La despedida más triste de Luis Enrique y el irritante conformismo de Bartomeu
Ni siquiera el aficionado culé creía en el milagro final después de una temporada de su equipo absolutamente irregular, con más sombras que luces
Se acabó. Se terminó la Liga y el campeón es el Real Madrid en un final triste para el Barça, en un deslucido adiós para Luis Enrique en un Camp Nou que ni siquiera estaba lleno para el último partido de la temporada. 74.932 espectadores había; y muchos de ellos, como siempre, extranjeros. Ni siquiera el aficionado culé creía en el milagro final después de una temporada absolutamente irregular de su equipo, con más sombras que luces. Ni siquiera el equipo animó a su propio público para que creyera y construir un ambiente propicio.
Luis Enrique les había dado vacaciones hasta el jueves; y el miércoles, mientras el Madrid se jugaba el campeonato en Vigo, media plantilla estaba en la inauguración de una tienda de zapatos. Ni siquiera vieron el partido. La flojera en momentos claves ha sido una evidencia hasta en el último partido, cuando el equipo salió con la caraja y tuvo que remontar un 0-2 en contra para, al menos, terminar con algo de dignidad en un resumen perfecto de lo que ha sido una campaña en la que se ganó en el Bernabéu, en el Vicente Calderón, en San Mamés, en Anoeta, pero se pifió ante los rivales inferiores. Cuestión de intensidad, de mentalidad.
Hace una semana, cuando el Barça ganó ante Las Palmas, salió Luis Enrique y dijo: “Si nosotros perdimos en Vigo y Málaga, puede perder cualquiera”. Y se equivocó de medio a medio. El Real Madrid no era cualquiera y ganó en Balaídos y en La Rosaleda, donde ellos cayeron, y certificó así que esta última temporada del técnico asturiano al frente del equipo ha sido decepcionante. Resignarse a la final de Copa frente al Alavés es un botín demasiado escaso para un club y una plantilla, a la que el entrenador —no se debe olvidar— se refirió a principio de temporada como “la mejor que he tenido en mi vida”.
Bochornosos cánticos
La desilusión, el desencanto entre la afición culé es lógica y crecerá según pasen los días. Porque hay que tener en cuenta que el archienemigo, el máximo rival histórico, el Madrid, ha logrado la Liga y disputará la final de la Champions. Eso pica, escuece, hace pupa. Y sobre todo cuando nada más perder la Liga se escucha al máximo responsable del club, el presidente Josep María Bartomeu, analizando así la temporada en declaraciones a 'beIN Sports': “Nos queda un título que nos hace mucha ilusión y no es fácil disputar una final de Copa. En la Liga hemos tenido buenas fases de juego y otras no tanto, pero es que cada vez es más difícil y está la cosa muy equilibrada, aunque lo importante era llegar hasta el final con posibilidades”.
Para un Barça que hasta el pasado 1 de marzo, cuando Luis Enrique anunció que no seguiría, llevaba conseguidos ocho de diez títulos posibles y logró después una remontada épica ante el PSG por 6-1, terminar consolándose con la final de Copa y “llegar con posibilidades hasta el final” es una frustración, por mucho que Bartomeu pretenda maquillar la realidad a su antojo. Siguió elogiando después al técnico y acentuando lo mucho que le quería la afición. En la grada de animación que el asturiano tanto ha alabado y promocionada por el club, se cantaron lemas como “Míchel maricón” y “madridistas hijos de puta”, mientras el resto del estadio guardaba un silencio abochornado.
Más goles encajados
Así fue el final de Luis Enrique, con una pancarta antes de comenzar el encuentro en la que se leía “Siempre serás uno de los nuestros” y marchándose después a vestuarios sin decir ni hasta la vista a los seguidores que seguían ondeando las banderas azules y granas, pese a la tristeza, y esperando un detalle por su parte. “No dependíamos de nosotros y ya lo sabíamos, pero tenemos que pensar en que podemos sumar un título más aunque hay que reconocer que no hemos tenido regularidad, pero ante el Eibar hemos demostrado la capacidad de este equipo, la de remontar y no rendirse nunca”, aseguró. “¿El legado que dejo? La verdad, me da igual”. Un cactus hasta el último día que concluyó con un “no tengo nada que reprocharme” y con la única autocrítica de la “falta de regularidad en algunos momentos”.
Los fríos números hablan de 24 puntos perdidos y de que el Barça ha encajado más goles que nunca desde que él tomó las riendas: 37, por los 29 del año pasado y los 21 de su primera temporada, la del triplete. Luis Enrique ha ligado su destino a un tridente que ha logrado unos números estratosféricos, nada menos que 362 tantos juntos, pero que a pesar de que Messi y Luis Suárez encabecen la tabla de máximos goleadores en la Liga, no han sido capaces de ganarla.
#ForeverLucho pic.twitter.com/ho5xieqCPc
— FC Barcelona (@FCBarcelona_es) 21 de mayo de 2017
Ausencia de exigencia
Se acaba la era Luis Enrique, con la final de Copa del próximo sábado como único consuelo, pero se ha perdido en brillantez y son muchas las voces críticas con la actual directiva y el progresivo alejamiento de una idea, de unas esencias, que hicieron del Barcelona un equipo único, admirado y envidiado por todos. Habrá tiempo para saber primero y analizar después cuáles son las decisiones que toma el club a partir de ahora, empezando por el nuevo entrenador —que tiene toda la pinta de que será Ernesto Valverde el elegido—, pero la ausencia de exigencia, el mustio conformismo de “lo importante era llegar hasta el final con posibilidades” es un puñetazo en el estómago para una entidad que hasta no hace mucho maravillaba al mundo.
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Se acabó. Se terminó la Liga y el campeón es el Real Madrid en un final triste para el Barça, en un deslucido adiós para Luis Enrique en un Camp Nou que ni siquiera estaba lleno para el último partido de la temporada. 74.932 espectadores había; y muchos de ellos, como siempre, extranjeros. Ni siquiera el aficionado culé creía en el milagro final después de una temporada absolutamente irregular de su equipo, con más sombras que luces. Ni siquiera el equipo animó a su propio público para que creyera y construir un ambiente propicio.