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"A ver, ¡todos los españoles fuera!", bromeó un camarero en Estambul
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así se vivió el españa-turquía en territorio hostil

"A ver, ¡todos los españoles fuera!", bromeó un camarero en Estambul

En el barrio de Sultanahmet, donde se concentran la mayoría de monumentos que se visitan en Estambul, un grupo de españoles vivió el partido en un ambiente cordial

Foto: Aficionados españoles viendo el España-Turquía en Estambul
Aficionados españoles viendo el España-Turquía en Estambul

En el barrio de Sultanahmet, el lugar donde se concentran la mayoría de monumentos que visitan en Estambul, una pequeña callecita repleta de cafés y restaurantes vibra con jaleo de pachanga, los televisores con el volumen al máximo y la imagen verde repitiéndose en cada rincón. Algunos turcos han acercado taburetes y fuman tabaco de liar, mientras algunos británicos abarrotan las mesas, beben cócteles con pajitas rosas y piden kebab.

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Haciendo borbotear un narguile, una típica pipa de agua, Juanma y Adrián observan la escena. “Tira, tú, tira… Joder, Silva, macho…” Se oye comentar en la mesa contigua… En Turquía cuando se habla de fútbol es como si se mentara la madre de alguien. Hay que tener cuidado con lo que se dice y, sobre todo, con el equipo al que se apoya, sea el Besiktas, el Galatasaray o el Fenerbaçe. Lo mismo ocurre si se habla de Real Madrid o Barça. No sólo entre los turcos sino entre algunos emigrantes como Ahmed, un iraquí que llegó a Turquía hace cuatro años y medio y es del Barcelona hasta la médula. Salvo si juega el Real Madrid, entonces, sea quien sea el contrario el siempre lo apoya. Como cualquier culé.

Pero hoy Estambul vibra por razones bien distintas. Hoy son palabras mayores porque la Eurocopaha puesto sobre el terreno a una Turquía que tendrá que enfrentarse a la que suele ser favorita de muchos turcos en las apuestas: España. Por eso en Sultanahmet hoy no son los turcos (o no sólo) los que le gritan al televisor, los que le protestan al árbitro, los que reprenden a sus jugadores.

El primer tiro alto de los turcos despierta aplausos y protestas en el Enjoyer. Los españoles imcrepan a los suyos. Los turcos aplauden y lamentan el fallo. Hasta los camareros, que hablan español, encuentran hueco para sentarse y comentar la jugada. “Los mejores jugadores que tenemos son los del Besiktas, claro, ¡este año hemos ganado la liga!”.

Juanma Garrido y Adrián Robles, dos veinteañeros de Elche han llegado hasta el café siguiendo a Pepe, un vendedor de relojes y bolsos perteneciente a la minoría kurda de Turquía que asegura que en su corazón, “sólo puede ganar España”. Los amigos apuestan por el empate. Ninguno es muy futbolero, reconocen, pero no se pierden ninguno de los partidos internacionales. “El fútbol puede servir para estrechar lazos, para unirnos, no para que cada vez que juega tu equipo te estés pegando con tus colegas, o para que un chaval acabe muerto en el Manzanares”, lamenta Adrián, que hace unos meses que trabaja en Arabia Saudí, en la seguridad de las obras del tren de alta velocidad a la Meca que construye España. Su amigo Juanma, su “hermano”, es compañero de viaje y aventuras desde hace 10 años. Amigos del barrio de barrio.

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Mientras observa una entrada a Iniesta y alguien recalca que “están dando fuerte” Juanma, que estudia su último año de interpretación en Madrid explica por qué no le importa el empate: “Lo cierto es que Turquía no es rival para España. Nosotros nos clasificaríamos y así ellos podrían pasar”. Adrián apoya su opinión. “Los turcos adoran a los españoles, me he sentido muy bien aquí. Nuestro equipo es muy fuerte así que pobres, si al final empatamos podrán ganar a República Checa”. “Goooooooooooool”. Al fin los aplausos y las risas en los rostros de los que defienden a La Roja. “A ver, todos los españoles fuera”, bromea el camarero.

“¿Lo ves, bromea Adrián, el fútbol podría servir para unir pero ha pasado a convertirse en una rivalidad. Es como 'Juego de Tronos'. O estás con los Targaryan o con los Stark. No especifica quién es quién hoy en el terreno de juego. Un nuevo estallido de aplausos y unas caras largas anuncian el segundo gol de La Roja. Aún quedan muchos minutos de partido, Cevat, al que apodan Pablo clama a Alá y mueve nervioso su rosario en la mano. Los españoles auguran goleada. Pablo, desdeñoso, chista con un típico gesto turco, desdeñoso. Con la mirada fija en la pantalla verde y el sonido de la radio en castellano retransmitiendo la contienda aún queda mucho para que se decida el final. Los turcos reconocen que se les ha puesto difícil, pero “nunca se sabe”, aseguran.

En el barrio de Sultanahmet, el lugar donde se concentran la mayoría de monumentos que visitan en Estambul, una pequeña callecita repleta de cafés y restaurantes vibra con jaleo de pachanga, los televisores con el volumen al máximo y la imagen verde repitiéndose en cada rincón. Algunos turcos han acercado taburetes y fuman tabaco de liar, mientras algunos británicos abarrotan las mesas, beben cócteles con pajitas rosas y piden kebab.

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