En Andorra dicen que Márquez ha pedido la residencia para pagar menos impuestos

Tras ganar el Gran Premio de Aragón en 2013, Marc Márquez rechazó coger una bandera española y prefirió ondear una con el ‘93’, el símbolo que representa al hoy dos veces campeón del mundo de MotoGP. En medio de la controversia, el piloto de Cervera (Lérida) quiso cortar por lo sano en una entrevista en el diario AS. “Soy catalán, porque vivo en Cataluña, pero me siento español porque está dentro de España. Así de sencillo. Es como un andaluz, que se sentirá andaluz y español, y él si saca la bandera andaluza seguramente no pasaría nada”. Catalán, español… y residente en Andorra.

Según publicaba el pasado sábado el Diari d'Andorra, la semana pasada el piloto de 21 años habría solicitado formalmente la residencia al departamento de inmigración del Principado de Andorra. Una solicitud que podría ser concedida en los próximos días atendiendo a una excepción vigente en la legislación del país vecino. Según ésta, Andorra permite acoger a personas “de alto interés cultural, científico o deportivo” al margen de que tengan un contrato de trabajo en el país, residan o hayan residido allí. En este sentido, desde el entorno de Márquez no ha habido ninguna reacción hasta el momento.

El pasado mes de mayo, el leridano amplió su compromiso con el equipo Honda hasta 2016 a razón de unos 10 millones de euros anuales. De ser ciertas estas informaciones, con esta decisión Márquez perseguiría beneficiarse de la laxitud del sistema fiscal andorrano. Mientras en su Cervera natal, Márquez tributa al 49%, tipo de gravamen máximo de IRPF vigente en Cataluña (45% para el resto del territorio español), en el Principado sólo debería tributar por el 10% de la renta generada como persona física. Eso a partir de 2018. Hasta entonces, bastaría con pagar 30.000 euros anuales durante tres ejercicios económicos, los 50.000 euros requeridos en concepto de entrada y el consiguiente establecimiento dentro de las fronteras del estado pirenaico.

Un asentamiento donde, en base a las obligaciones impuestas para los expatriados por la Agencia Tributaria, deberá acreditar haber estado viviendo en territorio andorrano un mínimo de 183 días al año. Un requerimiento en apariencia sencillo que puede jugar malas pasadas. Si no que se lo digan a la ex tenista Arantxa Sánchez Vicario, pionera en el deporte español en eso de sacar réditos fiscales trasladando su lugar oficial de residencia. En su caso, Hacienda entendió que entre 1989 y 1993 la ganadora de cuatro Grand Slam vivía en la Ciudad Condal mientras pagaba impuestos como residente andorrana. Una artimaña que le costó una sanción de 3,5 millones de euros en 2009 y de la que una parte sigue pendiente de cobro por parte de la Administración.

Mientras los triunfos se realizan en el nombre del país que les vio a nacer, a la hora de aflojar el bolsillo se produce una apertura de fronteras que les convierte, como reza el anuncio de una conocida marca de cerveza, en ‘ciudadanos de un lugar llamado mundo’. Un mundo cuyas fronteras, casualmente, suelen ceñirse a los territorios con una fiscalidad más baja. Una amoralidad lamentablemente muy extendida dentro de los grandes deportistas. Y es que el de Márquez no es el único caso de patriotas en el exilio.

En 2013, Alberto Contador, que seguirá dándose baños de masas en la Plaza del Ayuntamiento de Pinto para celebrar sus conquistas sobre su bicicleta, se mudó a Lugano, una ciudad de 60.000 habitantes al sureste de Suiza. En el país helvético, estado con gravámenes muy sutiles para las rentas extranjeras, también fijó su residencia Jorge Lorenzo, uno de los grandes rivales sobre el asfalto de Marc Márquez y que anteriormente también quiso probar la benevolencia del fisco andorrano. Dani Pedrosa, compañero en Honda de Márquez, acredita pasar muchos días al año en Nyon, al otro lado de la cordillera de los Alpes. Carlos Moyá, se decantó por Ginebra durante sus años en la cúspide del ranking ATP. Los hay arrepentidos, como Fernando Alonso, que en 2011 decidió cerrar a cal y canto su residencia en el pequeño pueblo de Mont-sur-Rolle.