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Maracaná vuelve a temblar a la espera de la primera final del Mundial
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Relación de amor-odio de España

Maracaná vuelve a temblar a la espera de la primera final del Mundial

Maracaná se ha convertido en un recinto frío, sin nada especial que recuerde al estadio, símbolo del fútbol mundial. Hoy vive una final con el España-Chile

Foto: El estadio de Maracaná remodelado (Efe).
El estadio de Maracaná remodelado (Efe).

Maracaná era un estadio con sabor. Respiraba fútbol. Los aficionados bailaban y saltaban y los de enfrente no tenían otro remedio que hacerlo. La grada se movía. Entraban cerca de 200.000 aficionados. De cualquier manera, eso sí. Ahora es todo modernidad, pero algo falla. En lugar de moverse la grada, lo que se mueve es la pasarela que une el metro con el estadio. Las estructuras fallan. Lo que no sucedía en un estadio con sesenta años de historia pasa en lo nuevo. Y es que Maracaná se ha convertido en un recinto frío, sin nada especial que haga recordar al mítico estadio, símbolo del fútbol mundial.

El Mario Filho, así se llama realmente, estadio en el que juega Flamengo de manera habitual no es un recinto que se pueda asociar a buenos momentos del fútbol español. Ya con su nueva imagen, España disputó el pasado año dos partidos. Primero ante Tahití y después ante Brasil. Contra la selección asiática la historia fue otra. Diez goles ante un rival que dejó de serlo desde el inicio del choque. Repaso en el segundo de los partidos, con apoteosis de una selección que secó por completo a la campeona del mundo a base de goles y golpes por igual. No hubo respuesta del primero al último minuto de juego.

La historia española en el Maracaná antiguo tampoco es para tirar cohetes. El primer partido de España es del Mundial de 1950. Victoria por 2-0 sobre Chile con 19.790 espectadores en las gradas, con goles de Basora y Telmo Zarra antes de la media hora. Resultado este que vendría bastante bien a las esperanzas españolas de seguir con vida en el Brasil actual.

Cuatro días después España repitió duelo, en esta ocasión con 74.462 espectadores, según recoge la FIFA, y con un gol de Zarra en el inicio del segundo tiempo, el legendario gol que dejaba fuera del Mundial a Inglaterra y que durante mucho tiempo fue el símbolo de lo mejor que había hecho en la historia de los mundiales.

Días después y ya en la segunda fase, España recibió la derrota más dura de la Copa del Mundo, esa misma que Holanda puso en peligro el pasado viernes con sus cinco goles. Brasil endosó a la Selección seis tantos, echando por tierra lo hecho por España en la primera fase del torneo. José Parra, en propia puerta; Chico (2), Jair (1), Ademir (1), Zizinho (1) y Silvestre Igoa, en el minuto 71, hizo el 6-1 para España ante 152.772 espectadores.

La relación de España con Maracaná es tan especial, que firma la mayor goleada lograda por selección alguna. Fue la conseguida en la pasada Confederaciones ante Tahití. Nadie, ni Brasil, ha logrado semejante cantidad de goles en un partido oficial en el que dicen es la catedral del fútbol.

Todos quiere jugar, todos quieren pisar el césped de este mítico recinto. La final del próximo 13 de julio espera a los dos mejores equipos, pero antes España jugará su primera final ante Chile. Y es que el fallo ante Holanda convierte cada partido en un vida o muerte, en una final anticipada.

Maracaná era un estadio con sabor. Respiraba fútbol. Los aficionados bailaban y saltaban y los de enfrente no tenían otro remedio que hacerlo. La grada se movía. Entraban cerca de 200.000 aficionados. De cualquier manera, eso sí. Ahora es todo modernidad, pero algo falla. En lugar de moverse la grada, lo que se mueve es la pasarela que une el metro con el estadio. Las estructuras fallan. Lo que no sucedía en un estadio con sesenta años de historia pasa en lo nuevo. Y es que Maracaná se ha convertido en un recinto frío, sin nada especial que haga recordar al mítico estadio, símbolo del fútbol mundial.

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