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Míchel desquicia a un Atlético impotente
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roberto paró y los griegos castigaron (3-2)

Míchel desquicia a un Atlético impotente

Roberto se erigió en un muro infranqueable en el gris debut de Oblak. Los griegos castigaron los errores de un Atlético con tres goles en tres disparos a puerta

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Se dice que lo que mal empieza mal acaba. Tendrá que luchar este Atlético para evitarque el dicho se cumpla. Los rojiblancos se estrenaron en Champions con una inesperada derrota ante el Olympiacos de Míchel (3-2), un equipo descarado y con las ideas muy claras.Un córner(Masuaku), una contra (Afellay) y un robo de balón (Mitroglu) fueron suficientes para desnudar las vergüenzas de un equipo en el que el compromiso y la solidaridad defensiva no se negocian.En ataque, siempre a remolque, sólo se acertó a devolver los golpes con retraso. Primero Mandzukic y Griezmann, en pleno desquicio, no bastaron.Llegó tarde siempre un Atlético que, cuando más fuerte apretó, seencontró conun muro infranqueable llamado Roberto, un hombre que pasó de puntillas por la ribera del Manzanares sin vestirse de corto. Algo que sí hizo Jan Oblak, el hombre de los 16 millones. Simeone sorprendió dándole la alternativa en medio del creciente fervor por Moyá. Un debut que tornó en pesadilla gracias a la efectividad y la refinada capacidad de los griegos para castigar los fallos del rival.

El encuentro empezó atropellado, una premonición que advertía del oscuro horizonte que se avecinaba. Como carta de presentación, Gabi, perro viejo, se vio obligado a zancadillear al suizo Kasami. Poco después, en una disputa aérea en zona de nadie, el propio Kasami propinó un certero codazo a Mandzukic que abrió en canal el tabique nasal del ariete croata. Sus fosas nasales empezaron a emanar sangre de forma descontrolada. Tras unos minutos de preocupación, el delantero regresó al césped repleto de algodón para frenar la aparatosa hemorragia. “Nosotros vamos a apostar por nuestro propio juego y vamos a tratar de darle una respuesta a lo que nos exige el rival”, auguraba Míchel en la víspera del choque, una filosofía que pudo llevar al dedillo.

Pese a la espesura generaliza, prontó empezó el Olympiacos a traer sudores fríos a la parroquia atlética. Elabdellaoui embistió por la derecha cual potro desbocado. Su centro lo tocó Mitroglu, pero Miranda estuvo al quite para echar fuera un balón por el que ‘Chori’ Domínguez se relamía en boca de gol. Caprichos del destino, el primer saque de esquina para los helenos abrió la veda. El saque en corto del ‘Chori’ fue recogido por el francés Masuaku. El joven lateral, por detrás del vértice del área, no se lo pensó. Tras controlar, la enganchó con su zurda ante la mirada atónita de los presentes. Sólo le hizo falta creer más que el resto para que su remate, seco y con el exterior, botara lo justo antes de la encontrarse con la candidez de Oblak.

Pese al barullo dentro del área propia de un córner y las críticas como deporte nacional, la impresión que deja su tímida estirada es que el portero más caro de la historia de la Liga pudo hacer más. Un desafortunado estreno que condenarle para los próximos partidos. El rostro impertérrito del Cholo en uno de los palcos del Karaiskakis trataba de disimular el mosqueo que invadía su ser. Los rojiblancos, equipo temible en las jugadas a balón parado, habían recibido de su propia medicina. Míchel, loco por la música, apretaba el puño tras una celebración contenida.

Maniatis, Kasami y Milivojevic se mostraban pétreos en una sala de máquinas atestada de efectivos. Míchel acumuló hombres en el centro para enloquecer el motor del rival. El juego tendría que venir por bandas. Ansaldi y Juanfran aceptaron el guion sin dudar. En el área, Raúl García, obrero que se ha ganado la confianza del Cholo a base de esfuerzo y sacrificio, y Mandzukic esperaban esos balones como agua de mayo. Hasta tres testarazos en poco más de cinco minutos trataron de inquietar la meta de un Roberto sobrio y con la autoestima por las nubes. Tenía ganas de demostrar al equipo que un día le desechó con nocturnidad y alevosía la categoría que atesora. Arda daba los primeros síntomas de vida con un amague dentro del área que se estrelló en el muro rojiblanco que habían pertrechado los de El Pireo.

Dominio estéril que dejó no termino de cristalizar en el ansiado gol. Con el equipo volcado, cocinando a fuego lento un golpe mortal, el exceso de confianza jugó una mala pasada y dio pie a una contra de manual. El ‘Chori’ Domínguez salió como una exhalación por el costado izquierdo y avanzó metros ante los inútiles esfuerzos de una zaga que, entregada a tareas ofensivas, descuidó la retaguardia. El argentino esperó el momento adecuado para poner un centro raso a la media luna del área. Allí aguardaba Mitroglu. Como si tuviera ojos en la espalda, el delantero griego demostró su jerarquía y, encarnándose por un momento en el mejor Magic Johnson, dejó pasar el esférico. La sangre no llegó al cerebro de Mario Suárez y Ansaldi. Se liaron y sirvieron en bandeja el gol a Afellay, quien tras una prodigiosa carrera no podía creer lo que estaba viendo. Pese al momento de incertidumbre, el holandés no desaprovechó el presente y superó a Oblak con un contundente disparo raso.

No merecía el Atlético semejante hostigamiento. Por fútbol, por ganas y por intención. Pero el fútbol no entiende de justicia. Había que desabrocharse un botón, tomar aire y seguir luchando. La idea era buena. Faltaba puntería. Una puntería que llegó tras una portentosa internada de Cristian Ansaldi, cedido por el Zenit y sobre el papel suplente de Siqueira. El argentino dibujó un envío de ensueño que Mandzukic cabeceó al fondo de la red con elegancia.El gesto de rabia de Miranda tras cortar un balón fue el primer elemento de la brega y el coraje que define el ADN rojiblanco.Antes del intermedio,Maniatis fue a buscarle las cosquillas a Koke tras una entrada de Ansaldi. Sí, el griego tenía ganas de enredar y no sabía qué hacer para perturbar la psicología de su oponente. Tras el corrillo en el que los brazos pacifistas se mezclaban con miradas chabacanas, Proença, el portugués que pitó al Atlético en su visita a San Siro, se decantó por amonestar a los dos instigadores de la revuelta. Una chispa que preparaba el encuentro para un segundo acto que prometía emociones fuertes.

A la vuelta de la caseta, el Cholo puso boca arriba sus cartas. El dominio ante un rival cómodo en su faceta de víctima, no valía. Era el momento de crear peligro real. La entrada de Griezmann por Gabi elevó al equipo a una dimensión desconocida. Juanfran ponía su diestra a trabajar con constantes balones desde su atalaya. Nada. No había quien entrara por ahí. Fue Griezmann, con su capacidad de desborde quien se asoció con Arda para rematar desde dentro del área. A la siguiente, el galo también lo intentó con un duro zurriagazo desde la frontal. En ambas acometidas la alargada sombra de Roberto emergió para desquiciar a un equipo que era todo impotencia. Probó el Atlético con Cerci (entró por Raúl García), otro desprecintó su camisola rojiblanca (hoy amarilla y azul) pero la vida siguió igual.

El cerco y el control de los madrileños no parecían angustiar a un rival que, agazapado, supo esperar la oportunidad como el sicario que aguarda para apretar el gatillo cuando su víctima pase por la esquina como cada mañana, con la barra de pan y el periódico bajo el brazo. Y esta llegó tras un espectacular robo de Maniatis en tres cuartos. El rocoso jugador griego combinó con Kasami, que se fue directo al borde del área para enviar un exclusivo pase a las entrañas del área. Mitroglu recogió el guante con una colosal maniobra para poner la puntilla. Giro con la derecha y remate con la izquierda mientras Miranda todavía se preguntaba cuáles serían las intenciones de su rival y Oblak cerraba sus piernas con resignación tras el escarnio.

Con el encuentro dibujando una pendiente inabordable, Saúl dio minutos de descanso a un sobrepasado Mario Suárez. Era el todo o nada. Los colchoneros lo iban a intentar con todas sus fuerzas. En una acción sin aparente peligro llegó el gol de Griezmann tras un saque de banda que Koke controló para poner, con cierta desidia, un balón en el segundo palo que el repeinado delantero remató a placer. La sensación en el verde era de abatimiento. Como suele hacer el Atlético, el Olympiacos había aprovechado cada error,cada hueco para llegar hasta la cocina y purgar sin miramientos los despistes del rival. La grada era una auténtica fiesta. Tras caer en octavos ante el United el curso pasado, el renovado plantel de Míchel (14 caras nuevas le contemplan) promete dar guerra en una Champions que arrancacon el pie cambiado para el vigente finalista. Tocará remar.

Ficha técnica:

3 - Olympiacos: Roberto; Elabdellaoui, Botía, Abidal, Masuaku; Maniatis, Milivojevic, Kasami, Afellay (N'Dynga, m. 69); Chori Domínguez (Fuster, m. 57) y Mitroglou.

2 - Atlético de Madrid: Oblak; Juanfran, Miranda, Godín, Ansaldi; Arda, Mario (Saúl Ñíguez, m. 75), Gabi (Griezmann, m. 56), Koke; Raúl García (Cerci, m. 66) y Mandzukic.

Goles: 1-0, m. 13: Masuaku, con un zurdazo desde fuera del área. 2-0, m. 31: Afellay cruza ante Oblak. 2-1, m. 38: Mandzukic, de cabeza a centro de Ansaldi desde la banda izquierda. 3-1, m. 73: Mitroglou, a pase de Kasami. 3-2, m. 86: Griezmann, a pase de Koke.

Árbitro: Pedro Proença (Portugal). Amonestó a los locales 'Chori' Domínguez (m. 35) y Maniatis (m. 46+) y a los visitantes Gabi (m. 2), Koke (m. 46+), Saúl (m. 88) y Griezmann (m. 90).

Incidencias: partido correspondiente a la primera jornada del grupo A de la Liga de Campeones, disputado en el estadio Georgios Karaiskakis de El Pireo ante unos 33.000 espectadores. Diego Simeone, entrenador del Atlético de Madrid, cumplió partido de sanción por su expulsión en la final de la Liga de Campeones del pasado 24 de mayo frente al Real Madrid.

Se dice que lo que mal empieza mal acaba. Tendrá que luchar este Atlético para evitarque el dicho se cumpla. Los rojiblancos se estrenaron en Champions con una inesperada derrota ante el Olympiacos de Míchel (3-2), un equipo descarado y con las ideas muy claras.Un córner(Masuaku), una contra (Afellay) y un robo de balón (Mitroglu) fueron suficientes para desnudar las vergüenzas de un equipo en el que el compromiso y la solidaridad defensiva no se negocian.En ataque, siempre a remolque, sólo se acertó a devolver los golpes con retraso. Primero Mandzukic y Griezmann, en pleno desquicio, no bastaron.Llegó tarde siempre un Atlético que, cuando más fuerte apretó, seencontró conun muro infranqueable llamado Roberto, un hombre que pasó de puntillas por la ribera del Manzanares sin vestirse de corto. Algo que sí hizo Jan Oblak, el hombre de los 16 millones. Simeone sorprendió dándole la alternativa en medio del creciente fervor por Moyá. Un debut que tornó en pesadilla gracias a la efectividad y la refinada capacidad de los griegos para castigar los fallos del rival.

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