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Zidane hace efecto al Barcelona
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le ha metido siete puntos en ocho jornadas

Zidane hace efecto al Barcelona

Hace ocho partidos, después de que Florentino echase a Benítez, se quedaron a dos del Barça. Dos puntos. Transcurridas ocho jornadas, esa distancia se ha multiplicado por seis

Foto: Messi y Neymar celebran el gol de falta de la Pulga. (EFE)
Messi y Neymar celebran el gol de falta de la Pulga. (EFE)

El Barça de Luis Enrique iba a escribir su nombre en el libro de la historia del fútbol por muchos motivos, como por hacer del Barcelona el primer club que hace dos Tripletes, por ganar cinco títulos en un año, por hacer un fútbol brillante, por Messi... A partir de ahora, lo hará también por simples razones estadísticas: ya es como el Real Madrid de Leo Beenhakker, ese que estuvo 34 partidos oficiales sin perder, contando Liga y Copas varias. Lo ha alcanzado como el que no quiere la cosa, con una velocidad de crucero que ya ni nos hace abrir la boca sorpresivamente, lo hace con naturalidad, como parte de un guion escrito que simplemente desarrolla como un buen y obediente actor. Por supuesto, como dijo Piqué, en estos partidos se ganan las ligas, con esfuerzo y aguante, pero el Barça está ganando (¡ya!) la Liga con frescura, con alevosía.

Y lo más bonito para cualquier culé: lo hace teniendo al Real Madrid de Zidane a 12 puntos de distancia. Hace ocho partidos, después de que los blancos perdiesen en Mestalla y Florentino echase a Benítez, se quedaron a dos del Barça. Dos puntos. Transcurridas ocho jornadas, esa distancia se ha multiplicado por seis. El Barça sumó a esos dos los tres puntos en suspenso del Molinón y poco a poco, entre empates y derrota, el Madrid se ha dejado otros siete en un abrir y cerrar de ojos. El 'efecto Zidane', por lo que parece, le ha beneficiado al Barcelona.

En cualquier momento, era posible que el Barça diera un frenazo, principalmente porque no lo había dado cuando Messi e Iniesta coincidieron en la enfermería, y como en el fútbol se gana, se empata y se pierde, el Barça no podía estar siempre haciendo solo lo primero. Pero por lo visto sí, sí puede, porque Luis Enrique ha conseguido que estos jugadores no se conformen con ganar una vez (algunos dos) todo lo que se puede ganar. Cuando le tocan la vena competitiva, el Barça saca lo mejor que tiene dentro, y eso es Leo. Que el equipo contrario marque en el Camp Nou, es sinónimo de derrota prácticamente siempre. Solo desde que empezó este año, el Barça ha remontado cinco partidos. No se conforma, siempre quiere más.

Y si se da la posibilidad de hacer daño al máximo enemigo, no se desperdicia en ningún caso. Por eso goleó el Barça en el Bernabéu y por eso tiene 12 puntos de ventaja. Cuando el Madrid se ha dejado puntos, el Barça lo ha aprovechado para distanciarse, para alejarlos en la clasificación hasta que el principal rival de los madridistas es más el Villarreal que el líder de la Liga. El equipo azulgrana no hace esto para hacerle daño al Madrid, no ha acumulado 34 partidos sin conocer la derrota por machacar al contrario, la principal voluntad culé es ganar títulos, pero sí motiva.

Ganar cuando quiso Messi

El Barça es tan grande ahora mismo, que se puede permitir el tremendo lujo de rotar contra un fantástico equipo como es el Sevilla de Emery. Y además, piezas esenciales como Mascherano, Rakitic e Iniesta, que no son cualquier cosa. Y lo hace sin que se resienta lo más mínimo la idea. ¿Cuál es esta? Ahora mismo, a estas alturas de temporada, lo importante empieza a ser solo ganar. Si se da la noche en la que todos los jugadores están en la cúspide de la inspiración y sale todo fluido, el buen juego surge espontáneamente. En ese caso, el líder es Messi. En caso contrario, es decir, en un extremo en que no se encuentra un rival accesible ni todo funciona a la perfección, el líder sigue siendo Messi, y se depende de él.

Pero como Lionel está como está, es decir, a un nivel tan excelso que resulta abusivo para los contrarios, esos partidos en los que la nota colectiva no pasa del bien raspado, el argentino los resuelve. Y, generalmente, lo hace en un ratito. Cuando el Barça remonta no se pasa 30 o 50 minutos buscando los dos goles que necesita para ganar, sino que lo hace de manera rauda. Cuando utilizamos la palabra líder al hablar de Messi, no lo decimos simplemente porque llevase el brazalete, ni porque sea el mejor, sino porque sus compañeros creen tanto en él que en el momento en que lo ven activo, ellos se crecen a su vez, igualan su nivel de implicación y suben incluso su rendimiento global, como si Messi fuera el típico 'dios' de un juego de rol.

El gol de Vitolo ejerció de despertador. Sonó la alarma y Messi se levantó de la cama, se puso las botas y colocó un balón en la escuadra que defendía Sergio Rico en un lanzamiento de libre directo. Tan preciso era su lanzamiento, que no se puede ni intuir que hubiese error de colocación del buen portero sevillista. A partir de ahí, el '10' se colocó donde le gusta, en el centro, para que todos le vean, todos le encuentren y las jugadas fluyan hacia el gol. No llegó el 2-1 antes del descanso por puro desacierto (igual que no ocurrió el 1-0 porque el propio Messi y Suárez dispararon al palo en la misma jugada). Pero la pausa no frenó el ímpetu del argentino, que hasta que no se gestó el gol de Piqué, no bajó las revoluciones.

Con el trabajo hecho, Messi se volvió a su madrigera, de la cual solo salía cuando el Barça buscaba cerrar el partido al contragolpe. Porque el Sevilla, bravo como siempre, no cejó en su empeño. Con Konoplyanka en el campo y Krohn-Dehli en el medio, el Sevilla encontraba constantemente a Iborra en la frontal del área como principal precursor de su peligro. Fue, de hecho, el único equipo este año que ha hecho que Busquets se sienta incómodo en el Camp Nou (también pasó en el Pizjuán). No hubo especiales ocasiones, pero sí una sensación constante de que en cualquier momento se podía producir un error en la zaga culé que propiciara el empate. Y el Barça, sin embargo, se mostraba cómodo agazapado, replegado y buscaba voraz el gol de la sentencia en velocidad descontrolada y desacertada. El registro fue diferente en el juego de Luis Enrique. El resultado, el de siempre.

Ficha técnica:

2 - Barcelona: Bravo; Aleix Vidal (Alves, min.55), Piqué, Mathieu, Alba; Busquets, Sergi Roberto (Rakitic, min.74), Arda Turan (Iniesta, min.64); Messi, Suárez y Neymar.

1 - Sevilla: Sergio Rico; Coke, Rami, Kolodziejczak, Trémoulinas; N'Zonzi, Cristóforo (Konoplyanka, min.63); Vitolo, Iborra (Juan Muñoz, min.74), Krohn-Dehli; y Gameiro.

Goles: 0-1, min.20: Vitolo. 1-1, min.31: Messi. 2-1. min.48: Piqué.

Árbitro: Jaime Latre (C. Aragón). Mostró cartulina amarilla a Rami (min.30), Alves (min.71), Sergi Roberto (min.74), Kolodziejczak (min.78) y a Piqué (min.90).

Incidencias:asistieron al encuentro 79.684 espectadores en partido correspondiente a la vigésimo sexta jornada de la Liga BBVA disputado en el Camp Nou.

El Barça de Luis Enrique iba a escribir su nombre en el libro de la historia del fútbol por muchos motivos, como por hacer del Barcelona el primer club que hace dos Tripletes, por ganar cinco títulos en un año, por hacer un fútbol brillante, por Messi... A partir de ahora, lo hará también por simples razones estadísticas: ya es como el Real Madrid de Leo Beenhakker, ese que estuvo 34 partidos oficiales sin perder, contando Liga y Copas varias. Lo ha alcanzado como el que no quiere la cosa, con una velocidad de crucero que ya ni nos hace abrir la boca sorpresivamente, lo hace con naturalidad, como parte de un guion escrito que simplemente desarrolla como un buen y obediente actor. Por supuesto, como dijo Piqué, en estos partidos se ganan las ligas, con esfuerzo y aguante, pero el Barça está ganando (¡ya!) la Liga con frescura, con alevosía.

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