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Cuando James Hunt dejó una retransmisión para quedarse en la cama bien acompañado
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23 años de su prematuro fallecimiento

Cuando James Hunt dejó una retransmisión para quedarse en la cama bien acompañado

Tras su carrera como piloto, James Hunt también destacó posteriormente por su labor como comentarista en la BBC, donde también proyectó su singular e irreverente personalidad

Foto: De izquierda a derecha: Alastair Caldwell, Teddy Mayer y james Hunt (Imago)
De izquierda a derecha: Alastair Caldwell, Teddy Mayer y james Hunt (Imago)

En su ultimo Gran Premio de Gran Bretaña al micrófono, le saludaban pancartas con su nombre en las tribunas, mientras los paracaidistas de la RAF descendían sobre el circuito de Silverstone mostrando otra en su honor. Desde 1978 hasta 2001, el británico Murray Walker se convirtió en la voz por excelencia de la Fórmula 1. Su fama se multiplicó desde que en el Gran Premio de Mónaco de 1980 un piloto recién retirado se le unió al micrófono. Se trataba de un iconoclasta, ‘enfant terrible’ dentro y fuera de las pistas. Desde aquel día, Murray Walker y James Hunt transformaron para siempre las retransmisiones televisivas de Fórmula 1.

Hunt falleció prematuramente el 15 de junio de 1993, ahora 27 años. El británico recorrió la Fórmula 1 en dos etapas: como piloto la primera, y la segunda como comentarista de la BBC. Polémico, acido y directo, el veterano Ken Tyrrell le reprochó en una comida uno de esos acerados comentarios sobre su equipo: “¿Por qué no cierras la boca de una vez, James?” le espetó: “Porque la BBC me paga para tenerla abierta” respondió Hunt.

"Me quedé literalmente pasmado"

Murray Walker fue una figura icónica y muy querida en Gran Bretaña. Su carrera de comentarista creció paralela a la eclosión de la televisión como medio. Tras todo tipo de trabajos en la BBC, el paso a la Fórmula 1 se inició cuando Hunt ganó el título en aquel famoso Gran Premio de Japón de 1976, carrera en la que Bernie Ecclestone descubrió el potencial televisivo de la Fórmula 1. Al año siguiente sentaron a Walker en una mesa para comentar resúmenes grabados de los grandes premios. En 1979 comenzó a viajar cuando estos empezaron a retransmitirse en directo.

Gran Premio de Mónaco de 1980. El productor de Walker le espetó a bocajarro: “Seréis dos comentaristas en el futuro, tú uno, y James Hunt el otro. “¿Hunt? Me quedé literalmente pasmado, por decirlo suavemente. ¿Qué sabía James Hunt de retransmitir?” se preguntaba entonces Murray al recordar aquellos tiempos en una larga entrevista en la revista Motorsport Magazine. “¡Era un piloto de carreras, y uno que no me gustaba nada! Era maleducado, arrogante, bebía como un pez, fumaba como una chimenea e iba detrás de las mujeres como si no hubiera un ayer, y mucho menos un mañana”. El comentarista británico estaba desolado. Allí mismo empezaban a trabajar por primera vez. “No había cabinas de comentaristas por entonces. Solo dos sillas plegables junto al asfalto y las barreras, con un pequeño monitor. James no aparecía. A solo dos minutos de empezar llegó con los pies desnudos, vaqueros cortos y rotos, una camiseta sucia, medio beodo, con una botella de rosado en la mano. Se dejó caer en la silla y pegó un largo trago. ¡Y Dios mío, cómo le olían los pies!”.

Como Zipi y Zape

Murray se temió lo peor, pero quedó sorprendido. “Lo increíble es que todo fue bien. Porque James fue una elección brillante. Era famoso, un campeón del mundo, tenía experiencia pero también elocuencia. Nuestros estilos no podían ser diferentes, y es quizás por lo que funcionó”. Apasionado y todo adrenalina en las narraciones, de estilo amable y humor británico, correcto y educado, tenía que trabajar con uno de los pilotos más heterodoxos de la historia, irreverente y deslenguado al micrófono, pero con observaciones sorprendentes como piloto que nadie había escuchado antes.

Durante trece años se convirtieron en las grandes voces de la Fórmula 1, una suerte de ‘Zipi y Zape’ que sentaron las bases para el actual esquema de comentarista y especialista unidos en una retransmisión y bajo un mismo micrófono. Porque en sus inicios, literalmente fue así. “Jonathan Martin, el productor, nos hacía compartir el mismo micro muy prudentemente, porque teníamos a dos egocéntricos en la cabina, cada uno de los cuales sabía que lo que quería decir era más interesante e importante que cualquier otra cosa que el otro quisiera decir”, rememoraba Walker. “Yo le pasaba el micrófono con pocas ganas, y mientras él seguía hablando de la presión de los neumáticos, yo intentaba quitárselo porque algo fantástico acababa de ocurrir”.

En la cama, y no por intoxicación

Siempre correcto, Walker se quedaba pasmado cuando Hunt decía exactamente aquello que le pasaba por la cabeza. “Si había una carrera aburrida, solo tenía que echarle un piropo a Ricardo Patrese, y James hacía un gesto al micrófono con invectivas y bilis hacia el pobre Patrese, a quien siempre hizo responsable del accidente fatal de Ronnie Peterson en Monza en 1978”. Hunt sacó del coche al sueco, que falleció al día siguiente. El propio piloto reconocería después que nunca más fue el mismo. Se retiró al año siguiente, afectado aquellos momentos dramáticos.

“No le faltaban opiniones para nada. Una vez estábamos comentando el Gran Premio de Sudráfrica desde los estudios centrales, era en Kyalami, pero sin decirlo. De repente, James se puso a echar todos los diablos por la boca contra el apartheid. Mark Wilkin, el productor, le puso un papel debajo de la nariz: “Habla de la carrera”, había escrito. “De todas formas, gracias a Dios que no estamos allí”, soltó luego James en directo", recordaba un divertido Walker. “Su marca distintiva era llegar en el último minuto posible. Pero en Spa, en 1988, no apareció”, recordaba la anécdota el propio Walker, “llegó la vuelta de calentamiento: “¿Pero dónde diablos esta James?”. Dijimos públicamente que estaba en el hotel, con una intoxicación. En realidad, era cierto, estaba en la cama, con un par de chicas belgas”.

El zumo de naranja

Walker se convirtió en la figura televisiva central de la Fórmula 1, ampliamente respetado a pesar de sus famosas meteduras de pata. Tuvo una relación muy estrecha con los mejores pilotos durante varias décadas, y sus anécdotas son interminables. Pero James Hunt era diferente. “Trabajé con él durante trece años, y es un tributo para los dos lo que aguantamos. No quiero que se piense que odiaba a James, porque no podías odiarle. Había dentro de él un hombre encantador, y cuando llegaron los tiempos difíciles lo asumió”.

Tras su retirada, James Hunt perdió todo, y sus únicos ingresos llegaban de su papel como comentarista en la BBC. “Por eso fue tan mortalmente triste cuando el ataque al corazón se lo llevó, solo con 45 años. Poco antes de morir, en Imola, en la cena, le pregunté qué quería beber. “Zumo de naranja, gracias Murray” “¿De naranja? ¿Y qué pasa con el vino?”. Me contestó. “Ya tuve mi buena racion en su momento”. Pasados los noventa, Murray Walker sigue vivo y el cáncer no ha podido con él todavía. Dos meses después de aquella cena, el corazón forzó a James Hunt a retirarse definitivamente de la carrera de la vida.

En su ultimo Gran Premio de Gran Bretaña al micrófono, le saludaban pancartas con su nombre en las tribunas, mientras los paracaidistas de la RAF descendían sobre el circuito de Silverstone mostrando otra en su honor. Desde 1978 hasta 2001, el británico Murray Walker se convirtió en la voz por excelencia de la Fórmula 1. Su fama se multiplicó desde que en el Gran Premio de Mónaco de 1980 un piloto recién retirado se le unió al micrófono. Se trataba de un iconoclasta, ‘enfant terrible’ dentro y fuera de las pistas. Desde aquel día, Murray Walker y James Hunt transformaron para siempre las retransmisiones televisivas de Fórmula 1.

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