticos, países latinoamericanos como Brasil o Argentina y a otras latitudes emergentes como Turquía, a finales de los noventa y en los primeros años de este siglo. Y, por otro, exigir estas recetas a la Casa Blanca en medio de rumores de dimisión del secretario del Tesoro, Timothy Geithner, con la cada vez más insistente presión del propio presidente Barack Obama para forzar el acuerdo entre demócratas y republicanos y con la espada de Damocles de la estrecha supervisión de las agencias de calificación, que han reconocido su predisposición a rebajar la inmaculada triple A con la que siempre han catalogado la deuda soberana americana. Incluso si, como parece, el pacto fiscal americano se rubrica de manera inminente.

La parálisis de la economía japonesa tras el tsunami del pasado mes de febrero, con la reaparición del fantasma de la atonía del consumo y la deflación, y con una deuda que duplica el PIB de la tercera economía global, y los titubeantes esfuerzos del Gobierno de David Cameron por estimular la actividad y corregir el exceso de gasto público y los desequilibrios presupuestarios, dibujan un panorama no demasiado halagüeño para Lagarde. La francesa tendrá que dirigir las riendas de la institución por una senda inhóspita, la de los países del G-7, si se toma a las naciones europeas del euro, dentro de este selecto grupo, como un todo y si se exceptúa Canadá, el gran socio económico y comercial de EEUU, que ha evitado hasta ahora contagiarse de la mayúscula gripe de su vecino del sur.

Agenda reformista de fondo

Pero la encrucijada ante la que se encuentra Lagarde es de mayor calado. Su gestión tendrá otros objetivos ineludibles fuera de poner en orden las finanzas y las economías del G-7. El papel del FMI en el nuevo orden económico global y en la necesaria revisión de la arquitectura financiera actual deja incógnitas mayúsculas. Con independencia de las recientes reformas y de la elevación de asignaciones y, por ende, de la capacidad de voto de los grandes mercados emergentes. Por ejemplo, sigue sin legitimarse en sus estatutos fundacionales la condición del Fondo de prestamista de última instancia, pese a que este mecanismo de liberación urgente de préstamos a naciones en dificultades se ha convertido en una constante desde que Michel Camdessus decidió aprobar, como máximo responsable de la institución, líneas crediticias a México para frenar los efectos de la denominada crisis del tequila, en 1994.

Del mismo se continúa sin concretar la hoja de ruta del FMI como organismo previsor de inestabilidades sistémicas como la actual, dejando los programas de desarrollo en manos de su institución hermana, el Banco Mundial. Aunque, sobre todo, se verá obligada, a medida que escampe la turbulencia internacional, a definir con precisión los cometidos del Fondo como brazo ejecutor de la toma de decisiones multilaterales en el seno del G-20, club que no acaba de encauzar el ritmo de los cambios marcados en sus primeras citas tras su refundación, en Washington en 2008, aún con Bush en la Casa Blanca.    

A los ojos de los expertos, Lagarde tendrá la obligación de mantener inicialmente la línea directiva de su antecesor, Strauss Kahn, que se labró cierto prestigio primero como impulsor de los programas de estímulo keynesianos en los albores de la crisis y posteriormente, como defensor de los urgentes ajustes presupuestarios para corregir los agujeros fiscales y los suculentos niveles de endeudamiento. Lagarde, undécima personalidad que accede a la dirección del Fondo, se ha granjeado en Europa la vitola de halcón en las negociaciones con Grecia dentro del Ecofin.

Vestigios positivos

Sin embargo, los observadores políticos y económicos que siguen la trayectoria del Fondo también dicen confiar en un cambio de estilo. Y, en este sentido, conceden valor a dos de sus señales más nítidas de su primera comparecencia oficial. De un lado, su compromiso a contar de forma más habitual y pragmática con los mercados emergentes, elevando su voz en el Fondo. Una senda que le permitirá marcar distancias respecto a su condición de europea en la gestión de la crisis de la deuda de los países periféricos del euro y también ganar en imparcialidad en relación al consenso de Washington, esencial para fijar las directrices con la Casa Blanca en su coyuntura de emergencia fiscal, y que podría redundar en beneficio de una mayor independencia de la institución respecto a sus principales contribuyentes netos.

La otra circunstancia digna de valoración por parte de los analistas es su promesa de abandonar la gestión presidencialista de DSK y adoptar una estrategia de funcionamiento en equipo de puestas adentro del Fondo. Una interpretación que apunta hacia una elevación de la objetividad, transparencia y calidad de diagnóstico de sus departamentos de investigación, que podría suponer el inicio de dictámenes fidedignos encaminados a reforzar el papel del Fondo de gendarme de la economía global, a cimentar sus análisis de predicción de crisis y a potenciar su recetario de reformas y su influencia para conseguir que sus socios no se desvíen de la ortodoxia económica.

Ngaire Woods, de la Universidad de Oxford, cree, además, necesario que esa independencia política se construya, en paralelo, a una mayor desvinculación financiera de sus socios. En su opinión, y a pesar del billón de dólares adicionales asignados por su comité ejecutivo a los pocos meses del estallido de la quiebra de Lehman Borthers, el Fondo necesita “captar mayores recursos” en los mercados de capitales, así como movilizar sus ingentes reservas de oro para captar liquidez y reducir el gasto de los contribuyentes nacionales. Así como adquirir protagonismo en el escenario multilateral para eliminar, no sólo el desequilibrio fiscal, sino también el comercial y el de tipos de cambio de las divisas.

Cualidades de Lagarde

Dicen quienes la conocen que Lagarde -que antes de ser ministra de Economía de Francia fue empresaria y la primera presidenta de despacho de abogados Baker & McKenzie, que practica la natación sincronizada, es una entusiasta del yoga y una gran consumidora de té-, posee una mezcla de energía y serenidad que le ha labrado una personalidad idónea para un puesto como la dirección del FMI. Entre otras cuestiones, por su paciente perseverancia negociadora, que le lleva con demasiada frecuencia a ganar sus batallas dialécticas. Como la que logró de China, en la última cita del G-20, en suelo francés, aún como ministra gala, para que el gigante asiático contribuyera a reducir los desequilibrios mundiales, el caballo de batalla que han librado tanto Estados Unidos y Europa con Pekín con escaso éxito y que en los últimos meses ha empezado a fructificar.

También sorprendió su aportación, previa a su desembarco en el FMI, al convencimiento del complejo apoyo cincelado para la banca francesa y alemana al segundo rescate griego. Cualidades que, a buen seguro, utilizará para perfilar también la necesaria coordinación del Fondo con el Banco Mundial, las instituciones de desarrollo regionales y la Organización Mundial del Comercio, y así acercarse al viejo sueño de su compatriota Jacques Delors de crear una especie de Consejo de Seguridad Económica que coopere con el G-20 en la configuración de un gobierno mundial.                         

El FMI contra el G-7. El gran litigio que tiene ante sí Christine Lagarde, primera mujer que accede a la dirección gerente del Fondo Monetario Internacional, podría sintetizarse con esta célebre y habitual frase con la que se inician los pleitos en las cortes penales de Estados Unidos. Toda una paradoja, tratándose de la institución multilateral dirigida y gobernada por las economías industrializadas desde su creación, en 1945, en Bretton Woods, con la intención de propiciar ayudas crediticias a países en desarrollo con dificultades financieras. La propia ex ministra de Economía francesa dejó claro este cambio de rumbo, al situar como prioridad absoluta de su mandato la contención de la crisis de la deuda europea, focalizada en estos momentos en la elaboración de segundos programas de rescate -de manera declarada en Grecia y con ciertos visos de ampliarse a Portugal e Irlanda- que devuelvan la calma a los mercados de capitales. Además del riesgo latente de que el contagio se propague a otros socios monetarios como España, Italia o Bélgica.

Economía sumergida Christine Lagarde Crisis