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Novak Djokovic, el gran villano del deporte: así fue el 'show' del serbio en la final de Wimbledon
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SEGUNDO GRANDE DE CARLITOS

Novak Djokovic, el gran villano del deporte: así fue el 'show' del serbio en la final de Wimbledon

Nole fue derrotado en Londres frente a Alcaraz, cuyo comportamiento fue radicalmente opuesto. Desde retrasos para sacar hasta romper una raqueta para manifestar su frustración

Foto: Djokovic rompió una raqueta en el partido. (EFE/Tolga Akmen)
Djokovic rompió una raqueta en el partido. (EFE/Tolga Akmen)

La gloria estaba en Londres, no en París. Quizá aquel calambre en Roland Garros fue el preámbulo de una madurez anticipada de Carlos Alcaraz para los partidos de tan alta tensión. No se vio la misma versión de Carlitos, capaz de sobreponerse a un paupérrimo inicio de encuentro, el peor que se le recuerda, para ganar Wimbledon y sumar su segundo Grand Slam ante Novak Djokovic (1-6, 7-6, 6-1, 3-6, 6-4). El serbio, el mayor villano del deporte, intentó sacar el máximo rédito posible al reglamento para desconcentrar a su rival. No lo consiguió. Fue un show cuyo punto más alto llegó cuando rompió una raqueta.

Los gestos del serbio llegaron incluso cuando todo estaba a su favor. Cuando Alcaraz deambulaba por el partido como si no se hubiera dado cuenta del escenario. Fueron constantes los mensajes al público, cuyo apoyo fue claro hacia el español. Ese silencio que reclamó, además de las sonrisas irónicas, decantaron definitivamente la balanza (si es que todavía no lo estaba).

placeholder Djokovic elogió a Alcaraz cuando terminó el partido. (EFE/Peter Powell)
Djokovic elogió a Alcaraz cuando terminó el partido. (EFE/Peter Powell)

"Esperaba que me dieras problemas en tierra y en la superficie dura, pero en hierba… Esto es una historia diferente", declaró un abatido Djokovic entre lágrimas en la ceremonia de clausura. No tuvo en cuenta que Carlitos podía evolucionar durante el partido y así lo hizo. Tras el mazazo del primer set, llegaron dos en los que fue un tifón. Era el nacimiento de una leyenda. El príncipe que quería ser rey.

El plan para ganar

Esa gran versión de Carlitos llegó cuando Djokovic ya había pedido que se revisaran varios puntos, además de demorar muchísimo su saque. Esto último le valió la advertencia del juez de silla y la posterior sanción. Ahí empezó otro capítulo de quejas, cuando en realidad ya se le habían concedido demasiadas licencias al serbio.

Otra de las escenas de ese show llegó cuando concluyó el tercer set, en el que Alcaraz había aplastado a Djokovic. El serbio se marchó a vestuarios para cambiarse de ropa, pero excedió los seis minutos concedidos. Carlitos tuvo que esperarlo para dar inicio a la cuarta manga. Todo pasaba porque el rival se desconectara, una táctica que no funcionó con el murciano, superior en el cómputo global en el plano mental.

El punto más álgido de esa actuación de Djokovic llegó en el último set, cuando manifestó más que nunca su rabia. Había perdido un importante punto frente a Carlitos, ya que tuvo la opción de colocarse 2-0. Y su frustración le llevó a estampar la raqueta contra el poste de la red. Por supuesto, la raqueta quedó destrozada y se llevó la advertencia del juez de silla por ese comportamiento. También tendrá que pagar el coste de la reparación, normas de la casa. Un gesto que le deja en evidencia en la eterna comparativa con Nadal o Federer, que en el aspecto extradeportivo siempre han lucido impecables.

Los elogios de Djokovic

Ese comportamiento fue el preámbulo del señorío que demostró a la conclusión del encuentro. Además de los elogios a Alcaraz y del abrazo que le dio, sostuvo con orgullo el trofeo de subcampeón, algo que no todos hacen. "Vaya calidad has mostrado al final del partido. Te lo mereces totalmente. Es una victoria increíble por cómo te has adaptado a la superficie. Enhorabuena también a su equipo", dijo Djokovic.

Estas palabras, sin embargo, no le servirán para contar con un apoyo tan unánime por parte de la afición del tenis como el que han tenido Nadal y Federer. Djokovic es el villano, porque se siente cómodo en ese papel y no hay que buscar más razonamientos. El serbio disfruta jugando de esa manera, como se demostró en la final.

El partido de Roland Garros estaba todavía reciente, pero aquello ha quedado en el olvido. Era una pesadilla. Atrás quedaron los miedos, como advirtió Alcaraz en la previa, para que el sueño continúe. Que nadie despierte a Carlitos, que ya ha hecho historia en Londres. Ahora solo quedan París, Australia... En definitiva, el mundo del tenis. Lo tiene a tiro.

La gloria estaba en Londres, no en París. Quizá aquel calambre en Roland Garros fue el preámbulo de una madurez anticipada de Carlos Alcaraz para los partidos de tan alta tensión. No se vio la misma versión de Carlitos, capaz de sobreponerse a un paupérrimo inicio de encuentro, el peor que se le recuerda, para ganar Wimbledon y sumar su segundo Grand Slam ante Novak Djokovic (1-6, 7-6, 6-1, 3-6, 6-4). El serbio, el mayor villano del deporte, intentó sacar el máximo rédito posible al reglamento para desconcentrar a su rival. No lo consiguió. Fue un show cuyo punto más alto llegó cuando rompió una raqueta.

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