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GP de Mónaco: cuando el rico no paga nada, pero es el que más da a la Fórmula 1
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NO PAGA CANON A LA F1 POR TENER LA CARRERA

GP de Mónaco: cuando el rico no paga nada, pero es el que más da a la Fórmula 1

Aunque para muchos suponga un anacronismo, el GP de Mónaco disfruta de un singular estatus frente a otras carreras a cambio de conferir a la Fórmula 1 un ambiente único

Foto: El ambiente y entorno del GP de Mónaco no tiene igual en el automovilismo ni en otras carreras de la F1.
El ambiente y entorno del GP de Mónaco no tiene igual en el automovilismo ni en otras carreras de la F1.

El Gran Premio de Mónaco es una anomalía en muchos sentidos en la actual Fórmula 1. La primera, ser la única prueba del calendario que no paga derechos de celebración al organizador. Ser la joya de la corona tiene esas ventajas, pero la carrera del principado también ha dado y sigue dando más que nadie al deporte.

Mónaco es una de las escasas pruebas con presencia permanente en todas las temporadas desde 1950, aunque en realidad se lleven organizando grandes premios automovilísticos en el principado desde nada menos que 1929. Más allá del glamur, el casino y los yates, el ACM (Automóvil Club de Mónaco) ha trabajado siempre con mucho acierto y gracias a ello su carrera es considerada junto a las 24 horas de LeMans y las 500 millas de Indianápolis como la competición automovilística por antonomasia.

Campo de batalla de dinero y poder

No sorprende que históricamente el principado haya sido en la Fórmula 1 el escenario de las principales batallas políticas entre el poder deportivo, el promotor, los equipos e incluso los pilotos. Cuando alguna de las partes implicadas quería romper la baraja sabía perfectamente que en el lugar para mayor eco y posición de fuerza era Mónaco: todos sabían que podían permitirse no participar en cualquier otra prueba del calendario menos en su cita estrella.

Por encima de todos los avatares vividos, la anómala posición de privilegio que hoy día disfruta Mónaco es la de no tener que abonar ni un solo euro en concepto de ‘hosting fee’. El Gran Premio de España, carrera veterana, paga alrededor de 25 millones de euros, y recién llegados como Rusia o Azerbaiyán pagan hasta 60 millones de euros. Los monegascos, nada. Por si este privilegio fuera poco, Mónaco es también el único circuito que disfruta el derecho de explotar toda la publicidad visual del circuito, algo que en el resto de autódromos pertenece al promotor del campeonato, Liberty Media.

En 1983, el pacto de la Concordia daba a la FIA (Federación Internacional de Automovilismo) el poder deportivo y reglamentario, cediendo los derechos comerciales a Bernie Ecclestone como capitán de la FOCA (Formula One Constructors Association). Quedaba un fleco pendiente de suma importancia: los derechos televisivos del Automóvil Club de Mónaco. Al tratarse durante muchos años de la única prueba de Fórmula 1 que se retransmitía en directo para todo el mundo y tener contratos en vigor de larga duración, representaba una fuente de ingresos muy importante a la que no estaba dispuesto a renunciar y, por supuesto, suponía un importante escollo legal.

La pugna por la televisión

Crucialmente, en el fragor de la batalla por el poder que mantuvieron FOCA y FIA los años anteriores, Michel Boeri, el presidente del ACM y gran factótum histórico del automovilismo del principado, fue un gran aliado de Ecclestone. Pese a mantener algunas discrepancias, el magnate británico y él compartían una visión comercial parecida muy alejada de los burócratas de la FIA. Sin Boeri, Bernie hubiera tenido más difícil imponer su agenda. Sin embargo, una vez sellada la paz entre la FIA y la FOCA, Ecclestone no pudo devolverle el favor defendiendo su causa de los derechos televisivos porque era la propia FIA la tenedora legítima de los derechos televisivos del campeonato, aunque luego los cediera a la FOCA.

A medida que la Fórmula 1 se iba uniformizando al gusto de Ecclestone, la tensión entre Jean Marie-Balestre al frente de la FIA y Michel Boeri defendiendo al ACM fue escalando hasta que Balestre decidió a sacar a Mónaco del calendario. Incluso fue necesaria una cumbre de estados entre François Mitterand y el príncipe Rainiero de Mónaco para resolver el conflicto. Sin embargo, todo dependía de la Corte de París, que rechazó la pretensión del ACM de obligar a la FIA a incluirlos en el calendario. A Michel Boeri no le quedó otra que recoger cable y ceder en sus pretensiones.

Ecclestone no olvida

Sin embargo, en el proceso de uniformización de Bernie Ecclestone quedaban aún dos cuestiones claves como era el pago de los ‘hosting fee’ y la publicidad en pista. ‘Mr. E’, en su ‘nueva’ Fórmula 1, solo dejaba explotar al circuito organizador el 'ticketing' y la restauración, pero hizo una excepción y no olvidó el apoyo ofrecido por Boeri y el ACM en el pasado. Permitió así que Mónaco fuera el único Gran Premio que no pagara el canon de acogida de la carrera y que también gestionara de forma independiente la publicidad visual. Con una media entre gasto e ingresos por ambos conceptos de alrededor de 45 millones de euros y con todo el 'ticketing' a su disposición, la carrera es una auténtica máquina de generar dinero para el principado y el ACM. Sin embargo, y a pesar de todo esos privilegios, la carrera es tan cara de organizar que necesita una subvención de siete millones de euros concedida por el propio príncipe Alberto, consciente de los múltiples beneficios que la Fórmula 1 aporta a su ciudad-estado.

De todos los circuitos del mundial, el trazado monegasco es el que menos asientos de tribuna dispone. Tras millonarias inversiones en infraestructuras permanentes en el puerto y provisionales en los graderíos, no es posible acoger más de 37.000 espectadores. Además, el gran desafío y coste económico por transformar una tortuosa ciudad en un circuito de carreras eleva la factura de montaje del circuito a un precio estratosférico. Ubicar 500 camiones de gran tonelaje en la zona del metro cuadrado más caro de Europa es una locura logística, así como colocar 33 kilómetros de triple guardarraíl, un edificio portátil de 500 metros y dos pisos de altura que albergarán los boxes y zona de trabajo de los equipos. Además de una larga lista de inversiones para ser usadas solo durante tres días.

El botellón vip

Por si fuera poco, durante el montaje y desmontaje el circuito tiene que estar casi siempre abierto al tráfico para no colapsar la movilidad de la ciudad. Incluso en los días que se celebra el Gran Premio, el circuito está abierto desde las ocho de la tarde hasta las ocho de la mañana. Algo insólito incluso en otros circuitos urbanos del mundo, pero los organizadores ayudan a la circulación fluida por las calles del principado porque forma parte de la esencia única de este Gran Premio. Así, es digno de verse cómo los aficionados que acuden al Gran Premio pueden estar de juerga hasta altas horas de la madrugada por donde luego van a pasar a toda velocidad los monoplazas de Fórmula 1. El trabajo de todos los servicios de manutención y organización del circuito es absolutamente espectacular al ser capaces de transformar en apenas un par de horas el ‘botellón vip’ más grande de Europa en una pista impoluta para que rueden los coches.

En definitiva, junto a esos privilegios que parece disfrutar Mónaco, conviene valorar su trabajo y permanente afán de mejora. Ninguna carrera hace tanto por este deporte en términos de emisión televisiva y percepción de marca aunque parezca un anacronismo en esta época. Sin Mónaco, la Fórmula 1 es menos Fórmula 1.

El Gran Premio de Mónaco es una anomalía en muchos sentidos en la actual Fórmula 1. La primera, ser la única prueba del calendario que no paga derechos de celebración al organizador. Ser la joya de la corona tiene esas ventajas, pero la carrera del principado también ha dado y sigue dando más que nadie al deporte.

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